Como ya mencioné la semana pasada, estamos en el mes de Virgo. Este mes
necesitamos hacernos conscientes de lo que hicimos, lo que no
hicimos, adónde vamos y dónde debemos estar.
La siguiente historia no es una que oí, es algo
que se desarrolló a partir de una conversación.
Había una vez un rey en una isla tropical. Este rey se enteró de que había
una familia que vivía en un pueblo fuera de la ciudad y que tenía un diamante
azul. El rey quería este diamante azul para él, y
envió a su mensajero para que lo consiguiera.
El mensajero se subió al barco, y después de zarpar se quedaron sin comida.
Él era un pescador experto, así que pescó algunos peces y dio de comer a los
pasajeros. Después de que el mensajero diera de comer a todos, todo el mundo
se puso enfermo. Pero él también era médico, así que pudo curarlos a todos.
Cuando el barco llegó a la costa, el mensajero descubrió que allí había comida
en abundancia, pero las personas no tenían un lugar donde vivir. Él era carpintero,
así que construyó casas para todos. Cuando hubo construido las casas,
descubrió que las personas no sabían cómo hacer uso de la tierra. No
sabían cómo labrar ni plantar. Así que él les enseñó.
Finalmente, el mensajero acabó con todas sus buenas obras y regresó junto
al rey. El rey le preguntó qué había hecho en su viaje. Entonces el mensajero
le explicó que había dado de comer a personas, les había salvado la vida,
les había construido casas y les había enseñado cómo labrar y plantar.
Entonces el rey le preguntó sobre el diamante azul que le había pedido que
consiguiera. El mensajero admitió que había estado tan ocupado que se
había olvidado del diamante azul. El rey sacó
su espada y cortó la cabeza del mensajero.
Todos venimos a este mundo con ciertas tareas, y necesitamos encontrar
nuestro camino para poder llevarlas a cabo. Los actos de compartir
nos acercan más al camino, pero sólo son una parte del panorama.
Debemos llevar a cabo las acciones que vinimos a hacer a este mundo;
entonces descubriremos que podemos hacer mucho más. Podemos
alimentar a más personas, construir más casas, enseñar a muchas personas
cómo labrar y plantar. Son las acciones que vinimos a hacer lo
que aumentará nuestro poder de compartir más.
Un buen barómetro que podemos utilizar para asegurarnos de que estamos
en nuestro camino es preguntarnos si somos felices. Podemos preguntarnos
si hoy es mejor que ayer. Podemos llevar treinta años estudiando Kabbalah
y no estar haciendo nuestro trabajo. Debemos
seguir preguntándonos si tenemos el diamante.
Sabremos cuándo lo tenemos. Sentiremos el cambio. A veces, las personas
espirituales, las buenas personas, no están en su camino. Cada uno de
nosotros tiene una ruta específica. Cada noche, cuando nuestra alma va
a recargarse, a todos se nos pregunta si estamos en el camino.
No tenemos que buscar nuestro camino. El camino correcto, aquel que
nos lleva al diamante, está frente a nosotros.