Un molinero y su hijo caminaban juntos en compañía de
su única posesión: un burro. Al pasar junto a un río, las mujeres que
lavaban en el agua comentaron entre risas.
“Mira qué tontos. Tienen un asno y caminan junto a él en vez de usarlo”.
Entonces, el molinero decidió subir a su hijo al lomo
del burro, pero tiempo después pasaron cerca de una posada y el
posadero exclamó: “¡Qué barbaridad! Ese pobre anciano caminando, y su
hijo tan lozano descansando sobre el burro”.
No tardó mucho el muchacho en bajarse del burro y
subir a su padre, pero al toparse con un caminante, este profirió
indignado: “¡Lo que hay que ver en este mundo! El tonto del chico camina
junto al burro, en lugar de sentarse junto a su padre y disfrutar de
igual descanso”.
Ante aquellas palabras, el muchacho se subió en el
burro con su padre y no caminaron por mucho tiempo cuando pasaron junto a
un convento. Las monjas, al verlos, no pudieron más que decir: “¡Qué
aprovechados! Mira que explotar a tan noble animal con el peso de los
dos. ¿No les parece abusivos?”.
Sin saber qué hacer, el molinero y el hijo decidieron finalmente llevar al burro cargado sobre sus hombros.
Moraleja: Quien se deja llevar por las opiniones de los demás, termina sin la suya propia.