¿No es muy posiblemente cierto que la causa de nuestros
problemas esté en no aplicar (ente otros) este
principio o ley en nuestras vidas? Una vez sepamos cuál es el papel que jugamos en la vida y una vez
que seamos conscientes de lo que podemos dar y de nuestras limitaciones o capacidades, solo
tenemos que hablar, sentir, desea, y pensar con la única intención de
dar, de ayudar o de beneficiar a los
demás. Esta actitud, hecha sin esperar nada a cambio, multiplica el valor de lo dado en gran
parte también para beneficiar al mundo. Si en el momento de dar (o después) lo hacemos pensando
que nos quedamos sin ello o que no lo merece la otra persona, no sirve para nada. Es cierto que
conviene distinguir entre dar algo que beneficie material o espiritualmente a otro, lo que se da
materialmente, aunque sea sin amor y sin tantas ganas nos aportará en un futuro alguna
recompensa material, pero no espiritual. Solo cuando damos con amor, cuando nos damos a
nosotros mismos con la intención de hacer feliz o de beneficiar a otro es cuando habrá
una respuesta o un “recibir” espiritual, moral o intelectual lo que, por
otro lado, genera abundancia en el mundo.
Si somos colaboradores en la obra de Dios, el hecho de dar no nos debería de preocupar lo
más mínimo porque nuestra verdadera naturaleza es de prosperidad y las leyes divinas siempre
facilitan la manera de que no nos falte lo necesario para poder vivir y para poder dar algo a los
demás. Y cuando digo algo no me estoy refiriendo solo a lo material, una oración, pensamientos
positivos o de sanación, paz o una simple actitud de optimismo frente a quien lo necesita
puede ser tan importante como el dinero que se podría dar si se tuviera. No olvidemos
que la vida se ve según seamos nosotros y que, si vivimos en el amor, en la paz
y en el altruismo, eso encontraremos allá donde vayamos.
Esto último quizás no sea tan fácil de practicar para algunos salvo que su evolución
espiritual sea un poco más elevada (como trabajo de otras vidas) de lo común. Incluso los
que se acercan a una escuela o religión cristiana, aunque lo comprendan, a veces les cuesta
(nos cuesta) llevarlo a la práctica porque nos educan y vivimos en un mundo creado
así por nosotros mismos, para ser egoístas. Los que consiguen llevar a la práctica estas
enseñanzas sin mayor esfuerzo son la avanzadilla, algunos de los cuales son discípulos
de Maestros (sean conscientes o no de ellos) Y digo esto porque son esos discípulos los
encargados de predicar humildemente con el ejemplo y en el silencio lo que dichos
Maestros les enseñan como Verdad para que otros se hagan
trabajadores de esta Gran Obra Divina.
El que está en una escuela iniciática sabe que hay ideas y hay formas de pensamiento, y
que algunas ideas no se pueden divulgar y que otras formas de pensamiento se deben enseñar.
Una idea altruista sobre el hecho de dar se puede envolver de materia mental y llevarla a la
práctica pero el deseo, altruista o egoísta, será el que haga que ese acto se convierta en
bueno o malo y, por tanto, que en un futuro se “reciba” lo que corresponda. Esa intención
o deseo personal que acompaña a un pensamiento nace del cuerpo de deseos, el cual, a su
vez, puede estar poco o mucho desarrollado; esto es lo que diferencia a los más y a los
menos evolucionados. El poco evolucionado no entenderá el hecho de que dando se recibe,
pero también, dentro de los más evolucionados, aunque hay mayores y más elevadas
intenciones, les cuesta cumplir este principio. Esto es así porque nuestro cuerpo de
deseos es el resultado del desarrollo obtenido desde la prehistoria hasta nuestros días y,
por tanto, todavía hay mucho egoísmo, materialismo y deseos pasionales y egocéntricos en
él. Así es que, si queremos acelerar nuestro desarrollo a la vez que cumplimos nuestro
deber de darnos a los demás, debemos comenzar por transmutar
nuestros deseos, sentimientos y emociones.
Un deseo puede estimular a la mente para que cree un pensamiento de una naturaleza
similar, y como actuamos mayormente instintiva y automáticamente (como reacción, hábito,
etc.) el pensamiento será creado y afectará a quien corresponda según cuál sea su naturaleza.
En sentido contrario, nuestra mente puede ser afectada por otro pensamiento ajeno a nosotros
y responderá creando otro similar (si no somos conscientes ni discernimos) pero
complementado con algún deseo o emoción. Así es como generalmente actuamos, como
si estuviéramos dormidos casi como si fuéramos máquinas. De ahí, por tanto, que no nos
pongamos a pensar o que seamos inconscientes de la obra que podemos hacer si tuviéramos
en cuenta el principio de dar y recibir. Otra cosa diferente son las ideas de las regiones superiores
del mundo mental, éstas se consideran venidas de un plano espiritual y, como consecuencia,
pueden ser muy útiles para nuestros desarrollo y para el desarrollo de la humanidad siempre
que seamos conscientes de ellas y las sepamos llevar a la práctica con discernimiento. Pero,
como es natural, no se reciben “ideas abstractas o elevadas comúnmente salvo que la
persona trabaje mentalmente en lo abstracto o esté trabajando para su propio desarrollo
espiritual; una razón más para llevar a la práctica dicho principio. Así es que, cuando
hablamos de dar y recibir, no lo debemos considerar algo superfluo sino que deberíamos
tener en cuenta lo dicho en estas líneas si de verdad queremos hacer
un buen trabajo que ayude al mundo.
Esta información lleva consigo una lucha porque, precisamente el no practicar la
generosidad o el altruismo, es indicativo de que estamos muy dominados por los deseos
y el materialismo que aún gobiernan el cuerpo de deseos. Y mientras no venzamos esa
batalla con la ayuda de la auto-observación de nuestras expresiones (palabras, sentimientos,
deseos y pensamientos) no podremos comenzar a estar en armonía con las leyes divinas
ni podremos ser los verdaderos gobernantes de nuestros cuerpos para hacer con ellos el
bien que deseamos. Es conveniente, como es obvio, intentar estar conscientes de nosotros
mismos en cada momento para desear y pensar lo que corresponda para que los sentimientos,
las palabras y las acciones sean de ayuda y de bienestar para los demás y no lo contrario
que es lo que suele ocurrir. El automatismo que nos domina hace que nuestras respuestas
y expresiones sean rápidas (inconscientes) y poco razonadas, por eso no nos paramos a
analizarnos para ver de qué manera podemos cambiar esas respuestas instintivas o
irrazonadas. Sin embargo y puesto que la voluntad (conciencia) está por encima de la
mente, está claro que si estuviéramos siempre conscientes de nuestro cuerpo de deseos
y de lo que hace y piensa nuestra mente, nos daríamos cuenta del mal que hacemos y de
que apenas “damos” a la vez que buscamos recibir. Por tanto y si de verdad queremos
ser verdaderos colaboradores de Dios haciendo el bien, la solución está en
controlar esos vehículos consciente y voluntariamente.
MI HOMENAJE A LA FRATERNIDAD ROSACRUZ Y A MAX HEINDEL
CIENCIAS OCULTAS Y ASTROLOGIA

ESOTERISMO Y ESPIRITUALIDAD