El guerrero de la luz
El guerrero de la luz debe ser impecable, coherente y discreto, modesto y
asertivo, eficiente y austero. En su austeridad encuentra la calma, en su
humildad alcanza el objetivo. En la ausencia del ego encuentra la energía
que necesita para mejorar en su camino hacia la luz. Deja fluir la energía
sin retenerla, obra por amor, encontrando en la entrega el camino de la
felicidad del otro. Es en ese camino donde alcanza la armonía, pues en la
constancia, la renuncia al corto plazo y al ego, así como en la infinita
paciencia, halla sus mejores aliados.
El guerrero de la luz siempre dará lo mejor de si mismo y al tiempo
perfeccionará desde el impulso creador la esencia de sus creaciones
optimizando la energía, sin retener para sí más que lo mínimo imprescindible
para su misión constante. Al carecer de tentaciones materiales, aprende a
nutrirse de su conexión con el universo, sin que ello le cause angustia sino
calma y paz.
El guerrero de la luz permanece en alerta continua, sin que el acto de
mantener la guardia implique ansiedad alguna, sino el dominio de las pasiones
y la soberanía de sus silencios, pues éstos son valiosos.
En su aprendizaje continuo, no es más sabio cuanto menos yerra sino en cómo
rectifica. No es un verdugo implacable sino un ser infinitamente misericordioso.
No puede odiar, pues ha aprehendido a fuego lento la técnica de transformar
el dolor en amor, la ira en perdón y el orgullo en humildad.
Ese es su poder, la
alquimia de las emociones, la reconciliación con el universo y la capacidad de
viajar en el tiempo para interactuar con el pasado y el futuro en el presente.
El guerrero de la luz, sabe escuchar y conoce las respuestas a las preguntas
antes que estas se formulen, pero nunca utiliza su sabiduría en beneficio
propio sino en actitud de servicio al otro. No impone su amor pues todo él es
amor, fluye igual que el éter y carece de una imagen de si mismo, pues se
confunde con la energía de la creación.
Ha entendido que el proceso de transcendencia es la envolvente de cada pequeño fractal
de su cotidianidad, y así puede detener el tiempo en cada pensamiento, en cada mirada,
en cada sonrisa...No guarda secretos inconfesables pues hace sencillo lo complejo y
nada espera, pues disfruta cada instante como si fuera un Universo. En cada fractal,
avanza y retrocede cambiando el poso de sus emociones y proyectando el holograma
del plano más eficiente posible. Vive en coherencia y debe ser impecable en su camino
hacia la luz.
Asume su imperfección y en esa alquimia purifica sus imágenes y jamás juzga,
sino que crea y proyecta con la sabiduría de un anciano y la ingenuidad de un
niño.
Finalmente el Guerrero de la luz, sabe que las almas y los corazones siempre
vuelan al lugar donde tienen su Orión.