Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Juan 14:6
Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y amplia la calle que
llevan a la perdición, y muchos entran por ellas. ¡Qué angosta es la puerta y qué
estrecho el callejón que llevan a la vida!. Y pocos dan con ellos.
Mateo 7:13-14
...Y habrá allí un camino ancho que llamarán vía de la santidad; nada impuro
pasará por ella. Él mismo guiará al caminante y los simples no se descarriarán.
Isaías 35:8
Su sendero no lo conoce el buitre, no lo divisa el ojo del halcón, no lo huellan
las fieras arrogantes ni lo pisan los leones.
Job 28:7-8
Pero ya que Él conoce mi conducta, que me examine, y saldré como el oro.
Job 23:10
Aunque el Señor os dé tasada el agua y el pan medido, ya no se esconderá tu
Maestro, tus ojos verán a tu Maestro; si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus
oídos oirán una palabra a la espalda: "Ese es el camino, camina por él".
Isaías 30:20-21
Éste es el único (Camino), hijo mío, el Sendero (que conduce) a la Verdad, (el
Sendero) sobre el que nuestros predecesores pusieron sus pies y, haciéndolo así,
encontraron el Bien
Solemne y suave es este Sendero, pero difícil de atravesar para el alma
cuando aún está en el cuerpo.
Pues, primero, hay que luchar con uno mismo y producir una gran disensión y
conseguir que la victoria sea de parte (de uno mismo).
Pues hay un debate del uno contra el dos, el primero intentando huir y el
último pretendiendo arrastrar a lo inferior.
Y hay gran contienda y batalla (horrenda) de éstos contra otro, el uno
deseando escapar y los otros quedarse.
Uno suspira por ser libre; los otros aman su esclavitud.
Tú, hijo (mío), debes primero dejar atrás tu cuerpo, antes de que llegue a su
fin, y salir victorioso en la vida de conflicto, y luego, como triunfador, dirigir tu
camino hacia casa.
Hermes Trimegisto
Sacrificio, estudio, entrega, ascetismo, verdad, perdón, bondad y alegría
constituyen los ocho senderos de la rectitud. Los cuatro primeros, pueden seguirse
por soberbia, pero los otros cuatro sólo se dan en los verdaderamente grandes.
El Mahabarata
Meditación espiritual para Libra
Todos los pueblos han celebrado el año nuevo relacionado con el paso del sol
por determinado punto de la eclíptica. Existen cuatro puntos de esta clase, que los
astrónomos llaman equinoccios y solsticios. Unos pueblos celebran el año nuevo en
el equinoccio de primavera; otros, en el de otoño; y algunos otros, en el solsticio de
verano o de invierno.
Los antiguos hebreos desarrollaron dos calendarios, uno secular y otro
sagrado. El año nuevo, en el antiguo calendario secular, comenzaba con el mes de
Tishri, aproximadamente, en el equinoccio de otoño. El año nuevo sagrado que,
aparentemente, habían adoptado de los babilonios, pero que fue sancionado por
Moisés (Éxodo 13:4), caía, aproximadamente, en el equinoccio de primavera. Su
Pascua se celebraba como una fiesta de esa estación. Las fiestas hebreas dependían
de la posición relativa de la luna y del sol, y la luna nueva constituía el primer día de
cada mes.
Como esa correlación enfatizaba la influencia jehovística lunar, fue fijada por
los iniciados, que comprendían la correlación entre las fuerzas espirituales y
materiales. El Día de la Expiación, o año nuevo civil, y el del Juicio, se celebraban
en la época del equinoccio de otoño, y en él siguen celebrándose. Estaban
sintonizados con fuerzas que fluyen, a través del universo, en ese tiempo, con
particular intensidad, incidiendo sobre la Tierra de una manera especial. La
constelación, en la cual el sol cruza el ecuador celestial en otoño, es Libra, signo de
la balanza en el simbolismo astrológico, y asociada con los ideales de justicia y
equilibrio.
Desde la venida de Cristo, se ha dado énfasis espiritual al sol, al calendario
solar y al equinoccio vernal, pero ello no ha cambiado las verdades conocidas por los
antiguos iniciados. Y así, y por razones que se expondrán en las páginas siguientes,
para los neófitos en el Sendero de Santidad conducente a la Iniciación en Cristo, aún
existe el alma del año nuevo, celebrada en otoño, cuando el sol cruza el ecuador en
el signo, que no en la constelación, de Libra.
A tenor de la leyenda astrológica cristiana que tiende, naturalmente, a
correlacionar los fenómenos astrológicos con las enseñanzas bíblicas, antes de la
Caída de la Humanidad, Virgo y Escorpio estaban unidas en una única constelación.
Tras la caída del hombre, fueron separadas y, entre ambas, se intercaló Libra. Las
huellas astronómicas de esta leyenda son aún discernibles en el cielo: La
constelación de Libra es una de las más extensas, alcanzando, en su estado natural,
desde los aproximadamente veinticuatro grados de Virgo, todo el signo de Libra, y
los primeros cinco grados del signo de Escorpio; todo ello medido en los tiempos
actuales y cuando el equinoccio vernal está, aproximadamente, en el grado diez de
Piscis.
Habrán observado los estudiantes que distinguimos entre las Constelaciones y
los Signos. Las constelaciones son las estrellas visibles a los ojos. Los signos son
divisiones matemáticas, arbitrarias, del espacio, medidos desde el equinoccio vernal,
a lo largo de la eclíptica y constituidos por segmentos de treinta grados, el primero
de los cuales se llama Aries, el segundo, Tauro, el tercero, Géminis, y así a lo largo
de todo el Zodíaco. Hubo un tiempo en que estas divisiones matemáticas del espacio
a lo largo de la eclíptica o camino del sol, coincidían con el Zodíaco natural, tal y
como aparece en el cielo. Los griegos, lo mismo que el resto de los pueblos de la
antigüedad, utilizaron primero el Zodíaco natural, pero luego recurrieron a las
divisiones matemáticas iguales, por razones de conveniencia astronómica.
Se decía que Hiparco había dirigido este cambio, pero los arqueólogos han
demostrado que los babilonios utilizaban doce subdivisiones del Zodíaco mucho
antes de los tiempos de Hiparco. Es, por tanto, evidente que los babilonios habían
calculado la dimensión de la precesión de los equinoccios antes que Hiparco. En
cuanto a la civilización europea, fue en los tiempos de éste (siglo II a.C.) cuando el
sistema moderno de Signos del Zodíaco suplantó al antiguo, de divisiones desiguales
del Zodíaco y, desde entonces es el que viene usándose.
Para los griegos, Virgo era Astrea, la Virgen de los Cielos. Sostenía en su
mano la balanza del Juicio (Libra) que se extendía en el cielo, ocupando el espacio
de lo que ahora llamamos Escorpio. Otro sistema, y por la misma razón, denomina a
Libra "la pinza" del Escorpión.
Libra, pues, como una piedra miliar, está en el lugar de la decisión anímica,
apuntando, por un lado, hacia el sendero de la pureza, la castidad y la inmaculada
concepción, simbolizada por Virgo; y, por otro lado, hacia la generación,
simbolizada por Escorpio, el Signo de la octava casa, que establece que, toda forma
concebida del modo actual, mediante la generación, debe morir.
Todo neófito debe llegar a esta bifurcación del Sendero, como una prueba,
antes de ser juzgado digno de recibir la luz que su alma anhela. Los egipcios
representaban este estado de conciencia mediante la figura de un hombre con los ojos
vendados, caminando hacia un precipicio, donde un enorme cocodrilo lo esperaba.
Ningún otro símbolo podría describir mejor el estado actual de la Humanidad.
Cegado por sus cinco sentidos, el hombre se apresura, imprudentemente, hacia el
borde de la destrucción, donde las fauces abiertas del materialismo (el cocodrilo)
están preparadas para engullirlo.
La personificación de la Justicia (Libra) se representa convencionalmente con
los ojos vendados, dado que su acción es impersonal. No influida por la preferencia
ni por el prejuicio mental, percibiendo con clara visión interior, los efectos de causas
anteriores en sucesivos ciclos de renacimiento. Cuando la visión espiritual se
convierta en una facultad común a toda la raza, la Justicia dejará de representarse con
los ojos vendados. Y, por el contrario, contemplará, sin miedo y compasivamente, al
hombre y su mundo, con los ojos abiertos.