Saturados de bíblica fragancia se abaten tus cabellos en racimo de negros bucles, y con dulce mimo en mi boca tu boca fuego escancia.
Se yerguen con indómita fragancia tus senos que con lenta mano oprimo, y tu cuerpo suave, blanco, opimo, se refleja en las lunas de la estancia.
En la molicie de tu rico lecho, quebrantando la horrible tiranía el dolor y la muerte exulta el pecho,
y el fastidio letal y la sombría desesperanza y el feroz despecho se funden en tu himen de ambrosía
|