EN MOMENTOS DE MEDITACIÓN
Todas las lecturas litúrgicas tienen un efecto positivo y espiritual sobre los cuerpos del ser humano, pero
es que, si una persona que está presente se pone en sintonía por medio de la meditación y la oración,
el beneficio de sus efectos se triplicará. Cuando una persona entra a una iglesia con elevados
sentimientos de devoción, atrae hacia sí mismo los sentimientos, deseos y emociones de idéntica
vibración que otras personas han dejado, pero si el individuo entra con un sentimiento
de indiferencia o con la sola intención de curiosear el interior del templo, por supuesto
que no obtendrá ningún beneficio. Cuando Max Heindel fundó The Rosicrucian Fellowship en
California lo hizo por muchos motivos y todos con
la única intención de beneficiar al mundo, pero hay uno muy especial del cual se puede sacar
el mismo provecho que saca cualquier devoto de una iglesia, éste es el “Servicio del Templo”.
Como en todas las Órdenes, escuelas y religiones, hay unos servicios devocionales que son
muy útiles para el desarrollo espiritual, sobre todo si se repiten. La repetición crea
un hábito, los hábitos forman el carácter y según sea el carácter,
así será el destino futuro en la próxima vida. Vamos a analizar unas frases del “Servicio del Templo” para ver su maravilloso
contenido espiritual. Es muy beneficioso para el Alma meditar sobre estas frases en los
momentos de tranquilidad y relajación, y yo puedo afirmar que la meditación sobre
estos párrafos por las noches, es de un gran valor en la vida cotidiana. “”El servicio amoroso y desinteresado que hacemos a los demás es el camino más corto, más seguro
y más gozoso hacia Dios”. Si alguien ser pregunta,¿Qué tengo que hacer para acelerar mi
desarrollo espiritual? no cabe duda que la respuesta es: SERVIR AL PRÓJIMO CON AMOR. En
verdad es un camino de aceleración, si nos levantáramos todos los días con ese sentimiento
y con la firme proposición de servir con amor, nuestra vida sería muy diferente. Naturalmente,
no se trata de decirlo sino de sentirlo, está bien que antes de levantarnos -en un ejercicio de
visualización- nos veamos sirviendo en todas las oportunidades que se presenten, pero lo
importante es tener ese propósito y sentimiento durante todo el día. Para ello, (aunque ese
sentimiento no es fácil de explicar) deberíamos manifestar o exteriorizar en forma de
radiaciones, todo nuestro amor hacia las personas que nos rodean, de esta forma, a la hora
de poder hacer algo por ellas, lo haremos dando lo mejor que tenemos dentro. Pero con eso
no basta, sino que el servicio debe ser hecho sin el menor deseo de obtener algo a cambio,
el servicio debe salir del corazón como sale de la madre hacia su hijo recién nacido. Cuando
actuamos así es cuando sentimos el gozo de haber cumplido con lo que Dios desea y de
haber satisfecho a nuestro Yo superior. “El conocimiento de la unidad fundamental de cada uno con todos, la fraternidad espiritual, es
la realización de Dios” . ¿Qué es el “conocimiento de la unidad fundamental de cada uno con
todos”?, significa que todos debemos llevar dentro de nosotros y siempre presente, el hecho
de que todos somos hijos de Dios, y por lo tanto, hermanos en espíritu. Todo lo que somos
es el resultado de nuestras anteriores vidas, pero aunque así sea, somos el resultado de
nuestras experiencias y relaciones con los demás; todo lo que tenemos es obra de otras
personas, todo lo que comemos, leemos, de lo que disfrutamos, etc. es gracias a la labor
de nuestros hermanos. Incluso el adelanto espiritual que obtenemos gracias a lo que
aprendemos cuando nos hacen mal es digno de alabanza, por consiguiente, ¿No
deberíamos tenerlo siempre presente para poder sentirnos más hermanos? Si de verdad
queremos realizarnos en Dios, debemos tener siempre presente que todos debemos
ayudarnos mutuamente y que el que más pueda hacerlo es porque le han dado esa
oportunidad en esta vida. La fraternidad espiritual es saber que mientras otros estén por
detrás de nosotros, no debemos preocuparnos tanto de nuestras cosas, sino
que tenemos la obligación de preocuparnos por los que más nos necesitan. “Para alcanzar esta realización procuremos olvidar cada día el aspecto frecuentemente
poco atrayente de nuestro prójimo e intentemos servir a la Divina Esencia en él escondida; eso
constituye la base de la Fraternidad”. Hasta aquí todo lo mencionado es bastante fácil de
hacer, lo malo y difícil es cuando tenemos problemas con alguien, entonces, nuestros
malos sentimientos se hacen fuertes y vencen a nuestros mejores deseos. Cada persona
es un mundo, su desarrollo lo ha obtenido de diferente forma a la nuestra, su infancia,
su educación, costumbres, manera de pensar y de ver la vida, sus ideales y deseos, y
su carácter y temperamento son diferentes a los nuestros; sin embargo el fin de
la humanidad es llegar a entenderse y amarse como hermanos. Al principio del camino, cuando el aspirante a la vida superior se pone a trabajar seriamente
para superar sus defectos, le es fácil quitarse los vicios y malas costumbres, pero después
de un tiempo se debilita su fuerza ante las pruebas y tentaciones y su vida suele volver casi
a lo que era antes, pero lo aprendido le servirá para levantarse otra vez y luchar por el
desarrollo espiritual. Así va evolucionando el aspirante espiritual, pero para que una
persona pueda decir que ha superado algo, debe afrontarlo y vencerlo muchas veces, si no
es así, terminará cayendo en alguna de las pruebas que le pone la vida. A mayor conocimiento,
mayor responsabilidad; a mayor elevación espiritual, mayores pruebas; cuanto mayor
poder, más pruebas para ver si actuamos justamente; a mayor riqueza, más posibilidades
de ayudar para que aprendamos a compartir. Con todo esto quiero explicar la lucha que hay entre nuestro cuerpo de deseos y nuestros
deseos elevados y aspiraciones para ser mejores, la vida y las personas nos tientan y nos
hacen caer porque nos dejamos llevar por sutiles pruebas que aparentemente no tienen
importancia pero que, sin embargo, nos pueden llevar a cometer graves daños a los demás.
Cuanto más alto estamos, más daño nos podemos hacer al caer; cuanto más elevados
espiritualmente, más sutilmente somos puestos a prueba para ver como actuamos con nuestros
hermanos. Nos fijamos en los defectos de los demás y ya no admitimos ni queremos ver sus
cualidades; si nos hace algo malo intentamos evitarle para no convivir ni relacionarnos
con él; entre nosotros puede haber envidias, rencores, odios, o sólo malentendidos,
pero lo cierto es que nos cuesta mucho “olvidar cada día el aspecto frecuentemente
poco atrayente de nuestro prójimo”. Me gustaría poder (ya que lo intento y no puedo) imaginar el mundo así, olvidándonos del mal que
vemos en los demás, admitiendo a los que no queremos en nuestra vida, amando a los que
nos caen mal, y “sirviendo a la Divina esencia en él escondida”, porque esa es la base y el
único medio de formar la Fraternidad Universal. Alguien dirá que esto no se puede
conseguir en nuestros días, pero yo digo que si no comenzamos a intentarlo
en cualquier ocasión que se nos presente, no lo alcanzaremos nunca. ¡ Que Dios fortalezca nuestra conciencia para que su voz sea más
fuerte y llegue a nuestros oídos tantas veces sordos!
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