¿Quién no se ha preguntado en algún momento de su vida que por qué él y sus circunstancias y
su vida son diferentes a los demás? ¿Quién, compadeciéndose de los indigentes, minusválidos, etc., no ha dado
gracias a Dios por haber tenido la “suerte” de no tener ese mal destino? e incluso, ¿Quién no se ha preguntado
que ha hecho él para merecer una vida de placer y buena salud respecto a otros muchos que lo tienen
muchísimo peor? Pienso que todos nos hemos hecho preguntas similares y todos, según su grado
de desarrollo espiritual, hemos obtenido alguna respuesta que nos ha convencido durante un tiempo,
sin embargo, sólo hay una respuesta verdadera y ésta viene en
su momento y a través de lo que hoy llamamos Filosofía Oculta.
En estos últimos siglos y aun siendo personas razonables nos hemos conformado con las explicaciones que ha
dado las religiones occidentales y la ciencia, esto es, que nuestro destino es fruto de la casualidad
o que es lo que Dios desea para cada uno de nosotros. Las personas conformistas, creyentes y
poco razonadoras se conforman con estas respuestas sin querer pararse a razonar de su
injusticia porque si, como dice normalmente la ciencia, procedemos de la nada y en la nada no
existe nada y ni siquiera inteligencia (si la hubiera ya no podría ser nada) ¿Cómo podría existir
el orden cósmico que hay y cómo demostraría la naturaleza la sabiduría que demuestra? Y
si nuestro origen es Dios, ¿Qué motivos tiene Dios para hacer que haya tantas diferencias
entre los hombres (pobres-ricos, saludables-enfermos, buenos-malos, etc.)
Lo cierto es que el cristianismo tuvo las respuestas en su origen, como cualquiera puede comprobarlo
en las enseñanzas de Cristo si es que sabe y quiere buscarlas en el Nuevo Testamento. También algunos
científicos comienzan ya a admitir que el origen del hombre y de los mundos no es la nada o una serie de
circunstancias cósmicas sino que tiene que haber algo verdaderamente sabio y poderoso que tiene la
evolución misma de todo lo existente. Pero ni la religión quiso hacer público lo que sabía ni lo puede
hacer ahora porque no tiene las respuestas que satisfagan a las mentes razonadoras, ni la
ciencia quiere admitir públicamente lo poco que intuye dado que no es comprobable según
su forma de pensar. La respuesta más cercana de la ciencia es que existe una evolución que ha llevado
al hombre a ser lo que es desde el estado animal hasta el razonador actual admitiendo que puede existir
un Alma. La respuesta más cercana de la iglesia es que somos un espíritu creado por otro gran Espíritu
llamado Dios, sin embargo, esto es suficiente motivo para la ciencia y para muchas
personas para decir que ese Dios es injusto y malo al dar
destinos tan diferentes a unos y a otros sin causa justificada.
Unamos dichas respuestas y ampliémoslas con las enseñanzas ocultas. Es cierto que el verdadero
ser humano no es el cuerpo físico sino un Espíritu creado, o mejor dicho, separado de Dios, y también
es cierto que todo ha sido creado por Dios con un fin o meta, o lo que es lo mismo, Dios tiene un
Plan con el cual Sus hijos desarrollarán los poderes latentes del Padre haciéndose así a Su imagen y
semejanza. Así es que el ser humano no comienza a evolucionar en cada nacimiento sino que
lleva evolucionando millones de años a través de muy diferentes cuerpos físico, extrayendo
así de cada vida unas experiencias (el Alma y Conciencia) que le permiten renacer en un
cuerpo más perfecto y tener un mejor destino. El Espíritu desarrolla sus poderes (Alma) y
esos poderes son los que le permiten tener (crear) un cuerpo físico (lo que nace) por tanto,
es el Espíritu el que construye el cuerpo para utilizarle en beneficio propio, así, cuando ya
no le es útil, le abandona (muerte) para extraer el beneficio o esencia de la vida y unirlo a la
de las anteriores para ir formando lo que llamamos conciencia.
Es la vida de Dios la que anima las formas para que éstas evolucionen y sirvan para su propósito que
no es otro que el propio Plan de Dios, o sea, alcanzar la perfección. Pero como la perfección no se
alcanza en una sola vida, para eso existen las leyes de Renacimiento y de Consecuencia, las que
nos facilitan un nuevo destino donde cosechamos los resultados de las anteriores vidas (bueno y
malo) y donde nos facilitan la posibilidad de acelerar nuestro desarrollo evolutivo gracias a la
voluntad y al libre albedrío. En principio esta sería la explicación más razonable y básica a las
preguntas que nos hacíamos porque, lo mismo que una persona muy mayor ha utilizado
muchos trajes para llegar a esa edad y para obtener sabiduría de sus experiencias,
así el Espíritu utiliza muchos cuerpos para obtener sabiduría de sus experiencias
y para desarrollar su potencial interno.
Ya hemos diferenciado, aunque mínimamente, lo real de lo irreal, pero el esquema evolutivo de Dios
tiene como meta que, después de que lo real (EL ESPÍRITU) utilice para su propio desarrollo a lo
irreal, (LOS CUERPOS) lo real desarrolle sus poderes y sea un Dios al igual que nuestros hijos se
hacen adultos y desarrollan sus cualidades de adulto. Pero para conseguir eso la humanidad se vale
de diferentes medios según va evolucionando. El hombre prehistórico tuvo que desarrollar
la mente para cambiar la faz de la Tierra gracias al pensamiento pero eso no hubiera sido
posible sin el poder del Espíritu que llamamos voluntad. Y cuando la voluntad y la razón
del pensador (el verdadero Yo o Alma) se pusieron a experimentar conscientemente, las leyes de
Renacimiento y de Consecuencia le enseñaron (como aún nos siguen enseñando)
que debía utilizar su libre albedrio para el bien.
Lo mismo que el fuego tiene el poder de quemar, así el Espíritu tiene el poder de la voluntad (entre otros)
que es el que actualmente más nos puede ayudar a progresar en el sendero espiritual. Pero, el Espíritu,
además del cuerpo físico y la mente, creó un cuerpo de deseos o emocional donde radican también
los sentimientos. Estos cuerpos no son materiales como todos sabemos pero han sido y son
imprescindibles y enormemente valiosos para alcanzar la meta de la perfección. Todos los cuerpos
son nuevos en cada vida, el cuerpo físico está compuesto de átomos como cualquier otro
objeto material, pero el cuerpo de deseos y la mente son continuación de lo que consiguieron
alcanzar en la última vida, por tanto, a mayor desarrollo espiritual en cada vida más perfección
en los cuerpos y menos ataduras a las leyes de Renacimiento y Consecuencia. Con esta
segunda ampliación de conocimientos podemos encontrar la explicación de que lo que somos,
lo que tenemos y lo que alcancemos en un futuro, es y será efecto de lo que hagamos
con nuestro cuerpo físico y según sean nuestros deseos, sentimientos y pensamientos.
Por consiguiente, lo que extraemos como esencia de las experiencias de cada vida acumulado
en forma de Alma, es lo que forma ese Yo superior o Ego siendo esta la razón por la cual cada
uno de nosotros es diferente a los demás y tiene un destino diferente pero merecido
según lo que haya sembrado con sus diferentes cuerpos.
El hombre tiene un destino físico según lo que haya hecho con su cuerpo físico en sus anteriores
vidas, pero también tendrá un destino lleno de posibilidades, tendencias, problemas,
luchas, carácter, etc., según hayan sido sus sentimientos, deseos y pensamientos. Y
esto es así porque las leyes divinas tienen el deber de enseñarnos a diferenciar el bien
del mal para guiarnos hacia el bien obrar de una forma voluntaria y consciente,
valiéndose para ello de su sabiduría para que, además de darnos lo que merecemos,
(bueno mal destino) utilicemos el discernimiento y la voluntad para buscar y desarrollar
la parte real y espiritual que todos tenemos dentro.
Lo mismo que una maquina no funciona y no cumple su misión sin la fuerza que la ponga en marcha,
tampoco el hombre puede adquirir conocimiento y evolucionar sin su voluntad, ya que es la voluntad
puesta en actividad la que hace que la mente pueda discernir para elegir entre el bien o el mal.
Cuando la voluntad utiliza la mente para desarrollar la parte real y espiritual del hombre,
desarrolla más poder para controlar los deseos, sentimientos y emociones, llegando así a
la conclusión de que el hombre alcanzará su meta de acuerdo al uso que haga de su
voluntad y de su mente para elegir entre hacer el bien o el mal o en manifestar
sentimientos y deseos buenos o malos para el progreso o degeneración de su Alma.
Así es que, el grado evolutivo de nuestra voluntad, de nuestra mente y de nuestros sentimientos y
deseos es lo que forma nuestro carácter, nuestra buena o mala voluntad y, en definitiva,
nuestro destino, por eso, y no por otra cosa, cada uno manifiesta más parte de su realidad
interna que otros y por eso cada persona es diferente a otra y tiene un destino tan distinto.
La humanidad llegó a nacer como tal en una misma época como ocurre con los niños que comienzan
en una misma clase y en determinado año. Por tanto, es el esfuerzo, la adaptación, el sacrificio,
el deseo, etc., lo que hace que un Alma (como cualquier niño en el colegio) progrese más rápidamente
que otros, viendo así en los tiempos actuales como unas personas están muy evolucionadas
espiritualmente mientras que otras aún viven como hace muchos siglos lo hacían otros en sentido de
los crímenes y barbaries que cometen. Lo mismo que un estudiante aplicado puede adelantar a
otros que se han quedado rezagados por su falta de voluntad y esfuerzo, así, parte de la humanidad
tiene mejor destino en todos los sentidos porque en sus últimas vidas se han preocupado y esforzado
por hacer el bien en su entorno y en la sociedad. Por esta razón debemos pensar que las diferencias
existentes entre un destino y carácter de una persona y otra están basadas en el desarrollo
obtenido (espiritualización de sus cuerpos) desde que comenzaron sus andaduras como
humanos hasta ahora y no desde que nacen como un cuerpo físico. Dicho de otra manera,
cuanto más desarrollo de lo real, del Alma espiritual, mejor destino y más posibilidades
de progreso; cuanto menos desarrollo espiritual más atados a las leyes de
Renacimiento y Consecuencia y menos libertad de elección ante el destino.
Las leyes de Dios, Sus fuerzas, no son injustas ni tienen favoritismos con nadie ni con nada, todos partimos
del mismo seno y todos tenemos que volver a él con los poderes del Espíritus desarrollados, así es
que, en realidad, no hay personas más desgraciadas o beneficiadas que otras, sino que sus
diferencias son como resultado del mal uso de su libre albedrío y de su voluntad y de no
esforzarse por discernir para progresar por el camino que lleva a la perfección del Espíritu.
En el pasado, cuando, casi como animales, nos movíamos por instintos, teníamos más disculpas
porque éramos ignorantes de muchas verdades y no teníamos la capacidad de razonar. Pero en la
etapa actual (sobre todo en occidente) pocas personas pueden decir que no están capacitados
para discernir y elegir entre hacer el bien y el mal en cada momento de su vida. La observación
de todo lo que nos rodea y de las circunstancias de cada momento unida a la autoconsciencia
(esfuerzo voluntario por ser el verdadero Yo superior) debería llevarnos a utilizar la voluntad
segundo a segundo, como si nos expresáramos como el propio Espíritu, es decir, actuar
como observadores silenciosos que dejan que el Espíritu se exprese a través de su voluntad
y el discernimiento. Cuando una persona llega a utilizar de esta forma sus cuerpos, no cabe la menor
duda de que se está construyendo un destino y un carácter que será muy diferente del común de la
humanidad. Es, por tanto, el esfuerzo y sacrificio de la persona en cada vida por elegir el camino
del bien, de la compasión, del amor al prójimo, y del servicio, los que hacen que una persona
sea diferente a otra. No podemos seguir admitiendo las respuestas de muchas religiones ni de la
ciencia cuando vemos a personas malvadas que viven rodeados de lujos desde que nacen o personas
buenísimas que llevan una vida de pobreza, hay que admitir que es mucho más razonable y lógico lo
que en estas líneas se está explicando. No podemos aplicar esas teorías absurdas a una sola vida
puesto que vemos que en el universo hay orden y sabiduría y, si todo evoluciona gracias a fuerzas
invisibles a nuestros ojos ¿porqué no va a evolucionar la humanidad gracias a la fuerza del Espíritu
que renace para experimentar en cuerpos cada vez más perfectos?
Algunas personas afirman que no deberíamos ser tan diferentes puesto que, después de la muerte, la
personalidad muere y ya no queda nada que pueda manifestarse en la próxima vida. Eso es un error, la
muerte no cambia a la persona, ésta sigue siendo la misma durante unos cuantos años aunque no esté
en su cuerpo físico. Después de deshacerse del cuerpo físico, existe con su cuerpo de deseos
en el mundo que corresponde a la clase de materia de la que está hecho dicho cuerpo y ahí
está hasta que extraiga todo el beneficio de su vida pasada, tanto para no volver a hacer
el mal como para esforzarse para hacer el bien. Cuando se anula la personalidad y extrae, por último,
el beneficio del uso que haya hecho de su mente, es cuando ya no queda nada de lo que fue excepto la
quintaesencia de la vida pasada que se unirá a todas las anteriores quintaesencias para manifestarse
como voluntad, intuición, sabiduría, libre albedrío y voz de la conciencia. Por tanto, cuando esa
Alma renace, lleva consigo dicha quintaesencia que es en lo que se basan los Ángeles
para formar su destino y sus tendencias y posibilidades respecto al carácter, moralidad e inteligencia.
Esta quintaesencia, que bien podríamos llamar Yo superior, es la que hace que una persona sea diferente
a otra y que tenga un destino tan diferente a otro. Si la muerte anulara todo, podríamos pensar
que una persona de buena voluntad y gran desarrollo espiritual es igual a un malvado terrorista,
violador o asesino. Es el desarrollo obtenido a través del renacimiento el que hace que una
persona de buena voluntad no sea a la vez un asesino; es ese desarrollo del Alma, la fuerza
del Espíritu, quien marca la diferencia como ocurre con el estudiante universitario respecto al
colegial; es el desarrollo espiritual (como resultado de la búsqueda y práctica del bien) el que impide
que una persona practique la ley de ojo por ojo y diente por diente; es esta fuerza la que impide la
venganza, el odio, la injusticia, etc. Esta fuerza y poder espiritual que ha desarrollado el hombre
renacimiento tras renacimiento, es una fuerza que le hace vivir cada vez más en la realidad y
aborrecer lo físico y material para centrarse en los asuntos de Dios.
Lo mismo que el oro se purifica por medio del fuego, también el hombre construye su Alma, se purifica,
gracias a las experiencias de cada vida. Pero esto tampoco nos debe hacer pensar que somos algo físico
e insignificante, el cuerpo físico es el vehículo del Espíritu y bien haremos en cuidarle y en mantenerle sano
(o no hay también diferencia entre las personas que ponen empeño en cuidar su cuerpo y otros que le
intoxican a diario con tabaco y alcohol? Somos inmortales pero necesitamos nuestros cuerpos y
por eso debemos cuidarlos como lo que son: pensamientos, sentimientos, deseos, emociones y acciones.
Cuanto más progresemos en Espíritu más cerca estaremos de la liberación de dichos cuerpos y,
entonces, aunque tuviéramos que utilizar alguno, lo haríamos como lo hace el propio Espíritu, es decir,
sin sentirse parte de ellos; y digo yo ¿por qué no probar ya a utilizar los cuerpos de esa manera?
Meditar y poner en práctica esto puede sorprender a muchos.
Nuestra meta próxima es la liberación del ciclo de renacimientos, y para ello nos valemos (sobre todo los
que estamos en el ocultismo y similares) de meditaciones, técnicas mentales y espirituales, etc. Esto
está muy bien para unos o para otros, pero estas prácticas sin el conocimiento de las leyes divinas y
sin la observación de uno mismo desde el punto de vista del Espíritu sobre sus cuerpos, no sirve de
mucho. Todo el que conecta con estas enseñanzas y medios de desarrollo es porque su propio Yo
superior le incita a ello, en realidad la mayoría de nosotros estamos volviendo a hacer lo que ya hemos
hecho en el pasado y si no nos esforzamos en hacer algo nuevo poco más vamos a adelantar. Son
las experiencias espirituales del pasado las que nos impulsan a que sigamos esforzándonos
en esa misma línea, pero los conocimientos que obtengamos o que estemos rememorando,
nos tienen que llevar a sacrificarnos por conseguir identificarnos con nuestro Yo superior a
la vez que nos desapegamos de los placeres y del materialismo.
Actuando así estaremos preparados y alertas para aprovechar las nuevas oportunidades que los
Ángeles nos faciliten; actuando así tendremos la posibilidad de ver nuestro karma más claramente
para así poder superarlo y eliminarlo; actuando así estaremos en la paz del Espíritu desde donde,
separado de sus cuerpos, observa al hombre y sus circunstancias adaptándose a ello y asimilando
directamente sus frutos; actuando así, será la propia vida la que señale los objetivos a conquistar y
a desarrollar. En nosotros está actuar como personas o como nuestro verdadero Yo superior,
pero si elegimos actuar desde el nivel de nuestra Alma seguro que, desde este mismo
momento, nos diferenciaremos mucho de las personas normales que nos
rodean y de lo que hemos sido hasta ahora.
Francisco Nieto
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