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De: moriajoan (Mensaje original) |
Enviado: 11/09/2011 12:51 |
BUSCANDO LA VIDA INTERIOR (I)
Son pocas las personas que, particularmente en occidente, se paran a pensar
en quiénes son, qué es la voluntad, qué poder tiene ésta respecto a los deseos
y sentimientos, o quién es ese yo que tiene el poder de utilizar la voluntad
según su libre albedrío. Podríamos decir que son pocos los que se llegan a
analizar y a conocer lo suficiente como para cambiar de actitud pensando más
en su desarrollo espiritual que en el material. Otra cosa muy diferente sería
si esas personas fueran conscientes de que son un Yo o Alma en evolución
que en cada vida utiliza una serie de cuerpos para obtener conocimientos,
desarrollar la mente y la voluntad y, en definitiva, para desarrollar los
poderes latentes que tiene como Espíritu creado por Dios. El simple hecho de
tener presente estos conocimientos en cada momento del día, ya cambiaría
mucho su carácter y su personalidad, lo que, por medio de la Ley de
Consecuencia, cambiaría su destino.
Existen dos aspectos importantes en el ser humano de los cuales deberíamos
ser conscientes todos, estos son:
1º.- Que desde el punto de vista del Ser o de la Conciencia somos independientes
del cuerpo físico como así lo demuestra la filosofía oculta y la física cuántica actual. 2º.- Que aun siendo un Espíritu creado y diferenciado temporalmente
“de” y “por“ Dios, somos uno con la vida universal y por tanto con toda
vida manifestada o inmanifestada en la forma.
Este conocimiento le tiene cualquier persona que esté relacionada con el
ocultismo o la filosofía oculta, pero como este artículo lo escribo para mis
blog donde puede entrar cualquier persona, explicaré un poco el significado
de los dos aspectos mencionados para que lo puedan comprender quienes
son noveles en estas enseñanzas.
Primer aspecto: La ciencia, y más concretamente la neurociencia y la física
cuántica, afirman y corroboran lo que lleva diciendo desde hace siglos
la filosofía oculta de que no somos el cuerpo físico puesto que:
a) Lo que percibimos a través de los sentidos, llega en forma de impulsos
eléctricos al cerebro; siendo éste de la misma materia atómica que el resto del cuerpo. b) En el cerebro se forma la imagen de lo percibido pero nosotros no podemos
ser el cerebro puesto que si lo fuéramos, al ser el cerebro de igual materia
que el resto del cuerpo, percibiríamos con todo el cuerpo. c) Es la mente quien refleja la imagen formada en el cerebro, pero, como
todos sabemos, la mente no es física como tampoco lo son los deseos, los
sentimientos, los pensamientos y la voluntad. d) La única manera de definirnos, como Alma enfocada sobre sus cuerpos y
sobre el mundo físico, es que, como seres, nos manifestamos como Voluntad,
como Conciencia y en forma de intuición y, por tanto, al estar incluso por
encima de la mente (prueba de ello es que la dominamos) no somos
el cerebro ni el cuerpo físico.
Segundo aspecto: Si todo en el universo es vida, se mueve y evoluciona,
nosotros, como Espíritus, no podemos estar fuera de ese Esquema de
manifestación, por tanto, aunque ahora estemos manifestados temporal e
independientemente en un cuerpo físico, formamos parte de esa Vida Universal
(de Dios) con la única diferencia de que la propia evolución de cada Alma hace
que pensemos que somos individuos con una conciencia propia separada
de la de todo cuando nos rodea.
Así es que, el ser humano está evolucionando como una vida independiente
que ha obtenido la autoconciencia gracias a las miríadas de formas que ha
utilizado hasta conseguir autoconocerse como individuo con conciencia propia.
Pero lo mismo que nosotros estamos evolucionando con un estado superior de
conciencia que los animales y éstos en un grado superior a la vida que anima
el reino vegetal; también hay vidas independientes que se manifiestan en
formas superiores a nuestros cuerpos físicos y que su conciencia es,
evolutivamente hablando, muy superior a la nuestra. Sin embargo, hay que
dejar claro que es la evolución de la vida a través de la forma, la que desarrolla
la conciencia. Por eso, el hombre siempre ha tenido la necesidad de saber quién
es y porqué está en este mundo, pero son pocos los que saben que para
conocer el universo externo deben primero conocer el interno. El mundo
externo nos ayudó a obtener la autoconciencia como están a punto de alcanzarla
muchos animales domésticos actuales, pero una vez obtenida, el hombre
debe conocerse a sí mismo para encontrar las respuestas que tanto busca.
Por tal motivo, uno de los objetivos a alcanzar cuando antes es reconocer al
Yo y actuar conscientemente como tal.
Para saber quiénes somos debemos analizar nuestra propia naturaleza y así
darnos cuenta de que hemos pasado por diferentes etapas que nos relacionan
con los reinos que nos siguen. Tenemos un cuerpo físico, (compuesto de materia
como el mineral) el cual estamos perfeccionando desde hace millones de años
a través del renacimiento; de hecho, hubo un tiempo en que tuvimos una
conciencia interna como ellos (inconsciencia) similar a un sueño muy
profundo. También tenemos una vida individual (como el vegetal) que
mantiene vivo el cuerpo físico durante cierta cantidad de años para que
obtengamos conocimiento de este mundo por medio de las experiencias
y para que desarrollemos los poderes latentes del Espíritu; también tuvimos
una conciencia similar en un pasado remoto. Por encima de dichos cuerpos
y compenetrándolos por ser de materia más sutil aún que la vida (cuerpo vital
o etérico) está el cuerpo de deseos o emocional, que es el aliciente para actuar
y experimentar por medio de los deseos, sentimientos y emociones; este
cuerpo le tienen los animales, como todos podemos comprobar, y en él
pueden estar desde los deseos y sentimientos más bajos hasta los más elevados
y espirituales. Por último y como cuerpo que nos diferencia de los reinos
mencionados, tenemos la mente que se desarrolló a partir de la adquisición
de la autoconciencia y que nos debe servir para discernir, razonar y meditar
nuestros actos con tal de que no seamos dominados por los deseos y
sentimientos inferiores. Esta mente es la última adquisición como vehículo
de expresión y por eso es la menos desarrollada, pero gracias a ella y a la
voluntad llegaremos a unirnos con nuestro propio Espíritu y con Dios como
creador del universo y como único Ser que compenetra toda la creación con Su vida. Como hemos podido comprender, el ser humano, aun con todas sus
cualidades física y mentales, no es el verdadero Yo puesto que éste está
por encima de la mente y la utiliza en cada renacimiento para avanzar
(como conciencia) un poco más en ese Plan evolutivo creado por Dios
y en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Como Espíritus
somos inmortales y eternos como lo es nuestro creador, de hecho, tenemos
todos sus poderes de forma latente, los cuales debemos desarrollar
progresivamente y hasta que nos unamos de forma autoconscientes
a Él Pero lo mismo que un niño no está preparado para comprender
lo que le pueda enseñar un profesor universitario o no está preparado
para utilizar máquinas y herramientas de adultos, tampoco nosotros hemos
alcanzado la preparación necesaria (el grado de conciencia) para asimilar
y expresar los poderes internos y el conocimiento divino que nos aguarda.
Lo mismo que los animales no pueden comprender lo que somos y porqué
actuamos como lo hacemos, tampoco nosotros hemos llegado a identificarnos
y a comprender a ese Yo o Alma, pero según vamos haciéndolo vamos
abandonando la forma de expresarnos como personalidad egoísta y
materialista. Según asumimos la conciencia del Yo, vamos comprendiendo
que estamos en este mundo pero que no somos de él y nos vamos liberando
de la esclavitud de nuestros cuerpos que hacen que tengamos todavía
mucho de animales por los malos deseos, sentimientos y
pensamientos que expresamos. La chispa divina, la vida de Dios, está oculta en toda forma evolucionante
por muchas capas de diferentes clases de materia que tengan. La vida que
contiene el reino mineral llegará a estar en el vegetal y después en el animal,
y cuando éste llegue a tal grado de desarrollo que necesite la ayuda de una
mente, pasará a utilizar el cuerpo de un salvaje o ser poco evolucionado.
Y cuando éste, aun haciendo lo que nosotros conceptuamos como verdaderas
monstruosidades, llegue a un nivel como el nuestro, ya habrá desechado de
sí mismo todos su peores deseos y sentimientos y comenzará a buscar algo
más elevado que todo lo material de lo que hasta ahora se ha servido, porque
comenzará a escuchar la voz de su conciencia de su verdadero Yo que
está en los mundos espirituales. Los animales tienen deseos y sentimientos
como nosotros pero no tienen mente, por eso se guían por instinto, pero
nosotros, desde que obtuvimos el germen de lo que llamamos mente,
hemos estado evolucionando bajo el dominio de los más bajos deseos y
pasiones, y por eso no solo nos comportamos peor que los animales sino
que, además, utilizamos la mente para hacer el mal. Y es ese mal el que, a
través de la Ley de Consecuencia y el karma, debe quitarnos esos bajos deseos,
pasiones y sentimientos gracias al correcto uso de la mente; entonces
despertamos de ese sueño para comenzar a ver la luz del Yo superior.
Según evoluciona el hombre se va identificado con su Yo superior o Alma,
se sitúa en el mundo de la mente y desde allí intenta gobernar sus cuerpos
actuando conscientemente con ellos gracias a la atenta observación de todo
lo que dice, hace, siente, desea y piensa. A partir de ahí y poco a poco, se
da perfecta cuenta de que él no es el cuerpo físico, ni los deseos, ni los
sentimientos y ni siquiera la mente porque él es mucho más real que todo eso.
Quedando claro ya que el Yo no es el cuerpo físico puesto que éste es
gobernado por el Yo a través de la mente que es inmaterial, pasaremos a
situar de manera un poco más clara la posición de este Yo superior o
Ego. El yo personal, es decir, nosotros cuando comúnmente decimos
“yo soy”, de manera consciente estamos situados en el mismo nivel de la
mente concreta y razonadora, por eso la mayoría de las personas se
identifican con la mente. El verdadero Yo superior está situado
también en el Mundo de la Mente o del Pensamiento pero lo está en las
regiones más elevadas relacionadas con el pensamiento abstracto y
con las ideas originales que, a veces, se envían a la personalidad a modo
de intuición e imaginación. Al igual que decimos que el mundo físico está
compuesto de materia sólida, líquida y gaseosa compenetrándose mutuamente
por ser cada una más sutil que la otra y todas a su vez por los átomos,
también dice la filosofía oculta que esos átomos están compenetrados por
unos éteres y éstos por otra materia más sutil, (sentimientos y deseos) y ésta
otra por otra materia aún más sutil llamada mental. Estas materias corresponden
a los mundos físico, de deseos y mental, y en cada uno de ellos hay siete
divisiones o planos de diferente grado de vibración (en su materia) y de
conciencia. Así es que nuestro cuerpo físico pertenece a las regiones
inferiores (sólido, líquido y gaseoso) del mundo físico; nuestro cuerpo
vital o etérico pertenece a las regiones etéricas de dicho mundo; nuestro
cuerpo de deseos pertenece (está compuesto) al Mundo de Deseos y
contiene materia de diferentes regiones según sean nuestros deseos,
sentimientos, emociones…; nuestra mente está compuesta de materia
de las regiones inferiores del Mundo del Pensamiento, y es el foco a través
del cual el Ego o Yo superior pone su atención en sus cuerpos y en el
mundo físico. Por tanto, el Yo está en las regiones superiores del Mundo
del Pensamiento y desde allí intenta gobernar y dirigir sus cuerpos pero,
como nosotros, como consciencias, aún no hemos evolucionado lo
suficiente como para identificarnos con él (no hemos alcanzado el nivel
de esas regiones donde se encuentra él) no puede expresarse directamente
sobre nosotros como personalidad hasta que no dirijamos todos nuestros
esfuerzos y nuestra atención hacia el Espíritu y nos expresemos a
través de nuestros cuerpos con amor, compasión, fraternidad y
servicio desinteresado al prójimo.
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Queda claro, pues, que si queremos vivir la vida interna como si fuéramos ese Yo superior,
deberíamos tener nuestra consciencia enfocada en todo lo que hacemos, hablamos, sentimos,
deseamos y pensamos. Pero vivir la vida interna también es observar a todo lo que nos rodea
como una manifestación de Dios de la cual nosotros somos parte, valorarlo con amor,
admirar su belleza y su verdad, y sentirla como parte nuestra. Cuando nosotros nos
dejamos llevar por los deseos y sentimientos y actuamos sin razonar, instintivamente
o dominados por nuestros hábitos y costumbres adquiridas desde que nacemos,
estamos manifestando la personalidad o yo inferior. Pero cuando no permitimos todo
eso y actuamos consciente y voluntariamente manifestando nuestros más elevados
ideales a la vez que evitamos las interferencias de la mente, entonces, vivimos la vida
interna. Vivir la vida interna es mirar a una flor, a un animal, a cualquier persona o a
cualquier otra cosa con amor y con admiración, como si estuviéramos contemplando
la obra de Dios en la cual estamos evolucionando e involucrados, a la vez que no permitimos
que el cuerpo de deseos y la mente expresen lo que es personal. Entonces y envueltos
en los más elevados sentimientos, es como damos paso a que el Yo superior pueda
manifestarse en nosotros. Para acercarnos al Yo superior y para alcanzar estos objetivos debemos ser dueños primeramente
de la mente en sus diferentes aspectos. El primer aspecto que debe ser dominado es la mente
instintiva. La mente instintiva es la que aún nos queda de nuestros primeros pasos como
humanos, cuando éramos más animales que personas y no percibíamos lo que hoy llamamos
conciencia, sobre todo porque aún no la habíamos creado. La mente instintiva se
relaciona más con el mantenimiento de las funciones del cuerpo físico pero en ella
también se refleja algo de lo que fuimos en el pasado y por tanto tiene relación con los
hábitos; así es que, si imponemos nuestra razón y nuestra voluntad iremos cambiándola
poco a poco para que sea una fiel aliada en nuestro progreso espiritual. Otro aspecto de la mente es el intelecto o razón, el aspecto con el que nos identificamos
más creyendo que es el Yo pero, como podemos comprobar cuando la utilizamos para
analizar, discernir y pensar voluntaria y conscientemente, el verdadero Yo (representado
también como voluntad) está por encima y la utiliza para obtener conocimiento a través
de la experiencia en este mundo. El tercer y superior aspecto de la mente es el aspecto espiritual o abstracto del cuerpo
mental. El ser humano no tiene apenas consciencia de este aspecto puesto que, actualmente,
manifiesta más el aspecto instintivo y el razonador combinados. La mente abstracta es
el origen del genio, de la intuición, de la inspiración, profecía y espiritualidad; de este
aspecto mental proceden todas las ideas que han servido para que el hombre cree el mundo
físico tal como lo vemos. Pero también de este aspecto superior relacionado con el Yo
superior es de donde tiene su origen todo lo que llamamos moral, intelectualidad,
espiritualidad, religión, justicia, amor, compasión, fraternidad, etc., por consiguiente,
quien desee acelerar su progreso espiritual debería centrar su consciencia y su
voluntad en lo que representan estas regiones superiores del Mundo del
Pensamiento donde se encuentra el Yo superior. Como Almas evolucionantes hemos obtenido hasta ahora cuatro cuerpos (el físico, el vital,
el de deseos y el mental) pero nuestra consciencia la tenemos en el mundo físico gracias
a los sentidos del cuerpo físico que son los que nos informan de lo que ocurre en el
exterior. Ha sido gracias a la mente concreta y también a la instintiva como hemos
conseguido ser conscientes en este mundo, por tanto, no hay que caer en el error
de pensar que por el hecho de que el Yo esté en un nivel superior a la mente,
haya que dejar de utilizarla. Lo mismo que de la inconsciencia pasamos a la
consciencia gracias a la mente instintiva, ahora debemos utilizar la mente concreta
para llegar a su aspecto superior o abstracto. Es más, nuestro futuro desarrollo
depende completamente del uso que hagamos de la mente respecto a los otros
vehículos; recordemos que estamos comenzando a utilizar el enorme potencial de ese cuerpo. Si queremos dominar a la razón para que el Yo superior pueda manifestarse en
la personalidad y así ésta vivir más en lo interno, debemos trabajar sobre los
diferentes vehículos o cuerpos. Cuando una persona con conocimientos como
éstos desea “conocerse a sí mismo” y medita sobre su propio ser, puede darse
cuenta rápidamente de que si intenta silenciar la mente no lo consigue
fácilmente porque acuden a ella toda una serie de sensaciones del cuerpo físico,
sentimientos o deseos del cuerpo de deseos, e impresiones mentales que
distraen a dicha persona; es más, tendrá que hacer un gran esfuerzo de voluntad
para sujetar y concentrar la mente si es que quiere utilizarla para algo concreto.
Esto, queramos o no, demuestra que el Yo que se muestra como “fuerza de
voluntad” no es el cuerpo físico ni ninguno de los otros cuerpos. Así, si el
cuerpo tiene hambre, el Yo puede retrasar la hora de alimentarle; si tiene deseos
de satisfacer algún hábito también puede hacer que el cuerpo de deseos espere;
si le invaden pensamientos de cosas que tiene pendientes de hacer o de cualquier
otro hecho, también puede echarlos para centrarse voluntariamente en lo que
desee. Pero como no todos estamos en el mismo grado evolutivo, está claro que
los menos evolucionados así como los que se vean dominados por un vicio o mal
hábito del cuerpo de deseos, no podrán vencer la tentación hasta que no tengan más
control y fortaleza mental. Y para obtener esta fortaleza mental hay diferentes
métodos pero el principal es la concentración constante junto a la observación
atenta aquí y ahora. No es necesario decir que toda esta práctica debe ir acompañada
del conocimiento de que quien tiene hambre, deseos y piensa es el cuerpo físico,
el de deseos y la mente concreta que está descontrolada, pero nunca es el Yo. Para conocernos a nosotros mismos como personas con determinados caracteres es
muy útil la meditación porque, además, nos hace ver que tenemos control sobre nuestros
cuerpos y que no somos ellos. Esto es tan simple como hacer una retrospección de lo
que hemos hecho o dicho durante el día, y si resulta que hemos perdido el control
o hemos caído en una tentación que normalmente rechazamos, lo que debemos
hacer es aislarla y meditar sobre ella como un incidente externo. Entonces llegaremos
a la conclusión de que hemos sido débiles de voluntad y nos hemos dejado llevar
por la reacción (enfado, deseo o cualquier otro hecho) del cuerpo de deseos en vez de
razonarlo y evitarlo; dándonos cuenta así de que nosotros no somos el enfado,
el deseo, ni cualquier otro hecho similar. Desde el mismo momento en que analizamos una situación donde ciertas sensaciones
o impresiones mentales nos dominan y somos conscientes de que si hubiéramos
actuado de otra forma hubiera sido diferente, estamos demostrando que nosotros no
somos esas sensaciones e impresiones y que tenemos poder sobre ellas. Así es que,
para acercarnos al Yo superior y vivir en lo interno, debemos estar atentos y observarnos
consciente y constantemente para dejar pasar en nuestras vidas solo lo positivo e
imponer nuestra voluntad para desear, sentir y pensar sólo lo que se relacione con
el Espíritu. Para ello solo es necesario hacer una lista de los sentimientos y deseos
más comunes en nosotros y luego ver cuáles nos interesa desarrollar (darles paso) y
cuáles hay que aborrecer (cerrarles la puerta) A partir de ahí se emitirán sentimientos y
pensamientos sobre lo positivo que nos pueda beneficiar y se evitarán los
sentimientos, deseos y pensamientos sobre lo que deseamos aborrecer. Como podemos ver, el hecho de analizar o meditar sobre algo nos demuestra que ese algo
es ajeno a nosotros y que no somos nosotros pero si, por el contrario, quisiéramos analizar
y meditar sobre el Yo separándolo de nosotros, no podríamos porque el Yo es la consciencia
de “Yo soy” que analiza, medita y extrae el conocimiento de las experiencias. Y este yo que
analiza y estudia las cosas pero que no es dichas cosas, es el aspecto inferior del Yo superior
que nos hace conscientes de que ese “Yo soy” es parte de la chispa divina diferenciada por
Dios para, después de extraer el mayor beneficio de todos sus cuerpos y una vez desechados
los mismos, vuelva al Padre con toda su gloria y sus poderes latentes desarrollados. Por
consiguiente, es conveniente dejar claro que somos un Yo individual que está utilizando
una serie de cuerpos para evolucionar a través de diferentes mundos, pero que no somos
esos cuerpos. Aunque fuéramos capaces de poner al yo en un sitio aparte para
analizarlo como cualquier otra cosa o para demostrar que no es el Yo ¿Quién lo
analizaría y demostraría que no es el Yo? La personalidad terrestre es una especie de
no-yo en comparación con el verdadero “Yo soy” porque nosotros, como Almas,
somos dioses en formación que algún día desarrollarán sus poderes latentes; somos
una chispa de la Gran Llama, una vida en la Vida Universal. Nosotros somos dueños y no esclavos de nuestros cuerpos, nuestra voluntad tiene
poder sobre ellos y los debe dirigir y controlar para beneficio del Espíritu, porque cuando
dominamos la mente y nos liberamos de sus impresiones dejándola limpia, es cuando
estamos mejor preparados para trabajar sobre los sentimientos y deseos que entorpecen
nuestro desarrollo. Si el cuerpo de deseos emite un deseo que nos perjudica y la mente
incontrolada accede a él, significa que ese no-yo está desarrollando algo negativo y
perjudicial. Pero si evitamos que eso ocurra y tenemos la consciencia en el aquí y
en el ahora con la voluntad fuerte y preparada para utilizar el discernimiento según lo
que mejor nos convenga, entonces estaremos acercándonos al Yo superior y
eliminando ese no-yo. Esto también es intentar vivir en lo interno, siendo
conscientes de lo que percibimos y no dejando que las sensaciones del
cuerpo y las impresiones que llegan la mente nos distraigan. Es triste ver a personas
que no pueden dormir ni descansar porque las preocupaciones y los problemas
se lo impiden, pero cuando uno vive en lo interno eso no puede pasar porque
sabemos que esas preocupaciones y problemas no somos nosotros y las
expulsamos de la mente. Controlar la mente y echar o eliminar los pensamientos
indeseables es la meta más importante que debemos alcanzar en la etapa actual
de desarrollo; esto no sólo evitará torturas mentales ajenas a nuestra voluntad, sino
que además obtendremos una gran poder para formar un nuevo carácter
gracias al poder sobre el pensamiento. El ser humano debe, primero, conocerse a sí mismo y, segundo, autogobernarse
desde la posición del Yo superior si verdaderamente quiere vivir en la paz interior y no
influir negativamente como personalidad en los demás. Una vez que nos conocemos
(sobre todo meditando sobre nuestros deseos, sentimientos y pensamientos) podremos
imponer consciente y voluntariamente el discernimiento y la conciencia sobre todos
nuestros actos. Una vez que nos reconozcamos como un Yo aparte y por encima de las
sensaciones e impresiones tanto internas como externas, estaremos listos para interceptar
todo pensamiento, deseo y sentimiento que se interponga y nos distraiga en nuestro
deseo de vivir la vida interna. Como verdadera entidad espiritual, somos un centro
sobre el que giran todas las influencias y circunstancias ajenas al Espíritu; somos una
conciencia que es parte de la Conciencia de Dios, y es en esa conciencia donde debemos
centrar nuestra existencia y la de nuestros cuerpos. Es imprescindible que en todo
momento actuemos como un Yo superior cuyo poder mental es superior a toda
expresión de la personalidad y a toda influencia ajena a nosotros. Es necesario
actuar siempre de una manera consciente y voluntaria como algo ajeno al cuerpo
físico, a los deseos, sentimientos y pensamientos para observar y corregir
los aspectos inferiores de la personalidad. Observar el cuerpo físico como herramienta, los sentimientos y deseos negativos
como algo ajeno a nosotros, y a los pensamientos ajenos a nuestra voluntad como
algo que entorpece el control mental, es la tarea que nos debe ocupar desde la mañana
a la noche. Actuando así sentiremos cómo el Yo superior acrecienta su poder sobre
la personalidad y cómo nuestra vida es más interna y armónica. Cuando se ha
trabajado durante un tiempo en este sentido, notaremos que somos más felices,
que superamos los problemas fácilmente, que expresamos esa felicidad interna
hacia quienes nos rodean, que miramos el mundo y el prójimo como algo a lo que
estamos unidos y debemos amar y respetar, que ya nada nos atemoriza porque
sabemos encontrar la salida más positiva, y que, viviendo en lo interno, (amor,
fraternidad, servicio desinteresado, compasión…)
estaremos haciendo el bien en nombre de Dios.
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