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FRANCISCO NIETO V.: BUSCANDO LA VIDA INTERIOR (I)
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 11/09/2011 12:51

 

 

  

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BUSCANDO LA VIDA INTERIOR (I)

Francisco Nieto

Son pocas las personas que, particularmente en occidente, se paran a pensar

en quiénes son, qué es la voluntad, qué poder tiene ésta respecto a los deseos

 y sentimientos, o quién es ese yo que tiene el poder de utilizar la voluntad

 según su libre albedrío. Podríamos decir que son pocos los que se llegan a

analizar y a conocer lo suficiente como para cambiar de actitud pensando más

en su desarrollo espiritual que en el material. Otra cosa muy diferente sería

si esas personas fueran conscientes de que son un Yo o Alma en evolución

que en cada vida utiliza una serie de cuerpos para obtener conocimientos,

 desarrollar la mente y la voluntad y, en definitiva, para desarrollar los

poderes latentes que tiene como Espíritu creado por Dios. El simple hecho de

 tener presente estos conocimientos en cada momento del día, ya cambiaría

 mucho su carácter y su personalidad, lo que, por medio de la Ley de

Consecuencia, cambiaría su destino.

Existen dos aspectos importantes en el ser humano de los cuales deberíamos

ser conscientes todos, estos son:

1º.- Que desde el punto de vista del Ser o de la Conciencia somos independientes

 del cuerpo físico como así lo demuestra la filosofía oculta y la física cuántica actual.
2º.- Que aun siendo un Espíritu creado y diferenciado temporalmente

 “de” y “por“ Dios, somos uno con la vida universal y por tanto con toda

 vida manifestada o inmanifestada en la forma.

Este conocimiento le tiene cualquier persona que esté relacionada con el

ocultismo o la filosofía oculta, pero como este artículo lo escribo para mis

 blog donde puede entrar cualquier persona, explicaré un poco el significado

 de los dos aspectos mencionados para que lo puedan comprender quienes

 son noveles en estas enseñanzas.

Primer aspecto: La ciencia, y más concretamente la neurociencia y la física

 cuántica, afirman y corroboran lo que lleva diciendo desde hace siglos

 la filosofía oculta de que no somos el cuerpo físico puesto que:

a) Lo que percibimos a través de los sentidos, llega en forma de impulsos

 eléctricos al cerebro; siendo éste de la misma materia atómica que el resto del cuerpo.
b) En el cerebro se forma la imagen de lo percibido pero nosotros no podemos

 ser el cerebro puesto que si lo fuéramos, al ser el cerebro de igual materia

que el resto del cuerpo, percibiríamos con todo el cuerpo.
c) Es la mente quien refleja la imagen formada en el cerebro, pero, como

todos sabemos, la mente no es física como tampoco lo son los deseos, los

 sentimientos, los pensamientos y la voluntad.
d) La única manera de definirnos, como Alma enfocada sobre sus cuerpos y

sobre el mundo físico, es que, como seres, nos manifestamos como Voluntad,

 como Conciencia y en forma de intuición y, por tanto, al estar incluso por

 encima de la mente (prueba de ello es que la dominamos) no somos

 el cerebro ni el cuerpo físico.

Segundo aspecto: Si todo en el universo es vida, se mueve y evoluciona,

 nosotros, como Espíritus, no podemos estar fuera de ese Esquema de

 manifestación, por tanto, aunque ahora estemos manifestados temporal e

 independientemente en un cuerpo físico, formamos parte de esa Vida Universal

(de Dios) con la única diferencia de que la propia evolución de cada Alma hace

que pensemos que somos individuos con una conciencia propia separada

de la de todo cuando nos rodea.

Así es que, el ser humano está evolucionando como una vida independiente

que ha obtenido la autoconciencia gracias a las miríadas de formas que ha

 utilizado hasta conseguir autoconocerse como individuo con conciencia propia.

 Pero lo mismo que nosotros estamos evolucionando con un estado superior de

 conciencia que los animales y éstos en un grado superior a la vida que anima

 el reino vegetal; también hay vidas independientes que se manifiestan en

 formas superiores a nuestros cuerpos físicos y que su conciencia es,

evolutivamente hablando, muy superior a la nuestra. Sin embargo, hay que

dejar claro que es la evolución de la vida a través de la forma, la que desarrolla

 la conciencia. Por eso, el hombre siempre ha tenido la necesidad de saber quién

es y porqué está en este mundo, pero son pocos los que saben que para

conocer el universo externo deben primero conocer el interno. El mundo

 externo nos ayudó a obtener la autoconciencia como están a punto de alcanzarla

 muchos animales domésticos actuales, pero una vez obtenida, el hombre

 debe conocerse a sí mismo para encontrar las respuestas que tanto busca.

Por tal motivo, uno de los objetivos a alcanzar cuando antes es reconocer al

Yo y actuar conscientemente como tal.

Para saber quiénes somos debemos analizar nuestra propia naturaleza y así

 darnos cuenta de que hemos pasado por diferentes etapas que nos relacionan

con los reinos que nos siguen. Tenemos un cuerpo físico, (compuesto de materia

 como el mineral) el cual estamos perfeccionando desde hace millones de años

 a través del renacimiento; de hecho, hubo un tiempo en que tuvimos una

conciencia interna como ellos (inconsciencia) similar a un sueño muy

 profundo. También tenemos una vida individual (como el vegetal) que

 mantiene vivo el cuerpo físico durante cierta cantidad de años para que

 obtengamos conocimiento de este mundo por medio de las experiencias

y para que desarrollemos los poderes latentes del Espíritu; también tuvimos

una conciencia similar en un pasado remoto. Por encima de dichos cuerpos

 y compenetrándolos por ser de materia más sutil aún que la vida (cuerpo vital

 o etérico) está el cuerpo de deseos o emocional, que es el aliciente para actuar

 y experimentar por medio de los deseos, sentimientos y emociones; este

 cuerpo le tienen los animales, como todos podemos comprobar, y en él

pueden estar desde los deseos y sentimientos más bajos hasta los más elevados

y espirituales. Por último y como cuerpo que nos diferencia de los reinos

 mencionados, tenemos la mente que se desarrolló a partir de la adquisición

 de la autoconciencia y que nos debe servir para discernir, razonar y meditar

 nuestros actos con tal de que no seamos dominados por los deseos y

sentimientos inferiores. Esta mente es la última adquisición como vehículo

 de expresión y por eso es la menos desarrollada, pero gracias a ella y a la

voluntad llegaremos a unirnos con nuestro propio Espíritu y con Dios como

creador del universo y como único Ser que compenetra toda la creación con Su vida.
Como hemos podido comprender, el ser humano, aun con todas sus

 cualidades física y mentales, no es el verdadero Yo puesto que éste está

por encima de la mente y la utiliza en cada renacimiento para avanzar

 (como conciencia) un poco más en ese Plan evolutivo creado por Dios

y en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Como Espíritus

 somos inmortales y eternos como lo es nuestro creador, de hecho, tenemos

 todos sus poderes de forma latente, los cuales debemos desarrollar

progresivamente y hasta que nos unamos de forma autoconscientes

 a Él Pero lo mismo que un niño no está preparado para comprender

 lo que le pueda enseñar un profesor universitario o no está preparado

 para utilizar máquinas y herramientas de adultos, tampoco nosotros hemos

 alcanzado la preparación necesaria (el grado de conciencia) para asimilar

 y expresar los poderes internos y el conocimiento divino que nos aguarda.

 Lo mismo que los animales no pueden comprender lo que somos y porqué

 actuamos como lo hacemos, tampoco nosotros hemos llegado a identificarnos

 y a comprender a ese Yo o Alma, pero según vamos haciéndolo vamos

 abandonando la forma de expresarnos como personalidad egoísta y

materialista. Según asumimos la conciencia del Yo, vamos comprendiendo

que estamos en este mundo pero que no somos de él y nos vamos liberando

 de la esclavitud de nuestros cuerpos que hacen que tengamos todavía

 mucho de animales por los malos deseos, sentimientos y

pensamientos que expresamos.
La chispa divina, la vida de Dios, está oculta en toda forma evolucionante

 por muchas capas de diferentes clases de materia que tengan. La vida que

 contiene el reino mineral llegará a estar en el vegetal y después en el animal,

 y cuando éste llegue a tal grado de desarrollo que necesite la ayuda de una

 mente, pasará a utilizar el cuerpo de un salvaje o ser poco evolucionado.

 Y cuando éste, aun haciendo lo que nosotros conceptuamos como verdaderas

 monstruosidades, llegue a un nivel como el nuestro, ya habrá desechado de

 sí mismo todos su peores deseos y sentimientos y comenzará a buscar algo

 más elevado que todo lo material de lo que hasta ahora se ha servido, porque

 comenzará a escuchar la voz de su conciencia de su verdadero Yo que

 está en los mundos espirituales. Los animales tienen deseos y sentimientos

 como nosotros pero no tienen mente, por eso se guían por instinto, pero

 nosotros, desde que obtuvimos el germen de lo que llamamos mente,

hemos estado evolucionando bajo el dominio de los más bajos deseos y

 pasiones, y por eso no solo nos comportamos peor que los animales sino

 que, además, utilizamos la mente para hacer el mal. Y es ese mal el que, a

 través de la Ley de Consecuencia y el karma, debe quitarnos esos bajos deseos,

pasiones y sentimientos gracias al correcto uso de la mente; entonces

 despertamos de ese sueño para comenzar a ver la luz del Yo superior.

 Según evoluciona el hombre se va identificado con su Yo superior o Alma,

 se sitúa en el mundo de la mente y desde allí intenta gobernar sus cuerpos

 actuando conscientemente con ellos gracias a la atenta observación de todo

 lo que dice, hace, siente, desea y piensa. A partir de ahí y poco a poco, se

da perfecta cuenta de que él no es el cuerpo físico, ni los deseos, ni los

 sentimientos y ni siquiera la mente porque él es mucho más real que todo eso.


 

Quedando claro ya que el Yo no es el cuerpo físico puesto que éste es

gobernado por el Yo a través de la mente que es inmaterial, pasaremos a

 situar de manera un poco más clara la posición de este Yo superior o

 Ego. El yo personal, es decir, nosotros cuando comúnmente decimos

“yo soy”, de manera consciente estamos situados en el mismo nivel de la

mente concreta y razonadora, por eso la mayoría de las personas se

 identifican con la mente. El verdadero Yo superior está situado

 también en el Mundo de la Mente o del Pensamiento pero lo está en las

 regiones más elevadas relacionadas con el pensamiento abstracto y

 con las ideas originales que, a veces, se envían a la personalidad a modo

de intuición e imaginación. Al igual que decimos que el mundo físico está

compuesto de materia sólida, líquida y gaseosa compenetrándose mutuamente

 por ser cada una más sutil que la otra y todas a su vez por los átomos,

 también dice la filosofía oculta que esos átomos están compenetrados por

unos éteres y éstos por otra materia más sutil, (sentimientos y deseos) y ésta

 otra por otra materia aún más sutil llamada mental. Estas materias corresponden

 a los mundos físico, de deseos y mental, y en cada uno de ellos hay siete

 divisiones o planos de diferente grado de vibración (en su materia) y de

 conciencia. Así es que nuestro cuerpo físico pertenece a las regiones

 inferiores (sólido, líquido y gaseoso) del mundo físico; nuestro cuerpo

vital o etérico pertenece a las regiones etéricas de dicho mundo; nuestro

 cuerpo de deseos pertenece (está compuesto) al Mundo de Deseos y

 contiene materia de diferentes regiones según sean nuestros deseos,

sentimientos, emociones…; nuestra mente está compuesta de materia

 de las regiones inferiores del Mundo del Pensamiento, y es el foco a través

 del cual el Ego o Yo superior pone su atención en sus cuerpos y en el

 mundo físico. Por tanto, el Yo está en las regiones superiores del Mundo

 del Pensamiento y desde allí intenta gobernar y dirigir sus cuerpos pero,

 como nosotros, como consciencias, aún no hemos evolucionado lo

 suficiente como para identificarnos con él (no hemos alcanzado el nivel

de esas regiones donde se encuentra él) no puede expresarse directamente

 sobre nosotros como personalidad hasta que no dirijamos todos nuestros

 esfuerzos y nuestra atención hacia el Espíritu y nos expresemos a

 través de nuestros cuerpos con amor, compasión, fraternidad y

 servicio desinteresado al prójimo.

  


 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 13/09/2011 15:40

 

 

  

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Queda claro, pues, que si queremos vivir la vida interna como si fuéramos ese Yo superior,

deberíamos tener nuestra consciencia enfocada en todo lo que hacemos, hablamos, sentimos,

deseamos y pensamos. Pero vivir la vida interna también es observar a todo lo que nos rodea

 como una manifestación de Dios de la cual nosotros somos parte, valorarlo con amor,

admirar su belleza y su verdad, y sentirla como parte nuestra. Cuando nosotros nos

 dejamos llevar por los deseos y sentimientos y actuamos sin razonar, instintivamente

 o dominados por nuestros hábitos y costumbres adquiridas desde que nacemos,

estamos manifestando la personalidad o yo inferior. Pero cuando no permitimos todo

eso y actuamos consciente y voluntariamente manifestando nuestros más elevados

 ideales a la vez que evitamos las interferencias de la mente, entonces, vivimos la vida

interna. Vivir la vida interna es mirar a una flor, a un animal, a cualquier persona o a

cualquier otra cosa con amor y con admiración, como si estuviéramos contemplando

la obra de Dios en la cual estamos evolucionando e involucrados, a la vez que no permitimos

 que el cuerpo de deseos y la mente expresen lo que es personal. Entonces y envueltos

 en los más elevados sentimientos, es como damos paso a que el Yo superior pueda

 manifestarse en nosotros.
Para acercarnos al Yo superior y para alcanzar estos objetivos debemos ser dueños primeramente

de la mente en sus diferentes aspectos. El primer aspecto que debe ser dominado es la mente

instintiva. La mente instintiva es la que aún nos queda de nuestros primeros pasos como

 humanos, cuando éramos más animales que personas y no percibíamos lo que hoy llamamos

 conciencia, sobre todo porque aún no la habíamos creado. La mente instintiva se

 relaciona más con el mantenimiento de las funciones del cuerpo físico pero en ella

también se refleja algo de lo que fuimos en el pasado y por tanto tiene relación con los

 hábitos; así es que, si imponemos nuestra razón y nuestra voluntad iremos cambiándola

 poco a poco para que sea una fiel aliada en nuestro progreso espiritual.
Otro aspecto de la mente es el intelecto o razón, el aspecto con el que nos identificamos

 más creyendo que es el Yo pero, como podemos comprobar cuando la utilizamos para

analizar, discernir y pensar voluntaria y conscientemente, el verdadero Yo (representado

también como voluntad) está por encima y la utiliza para obtener conocimiento a través

de la experiencia en este mundo.
El tercer y superior aspecto de la mente es el aspecto espiritual o abstracto del cuerpo

 mental. El ser humano no tiene apenas consciencia de este aspecto puesto que, actualmente,

 manifiesta más el aspecto instintivo y el razonador combinados. La mente abstracta es

 el origen del genio, de la intuición, de la inspiración, profecía y espiritualidad; de este

 aspecto mental proceden todas las ideas que han servido para que el hombre cree el mundo

 físico tal como lo vemos. Pero también de este aspecto superior relacionado con el Yo

superior es de donde tiene su origen todo lo que llamamos moral, intelectualidad,

espiritualidad, religión, justicia, amor, compasión, fraternidad, etc., por consiguiente,

 quien desee acelerar su progreso espiritual debería centrar su consciencia y su

 voluntad en lo que representan estas regiones superiores del Mundo del

Pensamiento donde se encuentra el Yo superior.
Como Almas evolucionantes hemos obtenido hasta ahora cuatro cuerpos (el físico, el vital,

el de deseos y el mental) pero nuestra consciencia la tenemos en el mundo físico gracias

 a los sentidos del cuerpo físico que son los que nos informan de lo que ocurre en el

exterior. Ha sido gracias a la mente concreta y también a la instintiva como hemos

 conseguido ser conscientes en este mundo, por tanto, no hay que caer en el error

de pensar que por el hecho de que el Yo esté en un nivel superior a la mente,

 haya que dejar de utilizarla. Lo mismo que de la inconsciencia pasamos a la

consciencia gracias a la mente instintiva, ahora debemos utilizar la mente concreta

 para llegar a su aspecto superior o abstracto. Es más, nuestro futuro desarrollo

depende completamente del uso que hagamos de la mente respecto a los otros

vehículos; recordemos que estamos comenzando a utilizar el enorme potencial de ese cuerpo.
Si queremos dominar a la razón para que el Yo superior pueda manifestarse en

la personalidad y así ésta vivir más en lo interno, debemos trabajar sobre los

diferentes vehículos o cuerpos. Cuando una persona con conocimientos como

éstos desea “conocerse a sí mismo” y medita sobre su propio ser, puede darse

 cuenta rápidamente de que si intenta silenciar la mente no lo consigue

fácilmente porque acuden a ella toda una serie de sensaciones del cuerpo físico,

 sentimientos o deseos del cuerpo de deseos, e impresiones mentales que

 distraen a dicha persona; es más, tendrá que hacer un gran esfuerzo de voluntad

 para sujetar y concentrar la mente si es que quiere utilizarla para algo concreto.

 Esto, queramos o no, demuestra que el Yo que se muestra como “fuerza de

 voluntad” no es el cuerpo físico ni ninguno de los otros cuerpos. Así, si el

cuerpo tiene hambre, el Yo puede retrasar la hora de alimentarle; si tiene deseos

 de satisfacer algún hábito también puede hacer que el cuerpo de deseos espere;

 si le invaden pensamientos de cosas que tiene pendientes de hacer o de cualquier

 otro hecho, también puede echarlos para centrarse voluntariamente en lo que

 desee. Pero como no todos estamos en el mismo grado evolutivo, está claro que

 los menos evolucionados así como los que se vean dominados por un vicio o mal

 hábito del cuerpo de deseos, no podrán vencer la tentación hasta que no tengan más

control y fortaleza mental. Y para obtener esta fortaleza mental hay diferentes

 métodos pero el principal es la concentración constante junto a la observación

 atenta aquí y ahora. No es necesario decir que toda esta práctica debe ir acompañada

del conocimiento de que quien tiene hambre, deseos y piensa es el cuerpo físico,

 el de deseos y la mente concreta que está descontrolada, pero nunca es el Yo.
Para conocernos a nosotros mismos como personas con determinados caracteres es

 muy útil la meditación porque, además, nos hace ver que tenemos control sobre nuestros

 cuerpos y que no somos ellos. Esto es tan simple como hacer una retrospección de lo

 que hemos hecho o dicho durante el día, y si resulta que hemos perdido el control

 o hemos caído en una tentación que normalmente rechazamos, lo que debemos

 hacer es aislarla y meditar sobre ella como un incidente externo. Entonces llegaremos

 a la conclusión de que hemos sido débiles de voluntad y nos hemos dejado llevar

 por la reacción (enfado, deseo o cualquier otro hecho) del cuerpo de deseos en vez de

 razonarlo y evitarlo; dándonos cuenta así de que nosotros no somos el enfado,

el deseo, ni cualquier otro hecho similar.
Desde el mismo momento en que analizamos una situación donde ciertas sensaciones

 o impresiones mentales nos dominan y somos conscientes de que si hubiéramos

 actuado de otra forma hubiera sido diferente, estamos demostrando que nosotros no

somos esas sensaciones e impresiones y que tenemos poder sobre ellas. Así es que,

 para acercarnos al Yo superior y vivir en lo interno, debemos estar atentos y observarnos

 consciente y constantemente para dejar pasar en nuestras vidas solo lo positivo e

imponer nuestra voluntad para desear, sentir y pensar sólo lo que se relacione con

el Espíritu. Para ello solo es necesario hacer una lista de los sentimientos y deseos

 más comunes en nosotros y luego ver cuáles nos interesa desarrollar (darles paso) y

cuáles hay que aborrecer (cerrarles la puerta) A partir de ahí se emitirán sentimientos y

 pensamientos sobre lo positivo que nos pueda beneficiar y se evitarán los

sentimientos, deseos y pensamientos sobre lo que deseamos aborrecer.
Como podemos ver, el hecho de analizar o meditar sobre algo nos demuestra que ese algo

es ajeno a nosotros y que no somos nosotros pero si, por el contrario, quisiéramos analizar

 y meditar sobre el Yo separándolo de nosotros, no podríamos porque el Yo es la consciencia

de “Yo soy” que analiza, medita y extrae el conocimiento de las experiencias. Y este yo que

analiza y estudia las cosas pero que no es dichas cosas, es el aspecto inferior del Yo superior

 que nos hace conscientes de que ese “Yo soy” es parte de la chispa divina diferenciada por

Dios para, después de extraer el mayor beneficio de todos sus cuerpos y una vez desechados

 los mismos, vuelva al Padre con toda su gloria y sus poderes latentes desarrollados. Por

 consiguiente, es conveniente dejar claro que somos un Yo individual que está utilizando

 una serie de cuerpos para evolucionar a través de diferentes mundos, pero que no somos

 esos cuerpos. Aunque fuéramos capaces de poner al yo en un sitio aparte para

 analizarlo como cualquier otra cosa o para demostrar que no es el Yo ¿Quién lo

 analizaría y demostraría que no es el Yo? La personalidad terrestre es una especie de

 no-yo en comparación con el verdadero “Yo soy” porque nosotros, como Almas,

 somos dioses en formación que algún día desarrollarán sus poderes latentes; somos

una chispa de la Gran Llama, una vida en la Vida Universal.
Nosotros somos dueños y no esclavos de nuestros cuerpos, nuestra voluntad tiene

poder sobre ellos y los debe dirigir y controlar para beneficio del Espíritu, porque cuando

 dominamos la mente y nos liberamos de sus impresiones dejándola limpia, es cuando

 estamos mejor preparados para trabajar sobre los sentimientos y deseos que entorpecen

nuestro desarrollo. Si el cuerpo de deseos emite un deseo que nos perjudica y la mente

 incontrolada accede a él, significa que ese no-yo está desarrollando algo negativo y

 perjudicial. Pero si evitamos que eso ocurra y tenemos la consciencia en el aquí y

 en el ahora con la voluntad fuerte y preparada para utilizar el discernimiento según lo

 que mejor nos convenga, entonces estaremos acercándonos al Yo superior y

eliminando ese no-yo. Esto también es intentar vivir en lo interno, siendo

 conscientes de lo que percibimos y no dejando que las sensaciones del

cuerpo y las impresiones que llegan la mente nos distraigan. Es triste ver a personas

 que no pueden dormir ni descansar porque las preocupaciones y los problemas

se lo impiden, pero cuando uno vive en lo interno eso no puede pasar porque

sabemos que esas preocupaciones y problemas no somos nosotros y las

 expulsamos de la mente. Controlar la mente y echar o eliminar los pensamientos

 indeseables es la meta más importante que debemos alcanzar en la etapa actual

de desarrollo; esto no sólo evitará torturas mentales ajenas a nuestra voluntad, sino

 que además obtendremos una gran poder para formar un nuevo carácter

 gracias al poder sobre el pensamiento.
El ser humano debe, primero, conocerse a sí mismo y, segundo, autogobernarse

 desde la posición del Yo superior si verdaderamente quiere vivir en la paz interior y no

 influir negativamente como personalidad en los demás. Una vez que nos conocemos

 (sobre todo meditando sobre nuestros deseos, sentimientos y pensamientos) podremos

 imponer consciente y voluntariamente el discernimiento y la conciencia sobre todos

 nuestros actos. Una vez que nos reconozcamos como un Yo aparte y por encima de las

 sensaciones e impresiones tanto internas como externas, estaremos listos para interceptar

 todo pensamiento, deseo y sentimiento que se interponga y nos distraiga en nuestro

 deseo de vivir la vida interna. Como verdadera entidad espiritual, somos un centro

sobre el que giran todas las influencias y circunstancias ajenas al Espíritu; somos una

conciencia que es parte de la Conciencia de Dios, y es en esa conciencia donde debemos

 centrar nuestra existencia y la de nuestros cuerpos. Es imprescindible que en todo

 momento actuemos como un Yo superior cuyo poder mental es superior a toda

 expresión de la personalidad y a toda influencia ajena a nosotros. Es necesario

 actuar siempre de una manera consciente y voluntaria como algo ajeno al cuerpo

 físico, a los deseos, sentimientos y pensamientos para observar y corregir

 los aspectos inferiores de la personalidad.
Observar el cuerpo físico como herramienta, los sentimientos y deseos negativos

como algo ajeno a nosotros, y a los pensamientos ajenos a nuestra voluntad como

 algo que entorpece el control mental, es la tarea que nos debe ocupar desde la mañana

 a la noche. Actuando así sentiremos cómo el Yo superior acrecienta su poder sobre

 la personalidad y cómo nuestra vida es más interna y armónica. Cuando se ha

 trabajado durante un tiempo en este sentido, notaremos que somos más felices,

que superamos los problemas fácilmente, que expresamos esa felicidad interna

 hacia quienes nos rodean, que miramos el mundo y el prójimo como algo a lo que

 estamos unidos y debemos amar y respetar, que ya nada nos atemoriza porque

 sabemos encontrar la salida más positiva, y que, viviendo en lo interno, (amor,

fraternidad, servicio desinteresado, compasión…)

estaremos haciendo el bien en nombre de Dios.


 


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