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CORINNE H.: MAGIA DE LA NAVIDAD
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 03/12/2011 17:28
 

MAGIA DE LA NAVIDAD

 

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La Navidad es la época mágica del año. Es la más encantadora de las

estaciones. Hasta el mismo aire parece estremecerse y centellear de felicidad y

anticipación.

El que ha aprendido, mediante la profunda comunión interna, a contactar con

los planos ocultos de la naturaleza, reconoce que las festividades sagradas del año se

observan en los mundos internos, y que éstos transmiten su impronta al mundo físico

externo. Esto es especialmente exacto en tiempo de Navidad. Las celebraciones

jubilosas, el color, la música y el regocijo que tienen lugar en el mundo externo, no

son sino un pálido reflejo de los fenómenos correspondientes en el mundo espiritual.

Cuando Cristo llega al corazón de la Tierra, en esta hermosísima estación, la

brillantez de Su inmensa emanación impregna el Planeta entero con su esplendor.

Esta radiación penetra incluso en el mundo físico exterior, pero la densidad de

la materia hace ciegas a muchas personas a sus refulgencias. Muchos sensitivos, sin

embargo, sienten la saliente luz. Aunque no la vean, son conscientes de la elevada

exaltación y la rica inspiración que sitúa el período navideño aparte del resto del año.

El tremendo amor-luz, con que Cristo impregna el planeta cada año por

Navidad, está cambiando gradualmente la vibración atómica de la Tierra, y este gran

derramamiento de amor-luz, cada año, es el verdadero regalo de Navidad de Cristo al

mundo. Mediante él, el Planeta se va eterizando y sensibilizando hasta el punto de

poder responder a nuevos y cada vez más elevados ritmos vibratorios. Gradualmente,

pues, el ritmo crístico, palpitando en la Tierra, se hará tan potente, que todas las

vibraciones disonantes serán eliminadas: La terrible plaga de la guerra, que ahora

separa a los hombres de los hombres y a las naciones de las naciones, ya no será

posible; la enfermedad, la miseria y, finalmente, hasta la muerte misma, serán

vencidas. Cada átomo del globo responde al divino influjo con una vasta pulsación,

rítmica como la música, para el que la puede oír. Su eco es repetido por el jubiloso

tintineo de las campanas de Navidad, pues no hay una época en todo el año en la que

las campanas repiqueteen tan gozosamente como en este tiempo.

Los ángeles deben amar también esta época con un amor especial, ya que se

aproximan a la Tierra y entonan sus más deleitosos cánticos. Noche y día, multitudes

de ellos, se ciernen sobre el Planeta, derramando sus bendiciones sobre todo lo que

tiene vida, unas bendiciones que, luego, tienen su contraparte física en el incienso

que perfuma muchos lugares de culto en esta época sagrada. Los antiguos Iniciados

cristianos contactaban a voluntad las celebraciones en los planos superiores, y

muchas de las ceremonias que establecieron en la iglesia, reflejan los rituales

iniciáticos de los mundos internos. Los Maestros músicos han captado melodías de la

música angélica y las han trasladado a la Tierra en inspirados villancicos que

perdurarán mientras la Tierra exista... "Alegría al mundo, el Señor ha venido" es un

canto angélico que expresa un misterio cósmico perteneciente a los ángeles y a los

hombres. Entre las bandadas angélicas que cantan sobre la Tierra en tiempo de

Navidad, hay un ser femenino cuya luz áurica se extiende a vastos espacios: "La

reina de ángeles y hombres", que añade su melodía a la de los seres celestiales, al

tiempo que derrama sus bendiciones, especialmente sobre las madres y sus bebés, ya

que conserva en su sagrada memoria y lo comprende mejor que ninguna otra madre,

el profundo sacrificio que supone este tiempo santo. Su nota-clave musical resuena

en el Ave María, y todos los que la oyen quedan influidos, consciente o

inconscientemente, por su bendición.

En cada una de las cuatro sagradas festividades, los seres celestiales

impregnan los mundos etéricos con una radiación divina. Cada una de esas

estaciones posee su propio color característico, lo mismo que su propia nota-clave

musical, ambos empleados en las ceremonias de los Templos de Iniciación desde

hace eras.

Todos estamos familiarizados con el rojo y el verde de la estación navideña,

tal y como se celebra en Occidente. El verde es el color de la vida nueva.

Generalmente se le asocia con la primavera, cuando la nueva vida vegetal se hace

visible en el hemisferio norte. Sin embargo, es en tiempo de Navidad cuando esta

nueva vida se agita primero, dentro del Planeta, y por eso es por lo que los antiguos

videntes lo usaban como motivo decorativo en sus celebraciones del medio invierno.

El rojo es el color de Marte. Es también el color de la actividad, que se agita a través

del Planeta, cuando el rayo de Cristo "renace" en su interior. Marte está exaltado en

Capricornio y las festividades navideñas se celebran cuando el sol entra en este signo

el 21 de diciembre. El lugar de la exaltación de un planeta es donde sus fuerzas

espirituales se concentran. El rojo perteneciente a la Navidad no es un tenebroso

carmesí, sino el puro y claro color producido por la transmutación del denso rojo de

la pasión en el más claro tono de la compasión. Esto sucede con el paso de lo

personal a lo impersonal, de lo individual a lo universal.

La magia de la Navidad se caracteriza por un espíritu de buena voluntad

universal. La gente se ve animada de impulsos amistosos y generosos. Hay pocos tan

egoístas que no den algo, de sí mismos o de sus bienes, a otros. Las comunidades,

grandes o pequeñas, conciben diversos proyectos en auxilio de los necesitados, los

enfermos y los desgraciados. Los hospitales y orfanatos la celebran con cariño y

amor, buenos deseos y protección. La aspiración de todos, por doquier, es iluminar

por lo menos un rincón, proporcionando esperanza y alegría a los menos

afortunados. Este sentimiento de fraternidad universal encuentra su símbolo más

alegre en Santa Claus. Él es el que visita anualmente, por Navidad, los tejados de

todo el mundo, repartiendo, entre todos, regalos y deseos de felicidad. Se le conoce

por distintos nombres en los diferentes países, pero su espíritu es siempre el mismo,

porque no es más que la personificación de la buena voluntad universal que Cristo

trae cada año a la Tierra y que cada vez se va convirtiendo en una fuerza más

poderosa que conmueve la conciencia del hombre a lo largo y a lo ancho del mundo.

Pero, por encima de la belleza, el color y el regocijo que animan a la mágica

Navidad, por sobre toda la actividad, el bullicio y la confusión, resuena en el aire un

cántico más tierno y hermoso que el canto de los ángeles y arcángeles: La voz del

mismo Cristo, reiterándonos que, cualquier cosa que hagamos para aliviar la carga,

para sanar las heridas, para mitigar el sufrimiento o para iluminar los días de

cualquier ser humano o cualquier criatura viviente, a Él se lo hacemos. Él mismo lo

expresó así: "Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber,

era extranjero y me acogiste, desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me visitaste,

en prisión y viniste a verme".

 

 

 
 
 
 
 
 




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