La hermosa y antigua leyenda de los “Reyes Magos”, que, guiados por una “Estrella”
llegaron a Belén para homenajear al recién “nacido” y ofrecerle valiosos presentes, contiene,
desde varios aspectos, la primera y gran enseñanza de lo que significa de novedoso y
trascendente el Cristianismo, así como el intenso esfuerzo que esta doctrina exigirá al hombre.
Desde un punto de vista formal, es necesario repetir algo ya muy conocido, pero
aún no entendido en su verdadera dimensión: así, Gaspar, anciano de larga y hermosa
barba blanca, con su aspecto patriarcal, representa o simboliza la raza blanca, Melchor,
de mediana edad y distintas vestiduras, representa la raza amarilla, y Baltazar, casi
un adolescente, de piel negra, representa, a su vez, la raza negra.
El hecho de presentarse los tres juntos y de ser guiados por la “Estrella de
Belén”, supone en ellos, cualidades personales de adelanto espiritual, no comunes,
dado que fueron capaces de ver esa “Estrella”, posibilidad ésta, que sólo los
seres muy evolucionados pueden poseer. La presentación en conjunto significa
la unión de la humanidad, superando aparentes y superficiales diferencias de
condiciones, razas y credos, dando cumplimiento de este modo, a la primera
enseñanza del Cristianismo: unión fraternal de todos los seres humanos merced al amor.
Hasta entonces, y esto es público y notorio, la humanidad estaba y aún lo
está, dividida por muchas causas, siendo la raza y la religión, dos de las más
importantes. En el pasado, estas divisiones eran lógicas, ya que uno de los
medios de comenzar la unión era formando grandes grupos, así, un ser de
gran elevación espiritual, Buda, que llegó a iluminarse totalmente, guió e inspiró
a una parte del conjunto humano, al residente en Asia. Buda fue la Luz de Asia.
En cambio, el Cristo Cósmico, representa un estadio más adelantado
al aspirar y pretender la unión total de la humanidad, superando cualquier tipo
de barrera o diferencia, hermanándonos a todos, sin excepción,
mediante el amor. Cristo es así, la Luz del Mundo.
Pero el Cristianismo, tiene otras metas para alcanzar. El hombre, chispa
divina en evolución, creado a imagen y semejanza del Señor, tiene en sí, en
forma latente o potencial, cualidades que es necesario cultivar, para irlas
desarrollando, de la misma manera que una semilla contiene en
su pequeñez, al futuro y gigantesco sequoia.
De igual modo que la semilla necesita la tierra, el hombre para crecer y
adelantar, también la necesita. Este proceso de trabajo material, que supone un
gran esfuerzo, ha ido con los tiempos, haciendo que la humanidad domine y
controle en gran parte a la Tierra. Pero ese esfuerzo ha distorsionado el
último y verdadero fin de la periódica presencia de cada hombre en ésta:
su evolución y perfeccionamiento espiritual.
Los esfuerzos materiales para subvenir a las necesidades también materiales
del cuerpo denso, han borrado el verdadero fin de la existencia en la mayoría de los
seres. Este peligro ya fue percibido, cerca de dos siglos antes de la era cristiana, por
los primeros sacerdotes arios, que se instalaron en la actual India. La doctrina
Brahmánica, se opone a la actividad material, considera al mundo denso como
una ilusión – maya -, originando con esta actitud, la
miseria física, que aún hoy, asola esas tierras.
También la primera corriente de pensamiento estoico compartía, en otra zona
de la Tierra , ésta equivocada posición, “el sabio que se retira del mundo para
elucubrar en su torre de marfil”. Afortunadamente en un período posterior y gracias
a pensadores de la talla de Marco Aurelio, Séneca, Epioteto, etc., reaccionaron
contra esta posición, abogando por el trabajo como deber necesario e ineludible,
para contribuir al mejoramiento, no sólo de las condiciones materiales, sino también
y fundamentalmente, del progreso espiritual del ser, que lo acerque al ideal
humanitario dictado por la armonía entre el sentimiento y la razón.
Los historiadores Henry y Dana Lee Thomas, en su obra “Biografías”,
citan una ilustrativa anécdota: Reuniéronse todos los ex-emperadores
romanos y para determinar quien presidiría la reunión, se recurrió a que cada
uno de ellos expusiera oralmente los méritos que a su criterio los habían
enaltecido. Sólo Marco Aurelio permaneció callado. Interrogado por la razón
de tal actitud, respondió que “ ... solamente había sido un filósofo, que
únicamente había querido hacer el bien ...” Fue declarado, por unanimidad,
el mayor de todos y como tal, presidente de la Asamblea.
Conviene que esta anécdota sea permanentemente recordada por
todos, pues contiene el secreto del progreso humano: humildad y sabiduría.
El elemento esencial para perfeccionar o hacer adelantar la humanidad, no
son los sistemas que buscan de una u otra manera el adelanto masivo. El adelanto
debe ser individual, obtenido mediante el titánico esfuerzo cotidiano, de autoanálisis
y autoperfeccionamiento, dirigiendo el ser, toda su energía, no hacia el exterior
solamente, como hasta ahora, sino a su interior, para eliminar definitivamente
los aspectos negativos y cultivar los positivos. Por supuesto, que lo dicho
supone un cambio de actitud vital en el hombre. En todos los tiempos y épocas
pueden señalarse, sin mayor esfuerzo, seres que han vivido de esta manera,
para ejemplo de aquellos que aún dudan. Cada uno de estos seres tuvo su
esfera de influencia y tal vez sin proponérselo, marcó el camino del
adelanto a muchos hermanos. Sólo así, todos juntos, ayudándonos los unos
a los otros adelantaremos, hasta un día estar habilitados para presentarnos,
humilde y dignamente, ante nuestro Señor, Dios.
Conociendo las necesidades humanas, así como también las nuevas
condiciones a imperar en la Tierra , en la próxima Era de Acuario, el Cristo,
de la Orden , Cristian Rosenkreuz, como ya se dijo, superaron exitosamente los
obstáculos, que, como otras tantas pruebas, les fueron presentados, logrando;
mediante esos esfuerzos un crecimiento anímico, difícil de imaginar al resto de
la humanidad, pero alcanzable para todo aquel, puro de corazón, que
posea la suficiente fuerza de voluntad para acometer dicha empresa.
Habiendo trascendido el Mundo Físico, el Mundo de Deseos y el
Mundo Mental, dominando cualquier circunstancia de estos mundos, también
han conseguido actuar en el Mundo de Espíritu de Vida y en la actualidad
trabajan y se desarrollan en el Mundo del Espíritu Divino.
Estos Hermanos Mayores, que se iniciaron en la arena de la evolución
conjuntamente con el resto de nuestra humanidad, por ser humanos,
constituyen el más grande ejemplo, la máxima esperanza para todos nosotros,
pues lo que ellos hicieron, también nosotros podremos hacer y lo haremos.
Desde otro aspecto, lo obtenido por nuestros Hermanos Mayores
confirma el perfecto funcionamiento del Plan del Creador y la verdad
de lo afirmado por la Filosofía Rosacruz respecto a él.
Ya se habrá comprendido que la finalidad de la vida y del mundo no
es simple, por el contrario su complejidad supera, por ahora, la imaginación
de la mayoría. Pero no es imposible de entenderla, pues otros ya lo
han hecho y nos han enseñado y continúan haciéndolo.
El método es siempre el mismo. La unión fraternal de toda la
humanidad por el amor, y la constante ayuda de unos a otros, el esfuerzo
de darnos y sacrificarnos unos a otros nos llevará, algún día, de regreso,
al lugar del cual partimos, ya verdaderamente sabios y como triunfadores.
Aptos y preparados para otras empresas aún más elevadas
y así siempre, en el transcurrir de los tiempos.