Jesús es el Hijo de Dios y el universo todo es su creación, presencia y hogar; pero igual decidió hacerse uno más de nosotros naciendo en un pobre pesebre al lado de los animales en vez de un palacio.
Siendo el Ser supremo y perfectísimo, decidió nacer pequeño y limitado en el vientre de María se encarnó por amor a todos los hombres. Ellos invocaban a los dioses paganos, por eso cuando él reveló quién era y porque fue enviado entre la gente, no le creyeron. No se había oído nunca de un Dios que fuese a buscar a los hombres, para recordarnos que habíamos sido hechos por amor y para amar. Podía acabar con sus enemigos, en cambio enseñaba a perdonar incluso a quienes querían matarle.
Era un Dios tan bueno, que no había afligido, pobre o enfermo al cual no se acercara y tratara con suma comprensión. Para todos tenía palabras de amor y consuelo. Estaba tan enamorado de la humanidad que sufrió todos los dolores de la Pasión para lavar nuestros pecados.
De este modo, salvó incluso a aquellos que quisieron crucificarlo. Su Nacimiento y su Resurrección han revolucionado la historia y son la razón de nuestra esperanza a pesar de todos los males que nos toque sufrir.
Y en este sentimiento de gratitud y de amor libremente seamos atraídos a este Niño que nace y muere pobre para llenarnos de la riqueza verdadera: su Presencia, su Paz y su Perdón.
No importan tanto los regalitos, el brindis o la alegría de la familia si estas no se apoyan en Amor que nos enseña la humildad y la misericordia de abajarnos a los demás como nos mostró en Belén el Señor y el Papa Francisco nos quiere inculcar con su ejemplo y palabra.
P. Daniel (Bs. As.)