CUANDO NOS SEDUCE EL ALMA
Francisco Nieto
Todo estudiante de ocultismo que aspira a una vida superior sabe que debe
esforzarse por ser un amoroso y fraternal servidor de los demás, pero como
principiante en el camino de perfección, también sabe que hay momentos
de desfallecimiento y otros de debilidad ante las tentaciones que le hacen caer
en pruebas y tentaciones a veces inesperadas. Cuando ese estudiante medita,
ora, discierne y pide ayuda a lo superior a la vez que se pone en estado
receptivo para ello, vuelve al estado espiritual que le corresponde y
comienza de nuevo la batalla contra el enemigo que lleva dentro.
Este artículo podría haber sido escrito perfectamente por cualquier
aspirante después de una de esas caídas y una vez dispuesto
de nuevo a proseguir su camino.
El acto físico de lo que normalmente llamamos “mirar” u “observar”,
se produce gracias a que los terminales nerviosos de la retina reciben la
frecuencia de luz relacionada con el color del objeto percibido. El ser
humano, en general, percibe siete frecuencias relacionadas con los colores
del arco iris, las que, hablando de vibraciones, son unas cuantas más pero
muy pocas en comparación con las vibraciones existentes que son infinitas.
Esto quiere decir que solo vemos u observamos las vibraciones relacionadas
con los objetos del mundo físico, pero nuestros sentidos (ni tampoco la mente)
no están tan desarrollados como para percibir, entre otras muchas fuerzas como,
por ejemplo la electricidad, el magnetismo, los rayos X o las partículas
atómicas y subatómicas que forma el mundo en que vivimos. Será en un
futuro aún lejano cuando desarrollemos los próximos sentidos llamados
clarividencia (voluntaria y consciente) y clariaudiencia, pero para que
podamos alcanzar esos poderes hay que desarrollar, hasta cierto grado,
el poder interno, ese Yo superior que nos intenta
guiar a modo de voz de la conciencia.
Si tenemos que desarrollar ese Yo superior para que ocupe el lugar de la
personalidad debemos saber primero quiénes somos, así es que, veamos
lo que es la personalidad y lo que es el Yo superior. El ser humano
ha desarrollado a través de su propia evolución (la vida del Espíritu
reencarnante) en las formas físicas varios cuerpos o vehículos
de manifestación, estos son:
1º.- Un cuerpo físico que es el que al principio de nuestra evolución
utilizamos (y por eso es el más desarrollado y perfecto) como hoy
utiliza otra vida grupal en desarrollo, el reino mineral. 2º.- Un cuerpo vital compuesto de cuatro éteres que compenetran la
materia (átomos, quarck, gluones…) y que mantiene el cuerpo físico
vivo incluyendo el funcionamiento del organismo y los sentidos; este
es el cuerpo etérico que sale del cuerpo físico después de la muerte. 3º.- Un cuerpo de deseos o emocional (también llamado astral) que
nos permite tener deseos, sentimientos y emociones. Este cuerpo lo
tienen también los animales que, aunque menos desarrollado que el
nuestro, no tienen esa parte de maldad que nosotros al no tener
la mente y la voluntad para hacer mal intencionada y conscientemente. 4º.- Una mente que, aunque es el cuerpo menos desarrollado, nos ha
servido para dar ese gran paso desde la era prehistórica hasta nuestros
días. Es el cuerpo que debemos desarrollar, o mejor dicho espiritualizar
cuanto antes para vencer el aspecto personal-animal que aún
tenemos y así actuar voluntaria y conscientemente en la
búsqueda de la meta para lo que fuimos creados.
Volviendo a lo que estábamos tratando en el primer párrafo y después de
ver que tenemos cuatro cuerpos (cada uno de ellos de materia más sutil)
que se compenetran mutuamente, he de decir que el sentimiento y las
emociones (el cuerpo de deseos o astral) se formaron y se siguen formando,
gracias a los impactos externos que afectan al cuerpo físico y por medio de
los sentidos. Antes de desarrollar la mente nos guiábamos por esos
sentimientos, emociones, deseos y pasiones, por eso éramos más
animales que humanos. Pero fueron precisamente esos
impactos del exterior, esas sensaciones, las que hicieron que la
humanidad comenzara a “razonar”. Hoy actuamos de la misma forma,
pero como en estos miles de años últimos hemos espiritualizado de
forma más notable el cuerpo de deseos y un poco más la mente, creemos
que somos buenas personas y que casi hemos alcanzado la meta que
tenemos que alcanzar como humanos.
Como es evidente después de las explicaciones dadas, resulta que:
1º.- Del cuerpo físico y gracias a sus sentidos, surge o creamos, los deseos,
los sentimientos o las emociones. 2º.- De los sentimientos y emociones, surgen o creamos como respuesta,
pensamientos, sean conscientes o inconscientemente creados. Pero estos
pensamientos surgen o son creados en base al archivo que normalmente
llamamos “memoria”, por tanto, la respuesta tendrá mucho que ver con
la naturaleza positiva o negativa de lo que hay en esa memoria.
Por consiguiente, lo que percibimos, analizamos o razonamos tiene
su origen en los sentidos. La respuesta inmediata a esas sensaciones
suele venir del cuerpo de deseos, cuya naturaleza está basada en lo
experimentado en esta vida y en la quintaesencia de las experiencias
de vidas pasadas; mientras que la respuesta de la mente, basándose en
el cuerpo de deseos, puede ser de tres clases:
a) Como indiferencia b) Como atracción c) Como repulsión
Así es que, como podemos ver, la que debería ser mejor respuesta es la
de interesarse consciente y voluntariamente por el hecho para “discernir”
y ver la parte positiva o más elevada del asunto.
A nivel físico decimos que no somos lo que vemos puesto que estamos
formados por materia sólida, líquida, gaseosa y etérica, es decir, células,
moléculas, átomos y (hasta ahora la ciencia no ha descubierto más) quarck
y gluones. Pero incluso entre estos últimos hay muchísimo espacio vacío
(invisible pero origen de todo lo mencionado en estas líneas) por tanto, no
somos el cuerpo físico ni tampoco el cerebro. A nivel esotérico, tampoco
somos el cuerpo físico puesto que las emociones y deseos le dominan
(están por encima del mismo) estos últimos son dominados por la mente,
y esta última es gobernada por la voluntad. Si el origen de la humanidad
está más allá de los átomos y sus partículas y si los deseos, sentimientos
y pensamientos (todos de materia invisible) son dominados por la voluntad,
quiere decir que nuestro origen es una clase de Energía, Fuerza o Espíritu
cuya Mente y Naturaleza está más allá de todo lo que podemos imaginar.
Y si, guiándonos por todas las religiones, culturas, y ya incluso por la física
cuántica, queremos darle un nombre que represente lo que “ES” diríamos
que es Omnipotente porque nada hay, a nuestro común entendimiento, por
encima de Él; Omnipresente porque todo lo creado y que podemos
percibir tiene su origen en Él y por tanto “está en todo y nosotros estamos”
dentro de Él; y Omnisciente porque Su sabiduría debe ser infinita
para poder crear el universo.
De todo esto podemos deducir que nuestra meta final es Él y que, como
hijos o parte suya en Espíritu que somos, tenemos sus propios poderes
y posibilidades latentes para ir desarrollándolos. Sabiendo esto nos podemos
preguntar ¿Qué impide que yo acelere mi desarrollo para transformarme en
ese Espíritu o Yo superior? y ¿Qué ayuda tengo para conseguirlo? El mayor
inconveniente que actualmente tiene la humanidad es el poco control de la
mente y el poder del cuerpo de deseos sobre ésta y sobre la voluntad, así es
que nuestro mayor esfuerzo debe centrarse en
el control y la purificación de la mente.
Cuando queremos hacer una limpieza en la casa o en una simple habitación,
además de dicha limpieza, tenemos que cerrar las ventanas para que no entre
suciedad. Pues bien, eso mismo tenemos que hacer respecto a la mente,
primero limpiar la mente de todos aquellos pensamientos que nos llevan
a actuar mal, y segundo evitar que penetren malos pensamientos. La
“suciedad” entra por los sentidos físicos del cuerpo, los cuales, si los
repetimos, crean un mal hábito, éstos, a su vez, estimulan y son un
aliciente para que tengamos malos deseos y sentimientos, y éstos, a
su vez, se asientan en la memoria como un patrón de conducta y
respuesta ante nuestra relación con el prójimo y ante las circunstancias
que surgen en nuestra vida cotidiana.
Por lo general, nos inclinamos a disfrutar de los placeres materiales,
egoístas y sensuales que no forman parte del desarrollo espiritual; por
otro lado, rechazamos todo aquello que suponga hacer un esfuerzo por
desarrollar la naturaleza de nuestro Yo superior, así es que:
1º.- Nos dominan el resentimiento, la envidia, el egoísmo, la venganza,
la crítica, la injuria y un sinfín de deseos y sentimientos cuyo origen
está en la naturaleza animal del cuerpo de deseos que aún tenemos
desde que comenzamos a ser humanos. 2º.- No tenemos interés en desarrollar la voluntad para imponerla
sobre la mente para así hacer limpieza y purificar la personalidad.
¿Y qué podemos hacer al respecto? Si el hecho de experimentar u observar
algo hace que nos interesemos en ello, lo primero que debemos hacer
es analizarlo o discernir sobre su naturaleza, o sea, utilizar la mente con
voluntad y consciencia para ver si puede ayudarnos en nuestro desarrollo
espiritual o no. Pero la regla más segura para superar todos estos obstáculos
sería: “No pensar en aquello que nos domina y que puede entorpecer
nuestro desarrollo interno”, es decir “olvidarnos de ello” por medio de no
repetir ese deseo, sentimiento o pensamiento.
Es necesario erradicar los malos hábitos de pensar mal y de tener malos
deseos y sentimientos para eliminarlos de nuestra memoria, y eso no puede
ocurrir hasta que dejemos de alimentar esas imágenes guardadas fruto de
las experiencias del pasado. Por ejemplo: Podemos enfadarnos por el hecho
de ver o recordar algo que hizo una persona determinada. Está claro que lo
que debemos hacer es cambiar esas imágenes por otras donde veamos
algo positivo o donde evitemos juzgarle, y aquí entra en juego la regla de
“Si queremos cambiar a una persona debemos cambiar la manera de verla
en nosotros mismos”. Es decir, si en vez de recordar el mal que una
persona hace recordamos que es nuestro hermano, (que está evolucionado
como nosotros) que tiene otras virtudes, que en un error puede caer
cualquier, que hay que perdonar, etc., y guardamos esas imágenes
para repetirlas con un toque de amor y fraternidad cada vez que
la veamos o que nos acordemos de ella, estaremos cambiando a esa
persona dentro de nosotros y a partir de ahí no crearemos ningún mal
sentimiento, deseo o pensamiento sobre ella.
Pero si queremos ir un poco más allá y hacer una limpieza a fondo en la
mente, no nos tenemos que conformar con “olvidar” ciertas prácticas e
imágenes mentales (de pensamientos, sentimientos, deseo, palabras
y obras) y no pensar en lo que nos perjudica a nuestro desarrollo interno,
sino que deberíamos estar atentos constantemente en lo que hacen
nuestros diferentes cuerpos para actuar siempre en conciencia y
así dar paso al verdadero Yo superior.
La idea es “prevenir” y “cambiar” las imágenes mentales que tenemos y
que creamos, a la vez que nuestra atención se centra en que el cuerpo de
deseos no intente estimularnos en sentido contrario. Prevenir es enfocar
voluntaria y conscientemente la mente en todo lo positivo que podamos
observar de la persona o de los hechos. Hay que tener claro que todo lo
negativo en que hasta ahora nos hemos fijado o hemos rememorado son
hechos impermanentes en nosotros que no nos pueden traer felicidad
alguna ni ayuda espiritual; esas imágenes nos traen apego a lo que es
contrario al desarrollo del Espíritu y a nuestra relación con Dios. Si es
algo que nos causa aversión y rechazo por parte de nuestra conciencia,
debemos pensar en algo que nos cause felicidad, amabilidad, amor,
compasión, servicio desinteresado, etc. Por ejemplo, la persona que se
quiere quitar de fumar, debe pensar en el mal que hace el tabaco a
su cuerpo y, por tanto, debe cambiar sus pensamientos (pensamientos
de poder conseguirlo, de confianza propia, de la salud que ganará y de
que eso no puede ser parte de él puesto que él es parte de Dios donde
no cabe ningún mal hábito que domine a las personas) Esto purifica la
mente y ésta dominará el deseo de fumar como ocurriría en el caso
del odio y la maldad en cualquier sentido contra alguien.
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