Cuando nos comprometemos con el probacionismo lo hacemos
con la clara intención de acortar nuestros renacimientos para llegar a la meta, esto
significa que tropezaremos con muchas dificultades y que, por lo tanto, lo
que ahorramos en tiempo, debemos gastarlo en los esfuerzos por superar las pruebas. Los señores del Karma que anotan y conservan la memoria de nuestros
pensamientos, palabras y obras y, que saben que para llegar a la iniciación
hay que quitarse mucha carga, sacan y presentan el “debe a las personas
que vallan quitándose deudas y hagan en pocas
vidas lo que deberían hacer en muchas. Por eso le vienen al probacionista disgustos, contrariedades, tropiezos
y preocupaciones mentales y enfermedades; y por eso se necesita
mucha firmeza y no desalentarse ni retroceder en momentos de
decaimiento. A veces parece como si el Maestro nos hubiera abandonado
y nos viniera lo peor, entonces nos preguntamos ¿por qué me
vienen más penas y problemas si ahora soy más bueno que hace unos años?. Entonces debemos superar la prueba y no consentir que el sentimiento
de injusticia nos llene, debemos decirnos a nosotros mismos “Yo
lo he querido así y he querido hacer frente a mi Karma, entonces
¿Qué tiene de raro que cumpla este compromiso?. A continuación debemos pensar que una vez pasada la deuda ya
no puede volver a entorpecernos porque se borra definitivamente
de nuestra cuenta. Debemos hacernos a la idea de que todo es
para nuestro bien, el de la humanidad y para Dios. Así, gozosos en
la tristeza, esperanzados en el desconsuelo y alegres en
la pena, recibimos la respuesta de la Ley. El probacionismo es uno de los primeros pasos para la mejora
de la conducta y el dominio del pensamiento que hace que el
hombre se esfuerce para ponerse en contacto con el Maestro.
Al probacionista no se le exige que cumpla todo a la perfección,
si no que se esfuerce en hacerlo bien, o sea, que persevere en
sus esfuerzos y que sea fervoroso pero sin cambiar de
propósito y sin cambiar de vista su meta. Como el mismo nombre indica, se le somete a pruebas, pero esas
pruebas o dificultades no pasan de las cosas normales de la vida cotidiana,
sin embargo, aunque el probacionista no se percate conscientemente,
el Maestro está en contacto con él y Éste hace que reciba
ayuda continua de los mundos invisibles. Naturalmente, el probacionista trata de desarrollar unas cualidades y
llegar a una meta que ni siquiera sabe cual es. Para ello deberá vivir
la vida persistiendo en ciertos ejercicios y prácticas diarias allá donde se encuentre. Una de ellas es el DISCERNIMIENTO entre lo real y lo ilusorio. Vida tras
vida vamos acumulando sabiduría por medio del discernimiento entre
lo eterno y lo perecedero; mientras las cosas mundanas nos
alucinen con su atractivo estaremos atados a la ignorancia de la tierra.
El probacionismo debe abrir los ojos y atravesar el velo engañoso
de la materia con una aguda mirada. Una vez conseguido esto y empezar a ser indiferente hacia los objetos
mundanos empezamos a ver lo real y cuando nos vemos y conocemos
lo real, ya no nos interesa lo ilusorio porque no nos satisface.
Entonces y, poco a poco, ya no trabajamos con el deseo de obtener
resultado por nuestras acciones. Los objetos de sensación se apartan
de nosotros porque ya no nos interesamos por ellos. Lo que podríamos llamar segunda regla en el probacionismo está
relacionado con la DISCIPLINA DE LA MENTE, puesto que conocemos
la facultad que tenemos de auxiliar o entorpecer a los demás con nuestros
pensamientos, o de retrasar o favorecer la evolución, debemos
convertirnos de una manera deliberada en obreros para el progreso
de todos los seres evolucionantes. Por todo esto, la disciplina del
pensamiento debe ser firme para que nuestros pensamientos puedan
ser útiles al Maestro en la labor que realiza. De la disciplina del pensamiento viene el gobierno de los sentidos y
del cuerpo o, dicho de otra forma, empezamos a regular la conducta
en nuestra vida cotidiana; al contrario que la mayoría de las personas
que dan más importancia a lo material, nosotros debemos dar más
importancia a lo mental que es la fuente de lo material. La regla tercera es la de la TOLERANCIA, tolerancia que en el probacionista
debe ser de una sublime paciencia capaz de esperar y comprender
sin pedir más de lo que pueda dar. La tolerancia es indulgente con
todas las personas y cosas porque no mira a los hombres desde el punto
de vista externo sino del interno e intenta
comprender sus aspiraciones, deseos y motivos. La cuarta regla sería AGUANTE SIN RESENTIMIENTO de todo lo que nos
pueda venir, debemos evitar la compasión y el sentirnos agraviados.
El probacionista desecha todo resentimiento hacia las personas y
cosas que le rodean porque conoce la Ley y descubre la verdad, también
comprende que en todo lo que hagan está por medio la Ley de Causa
y Efecto; así obra con justicia sabiendo que lo que no se merece
no le vendrá. La incapacidad de desviarse y la fortaleza en el
aguante son cualidades muy necesarias en el probacionismo. Otro punto importante para desarrollar por el probacionista es la FE y
confianza en el maestro y en nosotros mismos, confianza en
nosotros como Yo Superior que va superando las flaquezas poco
a poco y cuya fortaleza Divina reconocemos; confianza en el
Maestro porque comprobamos su sabiduría para enseñarnos y guiarnos.
También es importante el equilibrio y la paz mental, porque eso
significa “ajuste” y, cuando tenemos este ajuste equilibrado y
esa confianza, debemos sentir el anhelo de emancipación como
resultado de los esfuerzos por ser mejores competidores de la Ley. Después de superar las pruebas, obtener discernimiento y indiferencia
hacia lo terrenal y, después de elevar nuestro nivel mental y moral,
estamos aptos para que el Maestro que está en lo alto de la montaña
a la cual debemos subir, vea cómo nuestra luz ha alcanzado el brillo deseado. Cuando esto ocurre porque hemos empleado el pensamiento, tiempo
y fatiga para capacitarnos para estar ante el Maestro, quizás venga
en busca del probacionista. Por eso siempre tenemos que tener
abiertas las puertas de nuestro corazón, si las cerramos,
el Maestro no podrá entrar y tendrá que esperar. El maestro vigila, espera y desea encontrarnos y enseñarnos,
pero es en nuestra mano dónde está el que esto ocurra; Él llama
a las puertas de nuestros corazones pero somos
nosotros quienes tenemos que abrirle.
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