Aunque estos temas han sido ampliamente desarrollados en el Concepto Rosacruz
del Cosmos y en otros trabajos de nuestra literatura, hemos recibido aquí en el Centro
General, muchas cartas de los estudiantes pidiéndonos aclaraciones sobre algunos puntos,
tales como obsesión, mediumnidad, locura, condiciones anormales del carácter, etcétera.
Como consecuencia de las cartas recibidas el autor ha creído oportuno hacer una
investigación más profunda acerca de estos asuntos que la llevada a cabo con anterioridad.
La máxima que dice que la “práctica hace maestros”, puede aplicarse con tanta propiedad a
los reinos espirituales como al mundo físico. Esperamos, pues, que la luz proyectada, sobre
estos temas en las páginas siguientes, pueda ayudar al estudiante a ver con más claridad las
causas productoras de los efectos observados en esta vida.
Para que podamos comprender perfectamente el problema, será necesario que
empecemos por el principio y de este modo veremos que los primeros hechos
fundamentales de la existencia son la continuidad de la vida y que la acción es la expresión
de la manifestación de la vida. Tan pronto como el espíritu ejecuta su primera acción,
genera incontinenti una causa que forzosamente debe producir su efecto. Esto es una
absoluta necesidad para que pueda ser mantenido el equilibrio del universo. Si esta acción
fue de carácter físico, es decir, realizada por el espíritu en un cuerpo físico, la acción deberá
ser, forzosamente, también física. Si aceptamos este principio, es evidente que debemos
renacer en este mundo a intervalos, pues siendo un hecho comprobado por todos que cada
uno genera causas en nuestra existencia diaria, las cuales no pueden y no tienen su reacción
adecuada, y si por otra parte no nos es posible cosechar lo que hemos sembrado en nuestra
encarnación presente, debemos necesariamente volver a manifestarnos en un nuevo cuerpo,
o de lo contrario la ley quedaría desvirtuada. Si la ley de Causa y Efecto es verdadera,
entonces el renacimiento periódico es una consecuencia lógica de absoluta necesidad. Así,
pues, tanto si lo comprendemos o no, tanto si nos agrada como si nos desagrada, estamos
encerrados dentro de un círculo, y, debido a nuestras propias acciones del pasado,
constreñidos a que éstas accionen y reaccionen sobre nosotros hasta que desarrollemos una
fuerza superior a la que ahora nos está sojuzgando. Lo que es esta fuerza, Goethe, el gran
místico alemán, nos lo indica en unas cuantas palabras:
“De todas las fuerzas que encadenan al mundo,
el hombre se libera cuando consigue dominio sobre sí.”