La Vida de Jesús
Sr. Roberto Ruggiero.
Como la concepción fue pura, sin pasión, realizada verdaderamente en el altar del sacrificio en bien de la humanidad, durante todo el período de la gestación se debe comprender que María no fue molestada en absoluto por José. De ahí nació Jesús en la mayor pureza. Esto sorprenderá a la mayoría, que comúnmente cree que el casamiento es un licencia para el abuso de la función creadora. Los niños nacen con los estigmas de la pasión que imprimieron los propios padres en sus tiernos cuerpecitos durante el período de la gestación y que después manifestarán fatalmente, como consecuencia lógica, cuando alcancen la edad de la pubertad. Lo igual genera a su igual. Estos nuevos conceptos tienen la finalidad de ir modificando las ideas al respecto e ir haciendo lugar a los verdaderos principios de pureza que deben regir la concepción, que es apenas un acto para dar oportunidad a Egos a renacer, como retribución de la vida que tuvimos cada uno de nosotros. Cuando la humanidad se ajuste a esta verdad, comenzarán a nacer generaciones concebidas puramente, libres de las tendencias del fuego marciano pasional, que es causa de todos los tremendos egoísmos y choque entre los seres humanos. Solamente así podrá ser inaugurada una nueva era de paz y de buena voluntad entre los hombres. Entonces renacerán grandes seres que esperan padres adecuados. No es de extrañar pues, que en el momento de nacer Jesús estuviera todo debidamente preparado para recibirlo, incluso en las condiciones de mayor higiene, siendo María tratada por Terapeutas Iniciados, de la Santa Comunidad de los Esenios, una rama de la Gran Fraternidad Blanca del antiguo Egipto en la Palestina. Así daban acogida al niño inmaculado que venía a cumplir tan altísima misión. Si se dio en su tiempo una imagen del nacimiento diferente para la masa - el pesebre -, fue por la misma razón por la que se enseña a la infancia con ilustraciones para impresionar la tierna mente infantil.
Hoy transcurridos casi 2.000 años, ésta verdad de la concepción y nacimiento de
Jesús en la más extrema pureza, será visto todavía con incredulidad por la mayoría.
pero también es verdad que muchos grupos ya están comenzando a sentir los
imperativos de la conciencia que con la Evolución va creciendo, despertándoles
sentimientos más puros y místicos y dando la debida comprensión y convencimiento
que debe ser así.
Toda la vida de Jesús hasta los treinta años fue una existencia especial,
particularmente diferente, preparándose siempre para la finalidad de entregar al Señor
Cristo un cuerpo denso y un cuerpo vital lo más perfecto que era posible hacer en la
Tierra. Los anales esotéricos guardan el desenvolvimiento oculto que aquel realizó en
grandes templos de Hierofantes de inmensa luz, siguiendo la preparación más
cuidadosa. Este misterio y esta reserva fue para preservarlo. Recuérdese, apenas como
muestra de la realidad sanguinaria de la época, que el Rey Herodes mandó a asesinar a
todas las criaturas que habían nacido por esos años, ya con el propósito de eliminar a
Jesús. Las sombras bien sabían quién era Jesús. No lo consiguieron. Si a los doce años
sus padres lo presentaron en el Templo, fue para cumplir una exigencia o reglamente de
ser registrado. Sirvió para probar la alta preparación que ya tenía, para esos cortos años,
asombrando con los conocimientos que poseía cuando fue interrogado por el
sacerdocio. Después no hay mas una palabra pública cierta de como vivió y se cultivó
espiritualmente para el bautismo en las aguas del Jordán. Se debe desechar lo que al
respecto se dice popularmente. El equívoco, en parte, es por la mala traducción de la
palabra “Teckton”, del antiguo griego, que significa constructor espiritual, grado de
José, que se interpretó equivocadamente como carpintero y por extensión se le dio a su
hijo.
Paralelamente a la vida de Jesús, tenemos que considerar la vida de Juan el
Bautista, que fue el anunciador de la venida del Cristo. Nació seis meses antes que
Jesús; de Zacarías, el sacerdote “ya entrado en años” y de Isabel; su esposa. Se preparó
en el “desierto” que quiere decir que pasó por las asperezas del mundo, así como, por lo
contrario, la “montaña” significa los planos superiores, donde comienza la Iniciación.
Conocer quién es Juan el Bautista es pasar a saber de una de las grandes figuras
conductoras de la humanidad. Fue Elías, tal como lo confirmó el Señor Cristo a sus
discípulos y su gran jerarquía fue anunciada cuando al mismo tiempo el Señor Cristo
afirmó que no había nacido “mayor de mujer”, haciendo justicia. Jesús, nuestro
Hermano Mayor, por sus vidas de devoción y en el cumplimiento de su preparación y
misión alcanzó ya el grado reservado recién para el Período de Júpiter, San Juan el
Bautista, por los adelantos realizados anteriormente y como agente activo en el Plan de
Dios, alcanzó el grado al que será posible ascender en el Período de Venus, el propio
Cristo simboliza el adelanto previsto para el Período de Vulcano. Así medimos la
estatura espiritual de éstos gigantes que son piedra angular en el Templo de la
Evolución. A mayor altura mayor sacrificio: San Juan el Bautista no podía estar fuera
de la regla. Murió degollado por la ignorancia del mundo y por la ambición de las
sombras que esperaban acumular poderes, pero, como es bien reproducido por pintores
esotéricos, en lugar de sangre que esperaban emanó de él una inmensa luz que los cegó
y así el mal se vio limitado a sí mismo.
La ceremonia del Bautismo en el Jordán es el clímax de la labor de Jesús y
marca la entrada del Señor Cristo en el mundo terreno. Es el momento supremo en que
Jesús, habiendo dado cumplimiento completo al programa celeste establecido de
preparar los vehículos para el Cristo cósmico, los entrega en el Jordán, en el bautismo
que San Juan oficiaba con agua, lo que representaba al Espíritu Santo. El excelso
Espíritu de Cristo descendió como “una paloma” y tomó posesión de los vehículos
denso y vital de Jesús.
Este pasó a los planos invisibles, desde donde acompañó paso a paso la etapa de
obras visibles del Señor Cristo, que desde ese momento poseyó una escala completa de
vehículos desde la Tierra hasta el propio Trono de Dios. Esto fue y es un hecho, no una
figura, por esto pudo el Señor Cristo ser desde ese momento un intermediario directo
entre Dios y los hombres y es capaz, como nadie, de interceder por nosotros.
Desde los treinta hasta los treinta y tres años es el Cristo Cósmico que habita el
cuerpo denso y vital de Jesús y así se cumple que el Cristo es un hombre entre los
hombres, la ley del Espíritu Santo no es transgredida, continúa siendo cumplida desde
afuera. Entonces es posible para el Cristo Cósmico darnos un impulso espiritual desde
dentro, partiendo la salvación desde la Tierra.
Las obras que realiza entonces el Cristo no son nada más que un preámbulo de
lo que verdaderamente va a realizar, al evidenciar sus poderes da prueba de su excelsa
jerarquía. Aprovecha su tiempo en la Tierra para bendecir con el bien a todos los que a
Él se aproximaron y prepara a los Apóstoles que darían continuidad a su nuevo
Evangelio: Evangelio de amor y perdón, enseñando que ahora debemos amar a nuestros
enemigos. Curando asegura que nosotros seremos capaces de hacer lo mismo y más
aún, dejándonos la certeza de que alcanzaremos el progreso y los poderes que él mismo
manifestó. Pero todo no pasó de una etapa intermedia de lo que venía realmente a
realizar, a pesar de asombrar a su paso a todos con su Enseñanza, con sus curas y
finalmente con su Sacrificio, todo no pasó de una etapa preliminar y su gran finalidad
iba a ser cumplida posteriormente.
Las altísimas vibraciones solares del Espíritu de Cristo hacían que tuviera que
dejar su cuerpo repetidas y constantes veces al cuidado de los Esenios que eran
maestros para cuidar el cuerpo físico. Nada se dejó al acaso y la finalidad trascendental
a cumplirse era cuidada debidamente por los poderes supremos, que suministraron
siempre, al paso del Cristo, lo necesario. Los Esenios, silenciosamente realizaban su
parte, dando asistencia al Señor Cristo, cuando su cuerpo lo necesitaba. Ellos lo
restauraban cuidadosamente para que resistiese lo necesario y no se desintegrara antes
de tiempo.
La Crucifixión fue llevada a cabo, porque tenía su utilidad, sino no hubiera sido
realizada. El mismo Judas Iscariotes fue uno más a engañarse, lo vendió suponiendo,
posiblemente, que el Cristo haría otro milagro más y se libertaría de los Sacerdotes y de
los Ancianos del Pueblo y él quedaría con las monedas, que se sorprendió con el
resultado lo prueba que devolvió las monedas y se eliminó de inmediato, se ahorcó.
Tenía que realizarse la Crucifixión y el propio Señor Cristo se adelantó a
anunciarlo a sus discípulos, para prepararlos como Él lo estaba. Que no había poder que
lo impidiera lo prueba el hecho que los Apóstoles, leales y sinceros, cuando se
aproximó la turba a prenderlo, no pudieron evitar de abandonarlo y huir. Los que
conocen lo que pasó después invisiblemente, comprenden por qué fue abandonado. Y
Pedro, tan leal y valiente, además de dejarlo como los demás, pasó por la amargura de
negarlo tres veces, para que no quedara duda que el Señor Cristo tenía que quedar solo,
porque él era el sólo Salvador a enfrentar el error del mundo.
La Crucifixión comprende dos aspectos: uno, de severa lección que quedó a
través de los siglos, enseñando cómo fue tratado el Hijo de Dios, lección que ha obrado
sobre la humanidad desde entonces, como una imagen de dolor y sufrimiento que
continúa alertando y limitando relativamente el mal, con el recuerdo constante de la
crueldad y egoísmo espantoso de los que lo crucificaron. Por esto no se culpe a una raza
sino que debe corresponder la responsabilidad a todo el género humano, por los errores
acumulados. La Crucifixión tiene un segundo aspecto, éste oculto, por ser oculto o
superior y pertenecer a los planos superiores, merece una atención aún mayor. Era
necesario que el Cristo Cósmico se liberase de los vehículos terrenos, para dar
comienzo a su verdadera misión y el desprendimiento violento era beneficioso para que
no quedara nada adherido al Excelso Espíritu, que necesitaba de todo su poder para lo
que iba a comenzar desde ese momento en adelante, la sangre que corrió fue un factor
para que nada de impureza terrera prendiera al Espíritu. Y cuando con todo su
esplendor de Espíritu Solar salió del cuerpo e irradió toda su luz - libre de las
atenuantes tendencias del cuerpo físico - fue tal la luminosidad que se produjo que la
retina de los ojos de los que estaban presentes no pudieron tolerar y quedaron cegados
momentáneamente, después dijeron que se habían oscurecido los cielos y sacudido la
tierra, cuando precisamente había acontecido todo lo contrario: la luz sin igual de Cristo
había envuelto en un manto protector a toda la Tierra, para bien y salvación de los
hombres.
Y entonces, libre del cuerpo y habiendo cumplido con la necesidad de ser un
hombre entre los hombres, no habiendo sido transgredida la ley del Espíritu Santo, la
ley de Consecuencia, que nos hace responsable de nuestros actos, entonces, el Señor
Cristo, fue penetrando la propia Tierra hasta el mismo centro, estrato por estrato,
envolviéndola con su vibración y transformándose en Espíritu de la Tierra, desde donde
comenzó a trasmutar las bajas notas producidas por el hombre. Fue limpiando la Tierra
y elevando su vibración, que empobrecida por las guerras, los odios y el vicio, no era
más propicia para el progreso. Fue trabajando para el hombre, mejorando el medio
ambiente de su desenvolvimiento, para que teniendo un alrededor espiritual mejor, más
acertado pudiera ser su proceder.
Y es ésta la misión que viene cumpliendo el Señor Cristo para con la
humanidad. El simbolismo de cargar la enorme cruz es un real hecho que representa la
penosa carga del error humano. Al limitarse en el interior de la Tierra, soportando tan
tremendo deber, lo hace, para que el hombre, más leve, tenga fuerzas para ser más
virtuoso y siga la línea de progreso marcada por Dios.
Como el día y la noche, el verano y el invierno, se procesa la Evolución por
ciclos alternos de vida y muerte, para tornar a renacer y a morir, así también el Cristo
Cósmico, en obediencia a la misma disposición, una vez que completó su labor
restauradora, elevando la nota vibratoria de la Tierra, retiróse temperalmente a su real
morada, en el Sol Espiritual. En el Sol se repuso del enorme esfuerzo realizado, pero,
siguiendo los ciclos alternados, volvió y vuelve a la Tierra año tras año, comenzando
cada nueva venida para la primavera en nuestro hemisferio. Navidad es la época que
marca su mayor actividad en el centro de la Tierra y es cuando mejor nota espiritual
envuelve al Mundo, facilitando todo impulso para el adelanto de la humanidad. La
Pascua marca su salida y regreso al Sol, quedando y conviviendo seis meses
anualmente con nosotros.
Así cumple su verdadera misión salvadora el Señor Cristo para con el género
humano. Mientras tanto, nosotros acumulamos una tremenda deuda de gratitud, que
solamente podremos saldar, apresurando nuestro desenvolvimiento, para disminuir la
carga de su cruz. Todavía, algún día, los más capaces deben tener el vigor espiritual de
tomar su lugar, cargando la cruz, como está sublimemente simbolizado con Simón,
cuando tomó y cargó la cruz, llevándola por la calle de la Amargura. Es lo que espera a
todo aquel que quiere servir a sus semejantes. Porque la humanidad no comprende aún
los que le sirven.
El Señor Cristo no viene a salvar al hombre individualmente, porque sino iría
contra la ley, que dicta que la reforma debe procesarse por esfuerzo de cada uno, pero
al mejorar el medio espiritual del Mundo, propicia y facilita al hombre el reformarse.
El Señor Cristo al orar en el Getsemaní o “jardín de los pesares”, antes de ser
preso, llevó consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Tadeo y Juan el Evangelista y los
exhortó, por tres veces, para que velaran con él y oraran para no caer en tentación y por
tres veces durmieron, porque sus ojos estaban pesados. Una comprobación más de que
el Señor Cristo tenía que pasar su ordalía solo, porque no había poder todavía en la
Tierra para acompañarle.-
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