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CORINNE H.: LAS ESTACIONES DE LA CRUZ...(yIV)
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 08/04/2012 06:49

 

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LAS ESTACIONES DE LA CRUZ...(yIV)
 
 
Décima estación: CRISTO JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
 
La Décima Estación destaca el principio de la Gran Renunciación, simbolizada
por la separación del Maestro de Su inigualable vestidura. Esa hermosa prenda
representa la conciencia activa de Dios, esotéricamente comparable a la esencia
extraída de todas las buenas obras de nuestras vidas terrenas, y que es perceptible por
la vista interna como el "cuerpo del alma" o el "dorado vestido de bodas", un halo
luminoso que rodea todo el cuerpo y se extiende ampliamente a su alrededor como
una centelleante gloria, tal y como se ha podido comprobar en varios santos ilustres
durante sus vidas terrenas. Cristo renunció a esa gloriosa vestidura del alma para que
sus poderosas emanaciones impregnasen la cubierta etérica de la Tierra. El hombre
continúa aún recibiendo curación física e inspiración espiritual provenientes de
aquella fuerza originaria de Cristo, pues Su sacrificio no afectó solamente a su
cuerpo, sino también a su alma. Fue un derramamiento de luz y de amor, del cual la
Tierra y su Humanidad se beneficiarán hasta el fin de los tiempos.
El número Diez significa la verdadera sustancia del ser. Todos los números
conducen a él. Los que le siguen son meras combinaciones de los que le preceden. El
Diez está formado por las potencias masculina (1) y femenina (0), y representa al
hombre y a la mujer trabajando de acuerdo con las leyes de la generación. La sublime
pureza del alma, simbolizada por la vestidura inigualable y la renunciación mediante
su entrega a seres menos avanzados, se hallan hermosísimamente representadas
como la elevada consecución de la Décima Estación.
 
Undécima estación: CRISTO JESÚS ES CLAVADO A LA CRUZ
La Undécima Estación marca la total y completa renuncia a la vida personal en
favor de la vida espiritual, lo mismo que la Décima marca su inicio.
El filósofo esotérico Franz Hartmann escribe: "La mujer representa la
hermosura y la voluntad de la raza humana, mientras que la parte masculina de la
Humanidad representa la razón y la fuerza; pero ninguno de los dos, ni el masculino
ni el femenino, son perfectos. Sólo es perfecto el ser en el que lo masculino y lo
femenino están unidos".
La cruz es el símbolo de la prevalente desunión entre los principios masculino
y femenino en la Humanidad; y el espíritu interno o Cristo Interno está clavado en
esa cruz de limitación hasta que se libera a sí mismo, mediante la Iniciación, por la
que se obtiene el equilibrio perfecto.
De igual modo que la cruz (+) representa la falta de equilibrio entre lo
masculino y lo femenino, el número Once (11) representa el equilibrio, la meta
suprema de la raza humana. Por eso al Once se le denomina el Número del Maestro.
Cuando las fuerzas del Once se hacen totalmente activas en el hombre, éste adquiere
el poder de cambiar su entorno, de originar nuevas circunstancias, de crear un nuevo
cuerpo y una nueva vida, todo ello en armonía con la divina imagen a cuya
semejanza fue él mismo modelado en el principio.
La renuncia a todo lo que pertenece al plano físico proporciona la divina
compensación de un campo de acción y unos poderes ilimitados en los mundos
espirituales superiores. Cuando el alma se desliga de la materialidad, adquiere la
correspondiente libertad en su propio y verdadero mundo.
Por eso los antiguos definían los poderes del Once diciendo: "En mi mano,
todas las cosas permanecen en perfecto equilibrio. Yo uno todos los opuestos, cada
uno con su complementario".
 
Duodécima estación: CRISTO JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Mediante la Iniciación, el discípulo muere a lo finito, a lo personal, a lo
material, para renacer de nuevo al milagro y la gloria de lo infinito, lo impersonal y
lo espiritual. Lo mortal es transmutado en inmortal, lo terreno en celestial. Con las
palabras "se ha consumado", el glorioso espíritu de Cristo quedó libre para funcionar
en mundos de inmortalidad. Tal es también la consecución del discípulo cuando
alcanza este lugar del Sendero. La muerte ha sido enfrentada y vencida. Nunca más
el terrible espectro podrá alcanzarlo, ya que ha heredado la vida eterna.
El número Doce se puede aplicar a todos los conceptos relacionados con la
extensión, la expansión y la elevación. Trasciende lo tridimensional. La conciencia a
él relativa se enfoca a una dimensión superior.
El símbolo del Tarot para el número Doce es el Hombre Crucificado, o sea, el
que ha renunciado a todo y, por ello, lo ha ganado todo. El fin último del peregrinaje
del ego en la esfera terrestre es traer a la manifestación la fuerza de Cristo en él
latente. El número Doce entona la nota-clave de esa consecución.
 
Decimotercera estación: CRISTO JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
La Decimotercera Estación es el Grado de la Gran Liberación. Cuando el
cuerpo sagrado fue liberado de la cruz, fue puesto en brazos de Su bendita madre. En
otras palabras, mediante el equilibrio, el ego se libera de la cruz de la materialidad y
es elevado a la sublime exaltación de la unión con el Divino Femenino.
La Kábala dice que "cuando el macho se une a la hembra, ambos constituyen
un cuerpo completo y todo el universo se halla en estado de felicidad, porque todas
las cosas reciben bendiciones de ese cuerpo perfecto. Y eso es un Arcano". O sea,
que esa es la suprema consecución en la evolución de la raza humana.
Mediante la emanación del poder del Doce, se aprenden lecciones a través del
ritmo masculino del Uno y el ritmo femenino del Dos. El Doce, agrupado alrededor
del Uno, forma una unidad que vibra hacia el Trece. En él yace el secreto de la paz,
la abundancia y el poder, para toda la Humanidad. En la fórmula del Trece se
encuentra la clave oculta de las palabras del Maestro: "Donde dos o tres estén
reunidos en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos".
Gran parte del trabajo de Cristo y Sus discípulos está relacionado con la
mística fórmula del Trece. La nueva dispensación se estableció bajo sus poderes. La
Estación Decimotercera gobierna la transición de un estado inferior a otro superior.
Sus fuerzas son, por tanto, especialmente activas en estos días en que la Era Acuaria
está llegando a la manifestación. Como apuntando a este hecho, trece estrellas
componen la urna celestial desde la cual la constelación de Acuario, el portador del
agua celeste, está derramando las aguas de vida sobre la Tierra.
 
Decimocuarta estación: JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Cristo fue colocado en un "sepulcro nuevo" en el que no había sido sepultado
antes ningún hombre. El principio masculino se debilita con la muerte o
desequilibrio, para que pueda luego ser elevado de nuevo, en equilibrio con el
femenino. El número Catorce representa las fuerzas combinadas del masculino Uno
y el femenino Cuatro. Aquí el Cuatro es la puerta de entrada a los planos superiores.
Ese fue el trabajo de Grado demostrado por el Supremo Maestro a lo largo de la Vía
Sacra, y simbólicamente perpetuado en las Estaciones de la Cruz.
La colocación de Cristo Jesús en el "sepulcro nuevo" indica que Aquél que fue
colocado en él, acababa de experimentar la Muerte Mística, que conduce a una nueva
Iniciación o, mejor, a una Iniciación de un grado superior a la de cualquiera que la
hubiera precedido. Pues la misión de Cristo en la Tierra fue la de fundar la nueva
Escuela de Misterios Cristianos. Esa tumba, por tanto, no fue un lúgubre sepulcro de
muerte, sino la puerta de acceso a una vida más abundante.
Las Catorce Estaciones o Grados, de estados de conciencia en expansión y
ascensión progresiva, tienen su desarrollo paralelo en las estrellas interiores o
centros florales que adornan el cuerpo del hombre iluminado. "Tras ello, miré y vi
que en el cielo había una puerta abierta". Tal es la expresión bíblica para esta
exaltada vivencia.
Entre los más próximos y queridos a Cristo, sólo unos pocos tuvieron la
suficiente fortaleza para seguirle todo el camino. Entre los que lo intentaron, algunos
se volvieron atrás por no tener la suficiente fortaleza para hacer la suprema
renunciación de perder su vida por ganarla. Otros Le traicionaron en esa etapa
porque no tuvieron la suficiente fuerza de carácter y la convicción que les hubieran
hecho capaces de permanecer firmes ante un fin aparentemente ignominioso para su
Maestro, y las pullas y mofas de la crucifixión se amontonaron ante ellos. La prueba
que aquí enfrenta el candidato a la siguiente etapa del Sendero, hay muy pocos que
estén preparados para sobrellevarla con éxito.
En palabras del místico rosacruz Max Heindel: "Esta etapa es para aquéllos
que cierran sus ojos a todas las cosas de la Tierra, aquéllos que ya no se preocupan
de las alabanzas o las censuras de los hombres, sino que miran a su Padre en los
cielos. Aquéllos que están dispuestos a mantener la Verdad y sólo la Verdad.
Aquéllos que ven con el corazón y ven en los corazones de los hombres, que pueden
discernir en ellos al Cristo Interno, al Hijo del Dios viviente".
 
 

 

 

 

 



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