El karma actúa en base a nuestras respuestas, (conscientes o inconscientes) reacciones
y cualquier otra acción desde los diferentes cuerpos, así es que, cuando respondemos a
toda causa o vibración en las relaciones con vibraciones positivas (lo que nos traerá efectos
positivos) o cuando no respondemos a ella porque son perjudiciales, estamos anulando
el karma de nuestro destino. La Ley de Consecuencia es una ley que busca el equilibrio,
de ahí que cuando el aspirante espiritual actúa de acuerdo a las leyes divinas, con
responsabilidad y consciencia, esta Ley se convierte en una ley moral. Cuando en
nuestras relaciones actuamos de manera superficial o con muchos cambios en la vida,
no habrá la profundidad de comprensión suficiente como para considerar las relaciones
completas y positivas; sólo cuando nos despojamos de los sentimientos, deseos y
pensamientos egoístas (los que nublan la luz de lo interno) obtendremos unas relaciones
profundas y una verdadera comunión entre Almas. Cuanto más vivimos dominados por
los placeres, por lo material y por los aspectos más bajos de la personalidad, más dura
será la concha que estamos creando a nuestro alrededor y más obscurecerá la luz de lo
interno. Nuestras relaciones (carentes de vida y pureza en la mayoría de los casos)
suelen ser parciales, inestables, de forma, y más bien aisladas; así es que, si de verdad
queremos comenzar a tener verdaderas relaciones, cuyos efectos en la ley kármica
sean positivas, debemos comenzar por considerar la igualdad, la dignidad, la comprensión,
la tolerancia, la verdadera amistad y las cualidades del Alma en los demás.
Las diferencias entre las personas no deben considerarse obstrucciones para que la relación
sea profunda y espiritual, cada sexo, raza, temperamento, religión, arte…, tiene sus
características o especializaciones con un valor importante para el Alma si es
que la persona las sabe utilizar en su desarrollo. Igual que , según pasan los años, el
pasado formó las bases del presente y éste forma las del futuro, las diferencias y
características de las cosas y de las personas deben ser respetadas y trabajadas desde
el punto de vista moral y espiritual en las relaciones para que dichas diferencias
específicas se conviertan en cualidades del Espíritu. La verdadera relación permite que
cada diferencia entre las personas alcance su propio desarrollo y luz, es decir, permite
que cada individuo exprese lo mejor de sí mismo y rinda lo más que pueda dentro de
sus posibilidades. Pero, sin duda alguna, la relación que debe practicar el aspirante
espiritual es la que conlleva el servicio amoroso, el progreso y las acciones hechas
con responsabilidad y como un deber ante Dios.
La ley de relación debería ser como la de Causa y Efecto en nuestras actividades cotidianas,
es decir, debería inclinarse hacia el desarrollo del equilibrio ya que, en la mayoría de los
casos, los impactos que proceden del exterior y de los demás, obtienen respuesta por
parte nuestra, y esa respuesta es la que debe ser sabia y digna de un verdadero aspirante
espiritual. Sí, las respuestas ante los demás y ante las circunstancias pueden ser variadas
(sutiles, insuficientes, impulsivas, descontroladas, etc.) pero nosotros (los estudiantes de
ocultismo y los aspirantes espirituales) deberíamos responder de forma equilibrada, inteligente
y satisfactoria, porque actuando así es como creamos un destino armónico y justo. En realidad,
la verdadera y recta relación debe estar basada en sentimientos de hermandad y de
fraternidad puesto que ésta se realiza con todas las formas de vida, incluyendo a los
animales y otras que sabemos que, aun invisibles, están con nosotros; esto debería
ser así porque cuando hay fraternidad, la Unidad y las partes se unen y suman. Si
tuviéramos presente siempre estas palabras, no habría desigualdad ni diferencias entre
las personas ya que esta clase de relación exterioriza la Unidad. La fraternidad convierte
a la relación en pura y acaba con el aspecto, posesivo y de gratificación personal de
cada uno de los partícipes. Una relación donde el egoísmo y la gratificación se disfrazan
de amor incluso para buscar el goce, es una relación falsa que no creará nada más que
conflictos y deudas del destino kármico. Con esto no quiero decir que el goce de los
sentimientos sea malo, sino que el goce que se debe buscar en la relación es el del
deber moral y espiritual cumplido y el que siente cada uno cuando queda satisfecho
por haber hecho una buena obra.
La profundidad en la relación procede del Yo superior o Alma puesto que es inegoísta y
nada tiene que ver con nuestra personalidad terrenal ni con las demás personalidades que
nos rodean. Cuando el esfuerzo y el sacrificio inclinan a relacionarnos de esta manera
(aunque sea pocas veces al día) es como si la relación fuera entre Almas de similar grado
de conciencia y evolución. Esto nos lleva a afirmar que la propia evolución nos ayudará a
manifestar la relación perfecta basada en el amor puro o divino. Claro que para ello
debemos estar atentos y observar cada momento para actuar de la forma espiritual ya
mencionada para, así, aumentar el registro que tenemos de nuestras buenas acciones
que es al fin y al cabo, lo que nos facilita la expresión y exaltación espiritual. Cada momento
nos permite actuar de acuerdo a las leyes de Dios y cada registro de esos hechos queda
registrado para que no se pierda el poder espiritual que estamos acumulando. Pero somos
nosotros mismos quienes de una forma consciente y voluntaria debemos responder y
actuar correctamente en nuestras relaciones y en nuestra conducta en general. Es bueno
revisar los hechos y las reacciones de cada día cuando nos acostamos para analizarnos
y ver dónde y cómo hemos actuado correcta o incorrectamente. En las relaciones no se
debe causar daño a nadie en ningún sentido, no debe haber egoísmo ni abuso, sino que
se debe manifestar el amor más elevado y puro y se debe sacrificar uno mismo en favor
de los demás. La perfecta relación lleva consigo un control del cuerpo de deseos
(emocional) y de la mente para no causar tampoco ningún mal a través de los sentimientos
y pensamientos, pero si tubiera que resumir el sentido de la relación en pocas palabras
diría que la relación perfecta se alcanza comenzando por imitar a Cristo en
todas nuestras actitudes.
La verdadera y fraternal relación no utiliza al prójimo para beneficio propio ni le explota en
ningún sentido, sino que es justa, permite la colaboración y respeta la libertad y el libre
albedrío; de esta forma cada individuo puede ser él mismo sin nada que le condiciones o
cohíba. Pero la relación también debe contener armonía de vibraciones, comunión de
sentimientos elevados, sincronización de vibraciones y un intercambio de personalidades
libre de conflicto y dominación; así el hombre libre en sus relaciones convive fraternalmente
con todo ser viviente sin apegarse a nada ni crearse deudas para su futuro destino. Una
persona cuya actuación es así de correcta se está librando del karma que le ata a la tierra
porque actúa de acuerdo a la ley del Espíritu que es la ley del servicio y del sacrificio por
los demás. Esta línea como actitud en las relaciones llega incluso a limpiar la consciencia
de todo aquello que le hacía reaccionar, sentir y pensar mal y ya no está condicionado ni
encerrado en esa concha que él mismo se creó al dejarse dominar por el aspecto inferior
de la personalidad. De esta manera y siguiendo esta línea de acción, el aspirante espiritual
se convierte en un centro de vida y de fraternidad en sus relaciones, se libera del pasado
y de los patrones de conducta que le entorpecían, siempre está vibrando como una luz
entre los demás y en sintonía con sus vibraciones, todo cuando le rodea vibra en
consonancia con él, se identifica con las consciencias del prójimo y su relación es
universal como la unidad de la cual es parte.
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