La expresión "muerte" se refiere tan sólo a la forma. El espíritu no conoce la
muerte. También nacimiento y muerte son términos relativos: lo que nosotros
llamamos muerte es realmente un nacimiento en el mundo espiritual, y
lo que llamamos nacimiento es temporalmente una muerte en el mundo espiritual.
Cada vez que hemos agotado las posibilidades de una vida particular, se hace
necesario el que pasemos a esferas superiores por medio del procedimiento
del morir, que se teme sin razón. En el corazón se halla depositado lo que es
conocido como el átomo-simiente del cuerpo físico. Este átomo-simiente se
llama en lenguaje rosacruciano El Libro de Dios, porque todas las experiencias
pasadas están inscriptas en él. Este átomo especial nunca se modifica, y
será llevado con nosotros a través de todas nuestras existencias futuras,
formando la base de nuestra individualidad, durante toda la eternidad.
La muerte se ocasiona por la ruptura de la unión entre el átomo-simiente
y el corazón, después de lo cual las fuerzas inherentes del átomo-simiente,
a la vez que los vehículos superiores, es decir, el cuerpo vital, el cuerpo del
deseo y la mente, salen fuera por la bóveda de la cabeza. Sin embargo, un
contacto con el cuerpo es mantenido por medio del cordón de plata durante
aproximadamente tres días y medio.
Este cordón de plata es triple, un segmento se compone de éter, otro de materia
de deseo y el tercero de materia mental, y estos segmentos están unidos
a los átomos-simiente de los cuerpos correspondientes. La ruptura de la unión
entre el átomo-simiente denso y el corazón produce el efecto que el corazón
cesa de latir, pero el cuerpo no está muerto todavía, ni lo está hasta
que no se rompe el cordón de plata.
En este lapso un proceso importante tiene lugar, que es la revista retrospectiva del
panorama de la vida pasada, y la operación de grabar en el cuerpo de deseo las imágenes
contenidas en este panorama. Durante la vida el éter reflector del cuerpo vital obra
como una placa sensitiva, en la cual están recordados todos los pensamientos,
emociones, incidentes y escenas de la vida. El éter que se aspira con la respiración
lleva consigo estas imágenes y por medio de la sangre se imprimen en el cuerpo
vital. Ellas constituyen la base de las experiencias después de la muerte.
Durante un período de aproximadamente tres días y medio después de la muerte,
el ego está ocupado en concentrarse sobre este panorama, que está desarrollándose
delante de él, hacia atrás; es decir, los incidentes de la última parte de la vida
son los primeros que aparecen en el panorama. Si la concentración del ego es
profunda y no estorbada por ruidos o molestias de ninguna clase, el grabado se
hace de modo profundo y limpio, y en la vida después de la muerte, el ego estará
en situación de asimilar la totalidad del valor espiritual de la vida que acaba de
terminar. Pero si el ego está estorbado por emociones, los llantos y lamentaciones
de los parientes, o el tumulto de un campo de batalla, su concentración es
interrumpida y las experiencias de la vida pasada se graban sólo muy ligeramente
o dejan de grabarse totalmente en el cuerpo del deseo. El resultado es que la
vida pasada es prácticamente perdida, es decir, las cualidades espirituales que
normalmente hubieran debido haberse adquirido. Por esta razón deberíamos
tener mucho cuidado para que alrededor de una persona que acaba de morir
haya una gran tranquilidad, de manera que esta vida retrospectiva del panorama
de su vida no quede perturbada, en vista de que de esto depende el desarrollo
de la conciencia y la tendencia hacia una buena conducta en las vidas futuras.
Otro proceso que tiene lugar simultáneamente es la separación de los éteres. Los
dos éteres superiores, es decir el éter reflector y el de luz, mencionados en la
filosofía Rosacruz como el cuerpo del alma, se separan entonces de los dos inferiores
que son el éter químico y el de vida. Ellos se adhieren a los vehículos
superiores y atraviesan con éstos los mundos superiores, actuando como base
de conocimiento interior en estos mundos, mientras que los éteres
inferiores se quedan con el cuerpo físico desintegrándose con él. Cuando hay
algún alboroto alrededor del cuerpo durante el período de retrospección de la
vida, esta separación profunda de los éteres no se efectúa debidamente.
No es recomendable dar estimulantes a los moribundos, porque producen
considerable dolencia al ego y ningún bien; esto quiere decir, sólo en los
casos en que se ve claramente que la vida no puede prolongarse más que
algunas horas o días. Los estimulantes hacen volver violentamente dentro
del cuerpo a los vehículos superiores, y mantienen la agonía del individuo
durante horas y días, mientras que de otro modo pudiera extinguirse
relativamente con poco sufrimiento.
Después de la muerte, el cuerpo debiera ser colocado en una envoltura
de hielo durante un período de no menos de tres días y medio.
Se debería evitar el embalsamamiento, porque interfiere con la retrospección
panorámica. Igualmente se debería evitar la cremación durante este período,
porque el ego está aún en contacto con el cuerpo por medio del cordón de
plata, y hasta cierto punto, aunque limitado, nota dolor como resultado de
cualquier mutilación del cuerpo. Una cremación prematura disipa los
éteres y destroza el recuerdo panorámico que contienen. Sin embargo,
después del período de tres días y medio la cremación es de aconsejar,
porque desintegra el cuerpo físico y los dos éteres inferiores con su
magnetismo residual, dejando así al ego en libertad completa para
pasar enseguida a los mundos suprafísicos.
En el caso de enterramiento, el magnetismo del cuerpo y los éteres inferiores
tienen al ego ligado a la tierra durante un tiempo variable; generalmente
hasta que la descomposición ha llegado a un estado avanzado y está
completa. Así, en algunos casos, se ocasiona al ego un retraso de años.
Conociendo los hechos que se refieren a la muerte según lo determina la
ciencia oculta, y utilizando este conocimiento, podemos prestar un gran
servicio a aquellos amigos y conocidos nuestros
que mueren antes que nosotros. Igualmente podremos dejar instrucciones
para que, cuando nos toque morir, se nos preste el mismo servicio a nosotros.
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