El Camino hacia la Verdadera
Comunidad
¿No creen que sería muy deseable que, cuando la gente se reuniese
a trabajar o vivir juntos, pudieran constituir verdaderas comunidades,
es decir, grupos en los cuales " si un miembro sufre, todos sufren, si
un miembro es honrado, todos se regocijan " (I Corintios 12:26),
grupos en los cuales la gente ama a sus vecinos como a sí mismos y se
sirven mutuamente? ¿Por qué será que los intentos de formar
comunidades a veces fallan y otras veces tienen éxito? El autor persa,
Saadi, escribió: "¡Me temo que no llegarás a la Meca, oh nómada Por
que el camino que estás transitando lleva al Turkestán!" Si un grupo
de personas quiere establecer una verdadera comunidad, debe viajar
por un camino que conduzca en esa dirección. Para descubrir tal
camino es preciso empezar por examinar una verdadera comunidad y
luego retroceder por el camino paso a paso para ver de donde viene.
Entonces, quizás, seremos capaces de descubrir tal camino y viajar por
él siempre que lo deseemos.
Una verdadera comunidad es aquélla en la cual las personas se
aman unas a otras. Pero, ¿que es el amor? Es algo más que sonreír el
uno al otro, algo más que aplaudirse mutuamente o que ser corteses
recíprocamente. Según el dr. Scott Peck, el amor es "la voluntad de
extender el propio ser con el propósito, propio y ajeno, de crecer
espiritualmente". Se incluye el "propio" debido a que sólo en la
medida que en que uno nutre su propio crecimiento espiritual puede
ayudar a producir el crecimiento de los demás.
Pero, ¿qué nos puede inclinar a buscar, no sólo el crecimiento
espiritual propio, sino el de los demás?. La respuesta es compasión.
Cuando entendamos los problemas de los otros y sintamos como
propios sus dolores, sus heridas y sus frustraciones, estaremos
motivados para ayudar a todos a crecer espiritualmente para que
puedan superar los problemas. Pero, qué es lo que hace que podamos
entender al otro y sentir compasión por los demás? Si fuéramos
clarividentes, todo lo que tendríamos que hacer sería armonizar
nuestras mentes con las del otro e, instantáneamente, sabríamos cuáles
eran sus sentimientos, sus pensamientos y sus esperanzas. Pero, como
no somos tan clarividentes como para saber qué está pasando en el
interior de los demás, hemos de acudir al método más terrenal de
hablar con ellos y escucharlos.
No toda conversación conduce al entendimiento y a la simpatía
mutua. Muchas palabras no dicen nada acerca de los sentimientos,
pensamientos y palabras de quien las emite. De hecho, mucha gente
hace grandes esfuerzos por ocultar sus verdaderos sentimientos,
pensamientos y esperanzas. ¿Porqué? Porque tienen miedo. Porque
temen no caer bien, o no ser aceptados o que no se les respete si
revelan su verdad interior. Además, pueden sentir que los demás tratan
de forzarles a cambiar su verdadera naturaleza, que ellos mismos no
desean cambiar.
¿Qué puede guiar a las personas para que abandonen sus miedos
y puedan comunicarse abiertamente unos con otros?. ¿Qué es lo que
puede hacer que se sientan seguras? Para sentir seguridad, primero,
debe cada uno comprometerse a si mismo a aceptar y a respetar
incondicionalmente al otro. Es decir, brindarle aceptación y respeto
sin importar lo que el otro diga o haga, aunque proceda
ignorantemente. Esto significa, además, que nadie será amenazado
con verse excluido del grupo, sin importar lo que haga o diga. Nadie
tratará de controlar a otro ni, menos, de ridiculizarlo ni tratarlo
agriamente. En lugar de esto, se le brindará toda la gentileza posible.
En este punto el lector puede estar diciendo, "esto suena muy
idealista. Y si dejamos de controlar a los demás con hostilidad, o
ridiculizándolo o amenazando con excluirlo, ¿como entonces
enfrentaremos el mal? ¿Quiere usted decir que respetemos el mal?"
Max Heindel afirma que " Sólo hay un pecado, la ignorancia; y sólo
un camino de salvación, el conocimiento aplicado." La gente hace el
mal porque es ignorante. Las palabras y actos nocivos son producto de
la ignorancia de los sentimientos de las víctimas y de la ley cósmica
que establece que, con el tiempo, la gente cosecha el sufrimiento que
ha infligido a los demás. Las acciones tontas son producto de la
ignorancia de las consecuencias. Cuando al pecado se le confronta
hostilmente con ridiculización y amenazas de expulsión, que pasa?
Generalmente, el pecado se vuelve subterráneo y se esconde. Pero no
se elimina, debido a que no se aclaró la ignorancia.
Una forma más exitosa de tratar con el pecado consiste en entrar
amablemente en contacto con la luz del conocimiento. No podemos
conquistar la oscuridad con más oscuridad; solo podemos conquistarla
con la luz. Con respecto al tema de brindar respeto incondicional a los
demás, aunque hagan el mal o lo que parece serlo, todos tenemos una
esencia divina oculta. Por tanto, todos son dignos de nuestro respeto.
Pero el hecho de respetar la divinidad interior, no quiere decir que
tengamos que estar de acuerdo con lo que los demás hagan. Si una
profesora en la escuela oye que un chico dice "Dos más dos son
cinco", no dejará de respetar al niño ni dejará de depositar en él
esperanzas de futuro. Simplemente, tratará amablemente de mostrarle
al niño su error, y esperará que la siguiente vez haga bien la suma.
"No hay santo sin pasado; ni pecador sin futuro."
Tan pronto como una persona se siente lo suficientemente segura
para dejar de ocultarse y hablar abiertamente, aún falta escucharla para
completar el proceso de la comunicación. Escuchar bien implica no
sólo poner atención a lo que el otro dice , sino mantener la mente
abierta a nuevas ideas y puntos de vista. El dr. Scott Peck afirma:
"hasta que no expulsemos toda expectativa y dejemos de "procesar" a
los demás según un molde preconcebido, no podremos ni escuchar ni
oír ni experimentar" Cuando escuchamos, debemos proveer un
espacio en blanco en nuestra mente, en el que colocar lo que oímos,
para que nuestros propios pensamientos no distorsionen lo que oímos,
y podamos distinguir los pensamientos del otro, de los nuestros.
Si el tipo de amor necesario para que se dé una verdadera
comunidad involucra "la voluntad de extender el propio ser con el fin
de alimentar el propio crecimiento espiritual y el de los demás", está
implicada la fuerza de la voluntad. Y ésta debe venir de dentro. Cada
miembro de la comunidad debe ser un participante voluntario,
comprometido, por su propia elección, con la comunidad.
Entonces, el camino a la verdadera comunidad puede sintetizarse
así: Un grupo de personas que, voluntariamente, se comprometen a si
mismas a no tratar de ejercer control del sobre los demás con
hostilidad, ridiculizándolos o amenazando con excluirlos, sino
prestándoles aceptación y respeto incondicional. Sólo así, los
miembros del grupo se sentirán seguros y podrán hablar abierta y
honestamente. En la medida en que se abandone todo tipo de
expectativas respecto de lo que los demás deberían decir, se
comenzará a escuchar a los demás, y empezará a brotar la simpatía.
Entonces, con el tiempo, la herida de uno se convierte en la herida de
todos, y la alegría de uno se convierte en la de todos y así se habrá
conseguido la verdadera comunidad.
Formar una verdadera comunidad implica compromiso, trabajo
duro y tiempo. El camino puede ser largo y escarpado. Pero, si el
grupo, como un todo, y cada miembro individual continuamente, se
examina en su relación con el ideal, el camino podrá ser transitado y la
verdadera comunidad será, al fin, lograda.