El Bautismo era una fórmula de iniciación y constituía el acontecimiento más
ilustre de la Semana Sagrada. La Virgen Santa y los demás discípulos femeninos
eran siempre participantes importantes en este rito sagrado. Para los que eran dignos
de participar en este ceremonial, los cielos se abrían a su visión embelesada, y eran
muchas las actividades trascendentes que se les hacían visibles y audibles.
En todos los antiguos Misterios, el rito del Bautismo era simbólico de
"conducir a la visión". Es en este momento cuando el candidato desarrolla un mayor
grado de equilibrio entre las fuerzas masculina y femenina de su cuerpo-templo; los
principios de María y José son conducidos a una más armoniosa interacción. El
aspirante adquiere entonces la capacidad de pensar con su corazón y de amar con su
mente. Es necesario que este desarrollo tenga lugar en este tiempo especial pues, con
el desarrollo de la visión adquirida, el aspirante es capaz de ver en los planos
internos y contactar con los elevados seres que en ellos habitan. Para funcionar, pues,
sin peligro, cuando se contactan los mundos internos, es imprescindible haber
establecido una relación equilibrada entre las fuerzas positivas y negativas del propio
ser. Para este estadio de la evolución, el consejo de Max Heindel a sus discípulos
era: Que mantuviesen "su cabeza en las estrellas y sus pies en el suelo". Si este
consejo fuese seguido, muchas de las tragedias psíquicas que afligen al aspirante en
este punto del Sendero, se evitarían.
El simbolismo pictórico representando al candidato de pie entre dos columnas,
a las puertas del Templo, unas veces solo y, otras, acompañado de un Maestro, se
refiere a este especial punto del Sendero. Aquí es también donde escuchará la voz
que fue oída por Jesús el día de Su Bautizo, ya que se trata de una bendición del
Templo, impartida a todos los participantes dignos de este sagrado rito: "Éste es mi
amado Hijo, en el cual me complazco".
El Bautismo forma el eslabón que conecta los Misterios del Agua, de la
Navidad, con los Misterios del Fuego, de la Pascua. Aquí hay que buscar el
significado de la afirmación de una antigua leyenda que asegura que, cuando Jesús
descendió al río Jordán, grandes bolas de fuego aparecieron sobre la superficie de las
aguas.
Cuandoquiera que un aspirante experimenta un elevado estado de exaltación,
éste es siempre seguido por una sutil tentación. La tentación, por tanto, generalmente
constituye lo opuesto al Bautismo. Tras el Bautismo de Cristo-Jesús, sublime ocasión
de dedicación y consagración, vino Su tentación en el desierto y, tras la gloria de Su
Transfiguración, vino la agonía de Getsemaní. Esta secuencia ha constituido, en
todas las edades, el Sendero del Discipulado, para que el discípulo comprenda
completamente el poder del discernimiento, o sea, la habilidad para distinguir lo
verdadero de lo falso, lo real de lo irreal.
La caída de los ángeles se relata en la descripción de la Guerra en los Cielos.
La caída de la Humanidad se relata en la versión bíblica de la expulsión de
Adán y Eva del Jardín del Edén.
Los arcángeles, sin embargo, no han "caído" nunca. Aunque poseen cuerpo de
deseos, han transmutado el deseo en poder espiritual y su cuerpo de deseos en un
cuerpo de luz. Era necesario, pues, que el Salvador de ángeles y hombres viniese de
la jerarquía arcangélica. Los espíritus Luciferes lo comprendieron bien y sintieron
gran angustia ante la venida a la Tierra del arcángel Cristo. San Marcos, en su
Evangelio, refiere que el espíritu del mal dijo a Cristo: "Sé quién eres: El consagrado
de Dios". (Marcos 1:24).
Inmediatamente tras Su Bautismo, Cristo se retiró al desierto durante cuarenta
días. Tenía que familiarizarse con el uso de un cuerpo físico y aprender a funcionar
en él, sin que quedara destrozado por las poderosas radiaciones de Su exaltado
espíritu. En ese momento es cuando Lucifer se le aproximó y lo tentó, con la
esperanza de que Su encarnación en un cuerpo físico lo hubiese hecho vulnerable.
La tentación de Lucifer fue triple: Física, mental y espiritual. Le ofreció a
Cristo todos los reinos de la Tierra, probablemente la más sutil de las tentaciones.
Han abandonado el Sendero más personas a causa de la riqueza, la fama, el prestigio
y el poder terrenal, que por ningún otro motivo, como simboliza la parábola de Cristo
sobre el joven rico.
De nuevo Lucifer tentó al Maestro con la promesa de poderes mágicos para
convertir las piedras en pan. Incontables miles de hombres están empleando ahora
sus poderes mentales para atraer hacia ellos posesiones terrenales, todos sin pensar o
indiferentes al hecho de que, obrando así, se colocan, cada vez más, bajo la
influencia de Lucifer.
Finalmente, Lucifer transportó a Cristo hasta el pináculo del Templo y le
ordenó arrojarse desde él, tras haber ordenado a los ángeles que le protegiesen.
Cuando uno comienza a despertar los poderes internos inherentes al espíritu, son
muchas y muy sutiles las tentaciones para utilizar esos poderes en beneficio propio.
Pero Cristo declaró: "Yo no puedo hacer nada por mi" (Juan 5:30). En el iluminado
manual del discipulado de Mabel Collins, titulado "Luz en el Sendero", se
recomienda a los aspirantes matar toda ambición personal, pero trabajar como los
que son ambiciosos. Verdaderamente "Estrecha es la puerta y angosto el camino... y
hay pocos que los encuentren" (Mateo 7:14). El completo despego personal es la
nota-clave del verdadero Sendero del Discipulado.