La actividad de los Iniciados pasa desconocida para el Mundo, su labor es
trascendental y profunda, más allá de lo imaginable. Noche a noche las reuniones en el
Templo se suceden dirigidas por los Hermanos Mayores, que, como Hierofantes de los
Misterios, dan comienzo al Servicio cuando llega la Cabeza Central, que no visible pero
que todos sientes su presencia. Lo que es realizado difícilmente puede ser comprendido,
apenas puede decirse que en verdad el Templo es un gran laboratorio donde, por los
poderes de los Iniciados, son atraídas las corrientes del mal producidas por el error de la
humanidad y trasmutadas en bien, para que el mal quede así reducido dentro de ciertos
límites. Esto es lo que se realiza en favor de los humanos, silenciosamente. Es
anunciado para servir de alerta de que el mal tiene sus consecuencias y que la piedad de
los Hermanos Mayores disminuye el peso, para ayudar a cada uno, que a su vez
emprenda idéntica labor, de acuerdo a sus posibilidades.
Cuando la comprensión impele a la reforma se abre definitivamente el sendero
de la verdadera realización, porque al mismo tiempo que procuramos acertar nuestras
acciones en el bien, procuramos extender nuestra comprensión para todos y el servicio
guía al que así procede. La reforma es un imperativo de la conciencia, que se amplía
con la comprensión y ésta impele, entonces, a querer ofrecer la justa retribución que se
debe al Mundo: nace así el Servidor. El Hombre viejo queda para el pasado y el hombre
nuevo se esfuerza por cooperar en el Magno Plan de Dios, procurando desenvolver
capacidad y sentimientos en pro de sus semejantes: la tarea más digna que el ser
humano puede emprender, sin olvidar que primero debe de comenzar atendiendo sus
deberes más inmediatos. Si así lo hace, alegrías desconocidas le irán envolviendo día a
día y le impulsarán con vigor, hasta entonces desconocido, a proseguir “Adelante, hacia
arriba y para siempre”, hacia Dios que está en los Cielos.