Queridos amigos: Es preocupación permanente el escaso adelanto de la
humanidad; el progreso técnico es muy meritorio y muy valioso, pero tiene
efectos limitados en lo respecta al adelanto espiritual. La inteligencia, el
desenvolverse, es de inapreciable valor para el desenvolvimiento en la Tierra;
pero esa capacidad no es empleada en un sentido superior. La finalidad que debe alcanzar cada uno de los componentes
de la humanidad es muy
especial y tan profunda, que escapa a la comprensión corriente materializada. Se
crea una Tierra, se crea un sistema solar, para posibilitar el cultivo o desenvolvimiento
de cualidades similares, creadoras; y el ser en la Tierra se limitó a unas comodidades
primarias, necesarias, pero se está olvidando de sí mismo. No alcanza a tener la
decisión de responder a los mensajes divinos que se han emitido, o se han recibido
a través de los tiempos y que no se comprenden o no se interpretan. La Filosofía
Rosacruz es uno de esos mensajes; es clara, precisa, lógica y ordenada, instruye
y revela el Plan Divino y sus sabias leyes, que guían a la humanidad y al mundo.
Al dar una instrucción intelectual se busca cultivar el interés de saber y conocer
y una vez que la mente está informada, despertar los nobles sentimientos del
corazón hacia el bien y de reconocimiento a Dios, fuente y meta de la evolución. Recordarán que en el pasaje del Cristo por la Tierra, de los Apóstoles que le
acompañaron, entre ellos el más joven se destacó sobre todos los demás por
un sólo motivo: su enorme devoción. No se da a este respecto el valor que se
debe, sin embargo, se consideró a Juan, “el bien amado”, por esta cualidad
esencial: un sentimiento profundo, una devoción profunda, una aspiración
profunda; y queremos, con lo que tenemos que decirles hoy, conmoverlos un
poco, llevarlos a esa otra dimensión, a esa otra realidad que
se descuida tanto; y veamos por qué. Diferentemente de los otros tres Evangelios, que fueron escritos de acuerdo a la
época y especialmente al grupo hebreo y griego del momento,
San Juan escribió, en
cambio, para todos y especialmente para las épocas que iban a venir y en un sentido
de entendido. Empieza diciendo que en un principio era el Verbo, que el Verbo era con
Dios, que el Verbo era Dios; que todo lo hecho era hecho por el Verbo y sin Él
nada de lo que ha sido hecho fue hecho. Estamos observando aquí una condición que tenemos que analizar con un cierto cuidado,
a ver si se descubren a sí mismos. Todavía él dice: la luz y la
vida eran de los hombres; pero
detengámonos en el aspecto creador que esgrime presentando el Verbo a la humanidad, lo
habrá oído nombrar muchas veces, muchas veces se repite “el Verbo es el que formó todo”,
pero difícilmente se llega a su verdadero alcance. El Universo está formado y es una evidencia que no precisa demostración porque lo
percibimos; lo que no se detiene a pensar el ser humano es en lo que representa. El Verbo
es el segundo aspecto del Ser Supremo, el aspecto creador, el que pone en movimiento los
átomos en vibración e inclinación diferente y va produciendo mundos y condiciones
concretas. Cuando dice “el Verbo se hizo carne” no sospechen que el Verbo se hizo carne
humana, nada de eso, es una expresión que quiere decir: el Verbo se hizo forma; todo lo
formado es producto del Verbo. Y a lo que queremos llegar a referirnos y agregar es muy
conocido ya por los estudiosos - el propio Platón habló de la armonía de las esferas, de la
música de las esferas. El principio creador es armonía y esta es la cuestión que se
nos presenta; el principio existente, creativo universal, es armonía perfecta y la música
de las esferas es una consecuencia del trabajo universal que produce
armonía y que va construyendo. Ahora trasladen esa realidad al mundo en que vivimos. ¿Dónde tenemos esa armonía?
¿Dónde tenemos a nuestro alrededor esa nota constructiva? Al contrario, la humanidad
se está destruyendo a sí misma porque no emite armonía, al contrario, inarmonía y
“stress”. La materialidad hizo a los seres desarmoniosos, separados, enfrentándonos
unos a otros como enemigos, cuando tendríamos que hermanarnos y en el
mismo esfuerzo, seguir adelante juntos. La armonía de las esferas muestra una condición universal de
unidad de unos con los otros
y en la Tierra no se quiere comprender este principio de armonía; citamos “en el principio
era el Verbo” como palabra dada por San Juan, que demostró por su enorme devoción
ser el más amado e iluminado. Y no estamos diciendo solamente palabras, porque el
bien amado fue el elegido, el que en la Isla de Patmos tuvo una visión como enseñanza
para el mundo. La Isla de Patmos no existe físicamente, no la busquen porque no está
en la geografía, jamás existió, pero es una expresión muy conocida como de iluminación
y preparación iniciática, cuando se lee isla de Patmos, léase iniciación. San Juan, por su
enorme devoción, mereció ser trasladado a los mundos superiores y entonces una voz
potente - imaginen el ruido de las aguas al caer en gran cantidad, imagínense la voz del
trueno - le decía: Yo soy el alfa y el omega, soy el principio y el fin. Cuando San Juan
procura ver quien le habla, se encuentra y enfrenta 7 candelabros de fuego y una figura
que era el Hijo del Hombre que le habló y le dio un
mensaje que después San Juan trasmite
en el Apocalipsis, que es la revelación más extraordinaria, y lo hace en sentido
simbólico, para el estudioso y para el que esté en condiciones de comprender. La humanidad, a pesar de su desenvolvimiento mental, meritorio como dijimos,
sigue, sin embargo, en una semi-pereza de pensamiento, porque desenvuelve lo
que es utilitario, de eso no hay duda, pero no desenvuelve su capacidad de alcanzar
más allá de lo material; alcanzar más es alcanzar su propia realidad
de “chispa divina”, de ser inmortal. ¿Qué se está haciendo a ese respecto? Nada absolutamente. Porque buscar y alcanzar
la verdad que existe dentro de cada uno, es alcanzar la armonía creadora, es alcanzar
la perfección, es alcanzar la finalidad de la existencia. Esto es lo que recalcamos y no
en sentido imperativo, sino en un sentido de dolor, de aspirar a dejar una impresión
de necesidad, una impresión de cultivo de capacidades que vayan más allá de las
necesidades comunes. Las necesidades comunes han de ser cumplidas, porque el mundo
material tiene sus exigencias, pero el ser tiene que alcanzar algo más: “encontrarse a sí
mismo”, encontrar respuesta de quién es y lo que realmente debe de alcanzar. La isla
Patmos está al alcance de todo aquel que quiera merecerla; pero San Juan, el bien amado,
alcanzó la isla de Patmos, como se habla en lenguaje esotérico, la alcanzó
en espíritu y conscientemente, para lo que hay que prepararse. El habla de 7 ángeles, que con 7 trompetas daban un mensaje del libro
que él tiene que escribir con los 7 sellos y se repite incesantemente el número
7 como el mensaje clave para la humanidad; entonces, vamos a
desenvolver en qué consiste su simbolismo y valor. La constitución de cada ser comprende 7 principios y el mensaje que recibió San
Juan es para la humanidad, cuando San Juan recibió la orden de escribir a las 7
iglesias, es nada más que un mensaje al ser humano, para desenvolver sus
siete principios espirituales internos, que le abrirán facultades superiores.
Existe dentro de la constitución espiritual de cada uno 7 vórtices que están
trabajando lentamente y es preciso acelerarlos. La humanidad, en general, tiene
éstos 7 vórtices con un cierto desenvolvimiento; el clarividente y el que llega
a alcanzar lo que hizo San Juan es porque tuvo la sabiduría, la capacidad de
acelerar esos vórtices, que están en cada uno. Hay, como dijimos, 7 vórtices: dos que tienen que desenvolverse en el cerebro,
uno en la garganta, uno en el hígado, uno en los genitales y dos en las rodillas; se
van acelerando por la capacidad que desarrolla cada uno para encontrarse a sí
mismo. Encontrarse a sí mismo es desenvolver el potencial divino, que en un
principio ha recibido toda la humanidad como patrimonio latente, pero que