Libra, Escorpio y Sagitario. El cristiano místico lo comprende así y sabe cómo
sincronizarse con las influencias de Miguel y sus huestes. De este modo recibe una
tremenda ayuda, por parte de la luz interior, que nunca le falla, y que está en su
propio ser, para su victoria personal sobre las tinieblas.
Cuando llega el solsticio de invierno, habiendo dado Miguel cumplimiento a
su labor anual, devuelve la regencia de la Tierra a Gabriel, el arcángel de la ternura y
el amor. Gabriel es el glorioso ser que tipifica el espíritu de la maternidad, ya que es
el guardián de las madres y sus hijos. Toda la vastísima tropa de ángeles de la
naturaleza trabaja bajo su guía durante esta estación.
Empezando el equinoccio de otoño, la dorada radiación de Cristo, que va
siendo derramada sobre la Tierra, gradualmente penetra sus capas atmosféricas y,
luego, el globo terráqueo entero hasta que, en el solsticio de invierno, alcanza su
mismo corazón. Entonces tiene lugar el mayor milagro de la naturaleza: Se produce
una magia blanca, un silencio total, y una tierna reverencia impregna la atmósfera de
la Noche Santa, mientras los ángeles de la naturaleza, junto con otros más elevados
seres celestes, combinan sus fuerzas e invierten las corrientes cósmicas. Durante los
seis meses anteriores, se estuvieron moviendo a lo largo del arco descendente;
durante los seis meses siguientes, que culminarán en el solsticio de verano, se
elevarán a lo largo del arco ascendente. La poderosa oleada de esta mágica fuerza
revigoriza la vida toda; y esa misma marea ascendente de fuerza espiritual, eleva el
fuego espinal del espíritu en el cuerpo humano. Así pues, en aquéllos que hicieron la
suficiente preparación, este fuego puede ser elevado hasta la cabeza y producir un
estado de verdadera iluminación.
Este proceso cósmico tiene lugar mediante el poder de la armonía musical y el
ritmo. Es una acción de la Palabra Creadora, del Verbo, del cual San Juan afirma que
ha existido desde el principio y que por Él fue hecho todo lo creado.
La nota clave musical de este Planeta es armonizada con el canto de los
ángeles: "Gloria a Dios en las alturas y, en la Tierra, paz y buena voluntad hacia los
hombres". Es la armoniosa y rítmica enunciación de esta palabra planetaria,
resonando, una y otra vez, por toda la Tierra, lo que produce el milagro de la Noche
Santa.
Las inmensas fuerzas celestiales que actúan entre el cielo y la Tierra en esta
bendita época, resuenan con una belleza insuperable. Un suave eco de esta celestial
armonía, captada por Franz Schubert, fue transcrita para los oídos humanos en los
exquisitos compases de su Ave María. Esta composición, en cierto sentido, puede
considerarse como la nota-clave musical de la estación navideña. Su música acarrea
un tremendo poder espiritual, particularmente durante esta época del año en que
parece como si devolviese el eco de los ritmos celestiales de los espacios cósmicos.
Durante este tiempo encantado, se produce un triple nacimiento: Primero, el
nacimiento cósmico del Espíritu de Cristo, del modo ya explicado, y que impregna
toda la naturaleza con una nueva vida; segundo, el nacimiento histórico del Gran
Maestro del Mundo, que escogió esta época para encarnar cuando lo hizo el Maestro
Jesús, que se convirtió en portador de la Luz de Cristo, Maestro de ángeles y