La Biblia dice que fue oro, mirra e incienso. El oro ha sido siempre considerado como emblema del espíritu en las antiguas leyendas y en la simbología. En la historia del anillo del Nibelungo, puesto en escena por Wagner, se habla de los juegos de las doncellas en el agua del Rin. El agua estaba iluminada por los reflejos del oro. Esta leyenda nos hace retroceder hasta los tiempos en que esos hijos de la niebla vivían en las hermosas condiciones de la primitiva Atlántida, donde formaban una gran fraternidad, inocentes como niños, y el Espíritu Universal no había aún entrado en cuerpos separados. El oro que está en la roca bajo las aguas era el símbolo del Espíritu Universal que iluminaba a toda la humanidad. Más tarde Alberico el Nibelungo lo roba y lo convierte en un anillo, quien renuncia al amor para poseer ese oro. Eso es el símbolo del Ego separado en la edad actual de egoísmo y falta de amor. El hombre que se ha hecho sabio y ve los males del egoísmo ofrece oro al Cristo como símbolo de su deseo de devolverlo al Espíritu Universal de Amor. El segundo presente, la mirra, es una planta aromática que crece en la Arabia, la que es muy escasa y rara. Es el símbolo del alma. En las leyendas de los santos se dice que eran tan santos que emitían un aroma. Esto se cree que es una fábula piadosa, pero en verdad es un hecho que el hombre santo emite un perfume inefable. El tercer don, el incienso, es el símbolo del cuerpo denso, eterizado por una vida de santidad, porque el incienso es un vapor físico. El ministro del Interior de Servia, uno de los conspiradores que ejecutaron el regicidio que hubo en ese país hace menos de diez años, escribió después sus memorias. Según él, cuando invitaba a algunas personas a entrar en la conspiración y quemaba incienso, invariablemente conseguía la adhesión de los invitados. No sabe el por qué; sino que se limita a mencionarlo como una curiosa coincidencia. Pero para el ocultista el asunto es muy claro. Ningún espíritu puede obrar en un mundo si no tiene un vehículo formado por la materia de ese mundo. Para funcionar en el Mundo Físico, para trabajar en él, es necesario un cuerpo denso y otro vital, estando ambos formados por materia física de diversa sutilidad: sólidos, líquidos, gases y éter. Podemos obtener esos vehículos en la forma ordinaria, yendo por la matriz al nacimiento, o podemos extraer el éter del cuerpo de un médium y usarlo temporalmente para materializamos, o bien se pueden emplear los vapores (humo) del incienso. En la Iglesia Católica, cuando se invocan ciertos espíritus, el incienso proporciona el vehículo necesario en el cual podrán operar sobre los congregados allí en la misma forma en que los espíritus desencarnados lo hicieron en favor de los regicidas servios. Vemos, pues, que los dones de los sabios fueron espíritu, alma y cuerpo, dedicados al servicio de la humanidad, porque darse a sí mismo es imitar a Cristo y seguir sus pasos.
LA ESTRELLA MÁGICA
Lo mismo que la música produce en los éteres maravillosos dibujos
geométricos, determinados modos de meditación producen el mismo efecto. En los
Templos de Misterios Cristianos, el patrón básico es la Estrella. Mediante una devota
y prolongada meditación, esta estrella aparece en el aura del meditador y, a su
aparición sigue la del Maestro, como hicieron los Magos en la Natividad del Niño
Dios. La estrella es siempre percibida por los Grandes Seres de los planos internos,
ya que siempre indica el sagrado nacimiento de uno que ha empezado a hollar el
Sendero de Cristo. Su amorosa respuesta es, indefectiblemente, vehemente e
inmediata.
La magia de Navidad está íntimamente relacionada con la estrella. La estrella
dorada que brilló en el cielo sobre Belén, la más santa de todas las noches, era el
cuerpo del radiante arcángel Cristo, que derramaba Su bendición sobre el cuerpo del
Niño perfecto Jesús que debía, más tarde, convertirse en el vehículo habitado por el
propio Cristo durante los tres años de Su sublime ministerio en la Tierra.
La estrella es la divisa anímica de Cristo. La cruz es Su divisa terrena. De
Navidad a Pascua, el Sendero conduce de la Estrella a la Cruz. En el transcurso de
los cuarenta días de intervalo entre la Pascua y la Ascensión, el Sendero asciende de
la Cruz a la Estrella.
Como se dijo anteriormente, sobre la entrada de los Templos griegos de
Misterios, se leía la inscripción: "Hombre, conócete a ti mismo y conocerás todos los
misterios del universo". Y así es, ciertamente, puesto que, inscritos en el cuerpo del
hombre, encontramos los misterios de la Estrella y de la Cruz: Cuando se levantan
los brazos horizontalmente, manteniendo los pies juntos, el cuerpo humano forma
una cruz; Cuando, además, se separan los pies, el cuerpo asume la forma de una
estrella de cinco puntas.
La cruz representa los primeros años de probacionismo o noviciado, el tiempo
de las pruebas y los intentos. La admonición del Maestro a los discípulos de todas las
eras ha sido siempre: "Si quieres ser mi discípulo, toma tu cruz y sígueme".
La estrella significa la culminación del discipulado, cuando el espíritu ya no
está sujeto a la prisión del cuerpo, sino que pasa, a voluntad, a la libertad de mayores
y más amplias esferas, utilizando la forma física solamente como un canal para el
servicio en el plano terrenal. Las cinco heridas sagradas en el cuerpo del Cristo
crucificado son la marca de tal liberación. Sus últimas palabras desde la cruz se
refieren a este supremo acontecimiento: "¡Dios mío, Dios mío, cómo me has
glorificado!".
Mediante la transmutación de la naturaleza inferior en la superior, el cuerpocruz
se convierte en cuerpo-estrella. Esta interacción de las fuerzas de la Estrella y de
la Cruz contiene profundo significado para la meditación del discípulo durante esas