

TRANSFORMACIÓN ES IGUAL A DESARROLLO
Francisco Nieto
El mal existe para nosotros desde que, hace millones de años, caímos en las tentaciones y nos
dejamos dominar por nuestro cuerpo emocional. Antes de esta caída no éramos responsables de nuestros
errores (como tampoco lo son hoy nuestros animales) porque no teníamos lo que hoy conocemos
como mente y, por tanto, no razonábamos y mucho menos sabíamos aplicar la pequeña voluntad
que comenzaba entonces a florecer. Evidentemente, estamos hablando de un pasado en el que
actuábamos más por instinto que por voluntad y razón; entonces teníamos un cuerpo físico, otro
vital (también llamado doble etérico) y un último de deseos o astral pero no habíamos
desarrollado aún la mente como les ocurre actualmente a los animales domésticos. El cuerpo de
deseos actúa como incentivo para la acción, nos impulsa a actuar por medio de deseos, sentimientos
y emociones pero, si no hay una mente para razonar dichos impulsos, lo más probable es que
elijamos el camino más fácil y que satisfaga nuestros deseos e instinto animal. Una vez dominados por las tentaciones del mal (los más bajos deseos y pasiones) fue el cuerpo
etérico el que colaboró en esa caída convirtiendo la práctica en costumbres y hechos habituales
en aquella época. Así es que, cuando con la ayuda de las Jerarquías de Dios, (Ángeles, arcángeles…)
recibimos la semilla de la mente para desarrollarla e imponerla sobre el cuerpo de deseos, estaba
tan arraigado el mal en nosotros que, aún desde entonces, (hace millones de años) hasta hoy
no hemos conseguido dominar nuestro cuerpo de deseos, ese gran tentador que tantas
veces nos hace pecar a diario. Puesto que ya entonces teníamos el principio pensante, entró en juego para nosotros la Ley
de Consecuencia, la que nos devuelve los efectos de las causas que hacemos y como el Plan
de Dios es que seamos perfectos como Él lo es, también entro en juego para nuestra evolución
la Ley de Renacimiento que hace que recibamos esos efectos normalmente, de una vida para
otra. Por consiguiente, si en aquella época aplicábamos la lucha por la supervivencia, y
desarrollamos el odio, el ánimo de venganza, la lujuria, etc., etc., etc., nos hemos visto obligados
a rectificar hasta que, ya en nuestros días, hemos conseguido transformar parte de
esas defectos y maldades en virtudes y en tendencias positivas. Al principio no éramos conscientes del mal porque nuestra conciencia no estaba enfocada en la
tierra (no era de vigilia como ahora) pero el mal, el materialismo, el egoísmo y otros aspectos
de la personalidad nos abrió los ojos aquí y perdimos la consciencia que teníamos de los otros
mundos (como los animales actuales) y ese fue el origen de lo que hoy llamamos conciencia,
por tanto, la conciencia es el resultado y acumulación del sufrimiento padecido después de
cada muerte por el mal causado y del bien que hemos hecho y que hemos guardado como base
para actuar mejor en cada sucesiva vida. En definitiva, hemos pasado de ser y de tener una conciencia similar a la de los animales a lo que
somos actualmente gracias al sufrimiento causado por nuestros actos y al efecto de éste como
impulso para hacer el bien, o lo que lo mismo, gracias a la transformación que hemos conseguido
hacer. Como la meta es desarrollar los poderes del Espíritu para espiritualizar el cuerpo de deseos
y utilizar estos poderes para nuestro propio desarrollo interno y para el bien de la humanidad,
hemos de seguir esforzándonos y sacrificándonos para trasformar el mal existente en nosotros
y para ser causantes de un bien superior que atraiga la ayuda
que necesitamos hasta aniquilar el mal en la Tierra. Hoy, gracias a la mente, al discernimiento, a la meditación y a la observación, podemos, y
deberíamos ser conscientes de todo el mal que hacemos y por eso podemos afirmar que todo lo
malo o inferior puede ser transformado por lo bueno y superior, no se trata nada más que de
reconocer ese mal que, a veces más y otras menos notable, llevamos con nosotros. El mayor
mal sigue viniendo y tentándonos desde el cuerpo de deseos (pasiones, vicios –tabaco, alcohol,
droga, sexo- envidia, celos, odio, rencor, ánimo de venganza, etc.) lo que nos lleva a centrarnos
principalmente en él si queremos hacer la transformación necesaria de la personalidad. Como, por lo general, el desarrollo espiritual alcanzado en millones de años ha sido gracias al
sufrimiento y a la imposición de un destino “programado” para ese fin, no es fácil hacer una
transformación hacia el bien si no es con la ayuda de la mente razonadora. Por tanto, es la
observación de nuestros sentimientos, deseos y emociones la que nos tiene que llevar a
meditar sobre lo que somos y lo que hacemos para así discernir sobre lo correcto o incorrecto,
sobre el bien y el mal, y sobre lo verdadero y lo falso. Podemos asegurar que estas
prácticas ayudan muchísimo a transformar la personalidad y a espiritualizar el carácter,
a la vez que atraen la ayuda celestial que merecemos. En esoterismo se dice que “el mal es un bien en formación” y prueba de ello es el paso que
hemos dado desde que éramos casi como animales hasta nuestros días. Ha sido ese mismo
mal, en forma de sufrimiento y karma maduro, el que nos ha obligado a trabajar a favor del bien.
Pero esa frase también significa que en lo que comúnmente llamamos problemas, aflicciones
e impedimentos, también existe el bien, un bien o parte positiva que nos ayudará a superar el
problema, a verlo desde otro punto de vista más elevado, y a extraer un beneficio en forma
de enseñanza. Por consiguiente, todo mal es transformable. Nunca hemos estado ni estamos
obligados a aceptar un mal como algo inevitable, sino que, más bien hemos tenido la
oportunidad de contrarrestarlo y transformarlo. Por desgracia, la mayoría de la humanidad, lejos de corregir sus actitudes o de intentar dicha
transformación, lo estimulan y aumentan con sus pensamientos, repercutiendo esto en las
auras y haciendo que el interés de quienes pueden ayudarnos desde los mundos superiores
se anule. Cuando una persona, sin querer darse cuenta, se dedica a pensar en sus placeres
animales, pasiones, vicios e intereses egoístas, además de no transformar nada, está aumentando
el poder y la fuerza de todo ello, por tanto, está fortaleciendo esos malos hábitos y está
oscureciendo su aura y animalizando su personalidad. Esto demuestra que es este cuerpo, la mente, el que debemos utilizar como la mejor herramienta
para la transformación del mal en bien. Como ocurre con los objetos físicos, dos pensamientos
no pueden ocupar un mismo espacio, o sea, si estamos pensando en Dios no podemos estar
pensando en el diablo. Lo que nos lleva a comprender que nuestra voluntad debe utilizar a la
mente para pensar en el bien y para razonar la manera de no pensar en el mal y así hacer
que los malos hábitos mueran de inanición. Si antes hemos dicho que el cuerpo de deseos es un gran tentador, creador de hábitos que
impulsan a pensar y a actuar más mal que bien, ahora también afirmamos que una mente sin control
puede pensar en cualquier hecho malo y estimular al cuerpo de deseos, el que, a su vez, nos
impulsará a actuar físicamente. Como ejemplo muy actual, el alcohol y otros estimulantes o
drogas fuertes, impulsan a pensar en cómo practicar o consumir más de lo mismo y a otras
cosas como robar o practicar el sexo como un animal. Una película o revista con escenas
sexuales puede hacer que la mente se imagine y piense en ello hasta el punto de estimular
el cuerpo de deseos para que busque la manera de satisfacer ese deseo eyaculando. Esto
nos lleva a trabajar sobre los dos cuerpos de manera que no pensemos en lo que
conocemos como mal, que transformemos los pensamientos negativos que tengamos
para hacerlos positivos, y que analicemos nuestros deseos y
sentimientos para que no nos dominen los negativos.

En las líneas anteriores nos hemos referido, de una forma general, a los males más
importantes o más notables que dominan a la humanidad y que, cuanto antes, debería
transformar en nuevos y positivos hábitos. Es cierto que, particularmente en occidente,
hay cada vez más personas altruistas, fraternales, solidarios, defensores de los animales y
de la naturaleza, voluntarios de ONG, personas de buena voluntad y creyentes y practicantes
del bien predicado por Cristo. Sin embargo y sabiendo que muchos de ellos han superado
el comportamiento casi animal (sexo, drogas, alcohol…) que algunos otros tienen como
efecto del dominio del cuerpo de deseos sobre ellos, aún les quedan otros muchos y
sutiles aspectos de la personalidad que superar. Los problemas que nos surgen a diario cuando vamos a hacer gestiones o a trabajar, los
problemas con los vecinos, las ofensas que nos puedan hacer, y un sin fin de cosas más,
nos hacen caer a diario en la crítica, en la envidia, en el rencor y en otros muchos aspectos
negativos que aún conservamos. Deberíamos ponernos más en el puesto de los demás,
deberíamos tener siempre presente que el mal que nos hacen lo hemos podido hacer o lo
hacemos nosotros, deberíamos tener presente que todos estamos evolucionando y que
unos van más adelantados que otros pero que también tienen la obligación de perdonar,
y, en definitiva, deberíamos razonar más para transformar ese “mal” que nos surge y
nos afecta (porque lo llevamos dentro) para así eliminarlo de nosotros mismos. Está claro que lo que debemos hacer es buscar y ver el lado positivo de cada hecho, de
cada circunstancia y de nosotros mismos. Desperdiciar nuestra energía y esfuerzos en los
aspectos de la vida que nos causan temores y preocupaciones tampoco nos ayuda en
nada, nuestra obligación es buscar una salida o solución que no implique ningún malestar
ninguna actitud negativa que afecte a quienes nos rodean. La transformación de un
problema o de un mal difícil de erradicar solo se consigue con la buena voluntad y el deseo
de superación personal y, para ello, a veces no basta con una sola actuación o decisión sino
con varias que ataquen a la raíz del problema, sea sobre el cuerpo de deseos o sea en la
manera de enfocar dicho problema. De cualquier forma, un examen sobre nuestras actitudes,
hecho cada noche cuando nos acostamos, nos ayudará en gran medida. La transformación
de los malestares y barreras entre las personas también se consigue analizado a los demás
(poniéndonos en su lugar) e intentando ser más comprensivos y tolerantes. La crítica
destructiva que muchas veces hacemos no resuelve nada sino que crea desarmonía en
el mundo de los pensamientos y termina afectando a todo aquel que se pone en sintonía
con esa vibración. Solo la sustitución del mal por el bien en cada una de las
circunstancias crea armonía universal y beneficia a todos a la misma vez. Aun en el caso de haber obtenido cierto grado de desarrollo espiritual con el cual nos podemos
sentir, hasta cierto punto, orgullosos de ser buenos, no debemos dejar de prestar atención a
nuestro cuerpo de deseos y a nuestra mente. Más bien al contrario, debemos utilizar a estos
cuerpos desde el elevado plano del Espíritu, es decir, observar el mundo y las circunstancias
como si estuviéramos fuera de él, sabiendo que esos cuerpos son herramientas a nuestra
disposición, para utilizarlas nada más observar cualquier mal o desarmonía. Todos, como
Almas, hemos obtenido un grado de desarrollo suficiente de espiritualidad como para
estar alerta ante lo que pueda ocurrir a nuestro alrededor y para remediarlo por medio de
la transformación. Es esa misma transformación adquirida a lo largo de millones de años
la que nos situó hace mucho tiempo como un Yo individual y autoconsciente por
encima de los aspectos más bajos y animales de la personalidad. Y es esa misma
transformación del mal en bien la que nos tiene que facilitar el poder de observar
desde la posición del Espíritu para seguir desarrollando sus podres internos. Debemos tener claro que desde el momento en que somos conscientes de estas enseñanzas
tenemos la obligación de ponerlas en práctica. Nada conseguiremos si actuamos como ese
cuerpo de deseos que disfruta con los placeres y haciendo el mal. Ese mismo cuerpo también
contiene los más elevados deseos de superación y sentimientos que nos pueden llevar a
ser amorosos, caritativos, fraternales y serviciales con el prójimo. La mente, centrada en
los problemas, en los deseos y sentimientos inferiores, en los temores y en los asuntos
materiales y egoístas de la personalidad, también puede elevarse hacia lo abstracto, hacia
los más elevados sentimientos y deseos, y hacia los mundos superiores donde reina la paz y el orden. Todos tenemos un mismo origen y una misma meta espiritual, por eso de nada sirve ir
en contra de las leyes evolutivas creadas por Dios para ayudarnos a alcanzar la perfección.
¿Por qué atrasar dicha perfección? ¿Por qué perder el tiempo teniendo nuestra conciencia
en el mundo de los placeres y del materialismo si la podemos tener en los mundos espirituales?
Al igual que un guionista y un director de teatro observan su obra para corregir y dirigir a los
personajes para que esa obra se perfecta así, nosotros como Almas situadas por encima
de la personalidad, debemos observar la vida y nuestros personajes (nuestros cuerpos)
para corregirlos y hacer que actúen como lo que verdaderamente somos, hijos de Dios.
Es la mejor manera de eliminar el mal de nuestras vidas y de hacer que nuestros cuerpos
sean sembradores de semillas de amor y de servicio altruista entre los demás. Así
se transforma el mal en bien y se acelera nuestro desarrollo y el de los demás. Dios es omnipotente y omnipresente, sus bendiciones se derraman por todo el universo y
sobre todo ser viviente, Él está deseoso de que sus hijos se perfeccionen y vuelvan a casa
y para ello tiene legiones de seres espirituales que colaboran con Su Plan. Tenemos motivos
suficientes para dar gracias por todo y para no defraudarle perdiendo el tiempo y las
oportunidades que nos concede. Ya es hora de que comencemos a privarnos de lo que
no nos sirve para nada y, por el contrario, nos retrasa en el Sendero de Santidad, ya es
hora de que abandonemos las actitudes que nos hacen parecer animales egoístas deseosos
de placeres y de materialismo, y ya es hora de que elevamos la conciencia y la unamos
al Alma para poder manifestar lo que en realidad somos. El Sol sale cada mañana ofreciéndonos un nuevo día para transformar nuestros defectos
en virtudes, en nosotros está tomarlo como un nuevo desafío y oportunidad de hacer el
bien, de servir, y de actuar amorosamente con nuestro prójimo. Cada momento incluso,
representa una oportunidad de ejercer nuestro libre albedrío y nuestra voluntad para
dejar de hacer el mal y transformarlo en buenas acciones, en buenas ideas, en buenos
ideales y en buenos pensamientos que ayuden a la humanidad. No hay motivo para
esperar a un determinado momento, circunstancia u oportunidad, la buena voluntad
y buenas acciones facilitan nuevas y más oportunidades de desarrollo espiritual. Constantemente tenemos oportunidad de elegir hacer el bien o hacer el mal, pensar bien o
pensar mal, tener buenos o malos sentimientos y deseos, hablar bien o hablar mal; luego
entonces ¿qué nos impide transformar el mal en bien? Aunque no tengamos nada que hacer
siempre tenemos oportunidad de utilizar la mente para crear buenos pensamientos y para
desviar los que nos vienen y que nos pueden perjudicar para alcanzar nuestros elevados ideales.
El mero hecho de estar haciendo algo por los demás o estar pensando y planificando
como servir al prójimo, ya evita que estemos permitiendo la entrada de tentaciones para el
mal. A la vez, esta actitud evita que nos vengan o que demos importancia a algunos
asuntos que, hasta hace poco se convertían en problemas. La imitación de Cristo, vivir sus enseñanzas, ayuda enormemente a transformar el mal en
bien. La compasión, las enseñanzas esotéricas y el hecho de intentar llevar a la práctica
nuestros elevados ideales, también ayudan a la humanidad pero repito, la transformación
comienza por nosotros mismos. Si no nos transformamos nosotros mismos no podremos
transformar a los demás por medio de un ejemplo de verdadera vida espiritual. Es después
de alcanzar una notable transformación cuando nuestra preocupación se debe centrar en
ayudar a los demás, antes de esto y si de verdad queremos ser ayudantes de Dios en la
tierra, debemos olvidarnos de lo personal y de lo material. Así pues, olvidémonos de la
personalidad materialista y actuemos con una conciencia verdaderamente transformadora
que impida que el mal se manifieste en nuestras vidas.

|