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CORINNE H.: CRISTO EN SUS VARIOS ASPECTOS (EL CRISTO CÓSMICO)
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 04/12/2011 10:45

CRISTO EN SUS VARIOS ASPECTOS

CÓSMICO, PLANETARIO, HISTÓRICO Y MÍSTICO

 

EL CRISTO CÓSMICO

 

El inefable conocimiento de los Misterios concernientes a Cristo, el verdadero

Dios, es secreto.

Orígenes

Y ésta es la vida eterna, reconocerte a Ti como único Dios verdadero, y a Tu

enviado, Jesús, como Mesías.

Yo he manifestado Tu gloria en la Tierra, llevando a cabo la obra que me

encargaste; ahora, Padre, glorifícame Tú, a Tu lado, dándome la gloria que tenía

junto a Ti, antes de que existiera el mundo".

Juan 17:3-5

Cristo, el poder de Dios y la sabiduría de Dios.

I Corintios

1:24

El Verbo de Dios, mostrando la grandeza del conocimiento del Padre, que

sólo es abarcado y conocido en toda Su extensión, primero por Él y, en segunda

instancia, por aquéllos cuya razón ha sido iluminada por Él, que es Verbo y Dios,

dice: "Nadie conoce al Hijo, etc. (Mateo 11:27), pues nadie puede conocer a Aquél

que es increado y engendrado antes de ser creada la naturaleza toda, en su más

amplio sentido, tan bien como el Padre que lo engendró; ni puede nadie conocer al

Padre como el Verbo animado, que es Su sabiduría y Su verdad.

Orígenes

A medida que nos acercamos a los varios aspectos del Misterio de Cristo,

parece que escuchemos, de nuevo, la voz de ángel que le dijo a Josué: "Descalza tus

pies, pues el lugar sobre el que estás es sagrado". El Misterio de Cristo es tan

sublime, y de importancia tal, que trasciende toda humana definición. Son tan

profundos sus significados, que no pueden ser expresados con meras palabras; tan

sólo pueden ser percibidos en el silencio de la contemplación espiritual.

Todas las religiones reconocen la naturaleza trina de la Deidad. En el

Cristianismo la constituyen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A esta Trinidad, los

rosacruces le asignan los siguientes atributos: El Poder, al Padre; el Verbo, al Hijo,

el Cristo Cósmico; el movimiento, al Espíritu Santo. En relación con su visión, en la

isla de Patmos, Juan, el Revelador, dice: "Vi el cielo abierto... sus ojos eran como

llamas de fuego... y lo llaman Palabra de Dios" (Apocalipsis 19:11-13). En los

versículos iniciales de su Evangelio, Juan describe, con frases portadoras de una

potencia vital creadora, raramente sospechada por el lector corriente, o por el que

escucha sus palabras: "En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios y

el Verbo era Dios. Al principio, ya estaba con Dios. Por Él fueron hechas todas las

cosas y nada, de lo que ha sido hecho, se hizo sin Él".

San Pablo expresa el mismo pensamiento en Colosenses 1:15-19 cuando habla

de Cristo como "imagen del Dios Invisible, nacido antes que toda criatura, pues por

Él fueron creadas todas las cosas que hay en los cielos y en la tierra, visibles e

invisibles, incluso los tronos, las dominaciones y potestades o poderes: Todas las

cosas fueron creadas por Él. Y Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el

principio, el primero en nacer de la muerte para tener preeminencia en todo. Pues

plugo al Padre que en Él se diera la plenitud total".

En el Libro de la Revelación, repite también Juan la afirmación de Cristo de

que Él ya existía al principio mismo de la manifestación: "Yo soy la alfa y la omega,

el principio y el fin". En el Antiguo Testamento, Isaías hace una afirmación similar,

aplicable sólo a Cristo: "Así dice el Señor, Dios de Israel, su redentor, el Señor de los

ejércitos: Yo soy el primero y Yo soy el último; fuera de mí, no hay Dios".

Orígenes llama a Cristo "el vapor del poder de Dios y el efluvio puro de la

gloria del Omnipotente, la efulgencia de la luz eterna y el espejo inmaculado de la

energía de Dios".

En el Concepto Rosacruz del Cosmos, Max Heindel afirma que: "En el

capítulo primero de Juan, a este gran Ser se le llama Dios. De este Ser Supremo,

emana el Verbo, el Fiat Creador, sin el cual nada fue hecho", y este Verbo es el

Unigénito Hijo, nacido de Su Padre, el Ser Supremo, antes que todos los mundos.

Pero, positivamente, no es Cristo". Hace aquí Max Heindel una distinción entre el

Cristo Cósmico y el Cristo en Sus aspectos planetario e histórico. "Grande y glorioso

como es Cristo, elevándose inmensamente sobre la mera naturaleza humana, no es

ese Gran Ser (el Verbo). Ciertamente, "la palabra o el Verbo se hizo carne", pero no

en el sentido limitado de la carne de un cuerpo, sino la carne de todo lo que es, en

éste y en millones de otros sistemas solares".

El Verbo es una signatura o vibración de tremendo poder. Está compuesto de

cuatro letras (en hebreo), dos femeninas y dos masculinas. Toda la creación está

compuesta de cuatro elementos básicos, llamados: Fuego, Aire, Tierra y Agua. Las

doce Jerarquías Creadoras que rodean este universo y tienen a su cargo continuos

procesos de creación, trabajan con estos cuatro elementos. El Fuego y el Aire son

elementos masculinos o positivos; el Agua y la Tierra son femeninos o negativos.

Las Jerarquías de Tauro, Virgo y Capricornio, que trabajan mediante el elemento

Tierra, están centradas en el Verbo, el aspecto Hijo o femenino de Dios. Las

Jerarquías de Aries, Leo y Sagitario, que trabajan con el elemento Fuego, están

centradas en el Poder o aspecto masculino de Dios. De ese modo, el espíritu actúa

sobre la materia para crear. Las Jerarquías de Géminis. Libra y Acuario están

centradas en el movimiento o tercer aspecto de Dios. Pitágoras decía que "lo que deja

de moverse, deja de vivir".

Ese movimiento significa armonía o tono. Los tonos, combinados, de las doce

Jerarquías Zodiacales producen la Música de las Esferas. Así que todas las cosas son

creadas por el Verbo (tono o música). "Por la palabra de Dios fueron hechos los

cielos; y todas sus huestes, por la respiración de Su boca", dice el salmista. Cada

cosa creada, posee su propia nota-clave individual. El arquetipo humano, molde del

cuerpo físico, lo forman las divinas Jerarquías en los elevados planos espirituales; y

cada arquetipo humano tiene su propia nota-clave, que suena mientras la vida física

continúa. En el actual estado de la Humanidad, tan sólo quienes han alcanzado la

conciencia del Iniciado, pueden oír esa nota-clave musical. A medida, pues, que el

hombre desarrolla su oído espiritual, se va haciendo capaz de escuchar el canto de su

propia alma.

Las tres Jerarquía de Cáncer, Escorpio y Piscis, trabajando mediante los

elementos del Agua, están enseñando a la Humanidad la Ley del Equilibrio. Esta ley

expresa el secreto del perfecto equilibrio y, en su integridad, sólo es conocida en la

Tierra, por los Maestros. Al no haber alcanzado aún el equilibrio, los hombres, en

general, aunque pueden observar su actuación en la naturaleza, no son capaces de

apreciar sus efectos dentro de sí mismos. El más perfecto ejemplo de equilibrio se

puede observar perfectamente, quizá, en el flujo y reflujo del mar. Cuando el hombre

sea capaz de manifestar en sí mismo una polaridad perfecta, habrá vencido la

enfermedad, la edad y la muerte.

A los estudiantes rosacruces se les aconseja tomar como objeto de meditación

los versículos iniciales del Evangelio de San Juan, los cuales les ayudan a constatar

que el Verbo es el centro focal, a través del que las doce Jerarquías Creadoras

derraman sus fuerzas para la Creación.

Hay un poder específico en cada nombre, por lo que nadie debería llevar uno

que no congeniase psíquicamente con él. Cada vez que se pronuncia un nombre, sus

fuerzas quedan registradas en la personalidad de su portador, de modo armónico o

inarmónico. La palabra name ("nombre", en inglés) tiene cuatro letras: M y E, que

son femeninas; N y A, que son masculinas. Amen está compuesta de las mismas

cuatro letras, traspuestas. Los cánticos, en las primeras iglesias cristianas, eran,

realmente, invocaciones solicitando la protección y bendición de las fuerzas

estelares. A los discípulos se les encomendó curar en el nombre del Señor Cristo; y

la palabra amen se utilizaba para rodear de divina protección a los oficiantes. El

Verbo, pues, es el divino centro creador para la diseminación del amor y de la luz del

Cristo Cósmico.

En el ciclo crístico completo, del que se habla en esta obra, estudiamos el

trabajo de la Santísima Trinidad en relación con la actividad de Cristo, durante los

tres meses de verano, mientras el sol pasa por los signos zodiacales de Géminis,

Cáncer y Leo. Este trabajo se incorpora, en el calendario eclesiástico, a la fiesta del

Domingo de la Trinidad. Hemos observado cómo la actividad de los Serafines

(Jerarquía de Géminis) se dirige hacia la Tierra durante el mes de junio, bajo la guía

del Espíritu Santo. Durante el mes de julio, las fuerzas transmutadoras de los

Querubines (Jerarquía de Cáncer) son dirigidas hacia abajo, por mediación del

propio Cristo. Durante el mes de agosto, la fuerza amorosa de los Señores de la

Llama (Jerarquía de Leo), es dirigida hacia la Tierra por los poderes del Padre. Los

tres trabajan juntos, en tal armonía y unidad que son, literalmente, tres en uno y uno

en tres. Cuando el hombre despierta a la vida superior, gradualmente, espiritualiza su

voluntad, adquiere sabiduría y sublima la fuerza vital en el interior de su propio ser.

El Padre canaliza el principio de la Voluntad; Cristo, el principio de la

Sabiduría; el Espíritu Santo, el principio de la Actividad. Éste último, literalmente,

infunde la vida a las formas. Trabaja para ello con el principio vital, presente en toda

la Creación; y es el guardián de la fuerza sagrada o principio creador de Dios. Por

eso, toda cosa viviente está bajo Su guarda. El Padre crea y Cristo formula, mientras

que el Espíritu Santo activa la forma.

Vemos así por qué el único pecado imperdonable es el pecado contra el

Espíritu Santo. Este pecado consiste en el mal uso de la fuerza creadora, manifestada

en el individuo. No es, pues, Dios, quien establece un castigo por su comisión. Al

contrario, es el propio hombre el que atrae hacia sí dolor, sufrimiento, enfermedad y

muerte, como consecuencia de no haber respetado lo sagrado de la fuerza creadora

existente en su interior. Y esas consecuencias seguirán afligiendo al hombre hasta

que aprenda a vivir, verdaderamente, la divina naturaleza del Espíritu Santo,

conservando la fuerza vital dentro de su propio cuerpo.

A medida que nos aproximemos a la Era de Acuario, el trabajo del Espíritu

Santo se hará más perceptible y se comprenderá mejor. Uno de Sus cometidos

principales consiste en iluminar a la Humanidad sobre el propósito y la misión del

Señor, en relación con el Planeta Tierra y todas las criaturas que en él habitan. Cristo

se refería al Espíritu Santo cuando dijo: "Si yo no me voy, el Confortador no vendrá

a vosotros; pero si yo parto, yo os lo enviaré... y Él os mostrará las cosas por venir".

Cuando el hombre alcance ese elevado desarrollo que le haga apto para recibir

las cuatro Iniciaciones Cristianas traídas a la Tierra por el propio Cristo, será capaz

de ver a esos tres Seres divinos desarrollando Sus actividades cósmicas. Ese estado,

sin embargo, pertenece a un día muy lejano de la evolución humana. Incluso los

discípulos de Cristo recibieron sólo la primera de esas Iniciaciones Cristianas el día

de Pentecostés. La meditación sobre esta gloriosa perspectiva inclinará al aspirante a

dedicarse, en el futuro, al amor y al servicio inegoísta, y acortará el tiempo que resta,

hasta que pueda unirse a las almas consagradas a las que estas Iniciaciones les han

sido ya conferidas, como avanzados que son de la raza humana.

El tema del Cristo Cósmico es tan profundo que, tan sólo para intuir levemente

la naturaleza de este exaltado Ser, se hace, no sólo conveniente, sino necesario, el

considerarlo desde varios puntos de vista. He aquí una cita, de lo más iluminadora y

aclaratoria, de Max Heindel:

"Toda partícula de energía física viene del sol visible. Y toda energía espiritual

procede del sol espiritual, invisible. El hombre no podía soportar directamente el

impulso espiritual proveniente del sol y, por ello, tuvo que serle enviado por medio

de la luna, a través de Jehová, que es su regente. Éste es el origen de las religiones.

Más tarde, cuando el hombre se capacitó para recibir más directamente el impulso

espiritual, Cristo, el actual Espíritu de la Tierra, vino a prepararla. La diferencia entre

el Cristo de la Tierra y el Cristo Cósmico se verá mejor con un ejemplo. Imagínese

una lámpara en el centro de una esfera hueca, de metal pulido. La lámpara enviará

rayos de sí misma a todos los puntos de la esfera y reflejará lámparas en todas las

direcciones. Del mismo modo, el Cristo Cósmico - el más elevado Iniciado del

Período Solar - emite rayos. Él es el sol espiritual. El sol es trino: Nosotros vemos el

externo, el sol físico. Tras él o, escondido en él, está el sol espiritual, del cual

procede todo impulso del Cristo Cósmico. Fuera de ambos, hay algo que

denominamos Vulcano y que sólo puede verse como medio globo. En ocultismo

decimos que se trata del cuerpo del Padre. Cuando hubimos progresado lo suficiente

para que el espíritu de Cristo pudiese actuar en la Tierra, un rayo del Cristo Cósmico

vino a ella y encarnó en el cuerpo de nuestro Hermano Mayor Jesús. Tras el

sacrificio del Gólgota, Él se introdujo en la Tierra y se convirtió en su Espíritu

Planetario Interno".

 

 

 
 


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