.
.
2. LA DEBILIDAD DE LA RELIGIÓN INSTITUCIONAL
La religión institucional no puede proporcionar inspiración ni proveer liderazgo en esta próxima reconstrucción social mundial y reorganización económica porque desafortunadamente se ha vuelto más o menos parte orgánica del orden social y del sistema económico que está destinado a ser reconstruido. Sólo la verdadera religión de la experiencia espiritual personal puede asistir y creativamente ayudar en la presente crisis de la civilización.
La religión institucional ha caído en el estancamiento de un círculo vicioso. No puede reconstruir a la sociedad sin reconstruirse a sí misma primero; y puesto que es parte tan integral del orden establecido, no puede reconstruirse a sí misma hasta que la sociedad no haya sido radicalmente reconstruida.
Los religionistas deben funcionar en la sociedad, en la industria y en la política como individuos, no como grupos, partidos ni instituciones. Un grupo religioso que tiene la presunción de funcionar como tal, aparte de las actividades religiosas, se torna inmediatamente un partido político, una organización económica o una institución social. El colectivismo religioso debe limitar sus esfuerzos al progreso de la causa religiosa.
Los religionistas no tienen más valor en las tareas de reconstrucción social que los no religionistas, excepto en cuanto su religión les confiere una mayor previsión cósmica y los dota de esa sabiduría social superior que nace del sincero deseo de amar a Dios en forma suprema y de amar a cada hombre como un hermano en el reino celestial. Un orden social ideal es aquel en el que cada hombre ama a su prójimo como se ama a sí mismo.
Puede haber parecido en el pasado que la iglesia institucionalizada haya servido a la sociedad glorificando los órdenes políticos y económicos establecidos, pero debe cesar rápidamente en dicha acción si ha de sobrevivir. Su única actitud adecuada consiste en enseñar la no violencia, la doctrina de la evolución pacífica en lugar de la revolución violenta —paz sobre la tierra y buena voluntad entre todos los hombres.
La religión moderna encuentra difícil ajustar su actitud hacia los cambios sociales rápidamente variables sólo porque se ha permitido a sí misma volverse tan completamente tradicionalizada, dogmatizada e institucionalizada. La religión de la experiencia viviente no encuentra dificultad alguna en mantenerse al ritmo de todos los desarrollos sociales y trastornos económicos, entre los que funciona siempre como estabilizador moral, guía social y piloto espiritual. La verdadera religión lleva de una era a la otra la cultura valiosa y la sabiduría que nacen de la experiencia de conocer a Dios y de tratar de ser como él.