presentó cuando la editorial que en Oceanside publicaba un informe semanal dejó de
imprimir nuestras lecciones mensuales, pues el doblado y estampillado eran de un gran
trabajo, y era la única imprenta en el pequeño pueblo. Nosotros mismos organizábamos e
imprimíamos las lecciones mensuales en nuestra vieja imprenta, pero Max Heindel tenía la
maravillosa facultad de solucionar cada emergencia. Jamás permitía este hombre de
amplitud mental y siendo tan enérgico, que las circunstancias le dominaran y sus nobles
pensamientos podían siempre encontrar las soluciones necesarias. Esta emergencia le
condujo a Los Ángeles, donde adquirió en cuotas mensuales una pequeña impresora
Gordon. Luego de unos días se envió la imprenta la que fue puesta en funcionamiento en la
Sede Central; funcionaba con energía humana, accionada por la energía que Max Heindel
proporcionaba con los pies. Al ser puesta en la galería de entrada, resultó ser muy grande
para la puerta. El empleado de servició de transporte y Max Heindel, luego de intentar por
algún tiempo la manera de introducir la impresora, y tras fracasar decidieron dejarla afuera.
Si creemos en milagros, entonces debemos admitir que un milagro ocurrió en la mañana
siguiente. Mientras la que escribe (la que aún era la cocinera) preparaba el desayuno, Max
Heindel se sentó en la galería a meditar en como entraría la imprenta. Pensó que sería
necesario llamar a un carpintero de Oceanside para que quitara el marco de la puerta tras lo
cual entrarían la imprenta; una vez más el destino jugó su papel y ayudó a resolver este
problema. Justo en ese momento un viajante que venía por la carretera de acceso preguntó
si se le podía brindar el desayuno, cuando se sentó en la galería a esperar que el desayuno
fuera servido, nota la imprenta. “Oh, dijo, tiene una imprenta Gordon nueva”, porque yo
solía trabajar para la fábrica que hace estas imprentas”, luego Max Heindel le comunicó su
problema y el hombre rió: “Por qué, eso es sencillo, sólo quiten este tornillo y tiren de ese
soporte y la imprenta pasará por la puerta como si nada”. Luego del desayuno este hombre
ayudo a Max Heindel a ubicar la imprenta y hacerla funcionar. Con la adquisición de esta
imprenta los Heindel enfrentaban un nuevo trabajo, el de mantenerla en funcionamiento.
Sus tareas multitudinarias también incluían la de preparar la imprenta para las lecciones
mensuales de los estudiantes, así como la impresión, el doblado y ensobrado. Ahora con
esta imprenta Max Heindel también debía escribir e imprimir panfletos y producir otro tipo
de literatura con vistas a expandir el trabajo y las enseñanzas.
VISITANTE BLANCO Y NEGRO
Luego de unos meses de trabajo agotador de la imprenta, el que a veces recaía en
quién escribe cuando el corazón de Max Heindel se debilitaba, un joven hombre vino, y
pudo quedarse algún tiempo tras ofrecer su trabajo a cambio de casa y comida. Tiempo
después el Sr. Maretin Hill y Max Heindel decidieron instalar un pequeño motor eléctrico
bajo la imprenta y tendieron una polea del motor a la imprenta. Así tan sólo encendían el
motor del sótano cuando deseaban utilizar la imprenta. Un día mientras los dos hombres
estaban bajo la casa y quién escribe trabajando en la oficina, ella los escuchó como si
llamaran a una mascota; luego Max Heindel nos llamó a que fuéramos a ver a la simpática
mascota. Bien, apenas la que escribe se acercó a la abertura del sótano, de una vez vio el
tipo de mascota de la que se trataba. Era un zorrino! el que aún no se había hecho conocer!
La salida de ambos del sótano fue realmente de lo más graciosa. Ese tipo de mascotas con
el tiempo se volvieron una molestia en Mount Ecclesia. La visita perfumada de esos
animales fue algo embarazosa durante los primeros años, las que se filtraban bajo la casa
durante las noches.