IGUALDAD EN EL HOGAR
Cada vez son más las mujeres que se incorporan al mundo laboral, más las que buscan su realización personal en el terreno profesional, y más las que adquirieren compromisos sociales. Llegó la liberalización de la mujer, el feminismo, nuestra voz se alza y pedimos igualdad de condiciones laborales, exigimos equiparación de salarios, y gritamos: ¡igualdad, igualdad! Pero... ¿qué ocurre cuando llegamos a casa?
Lamentablemente aún no podemos hablar de igualdad en el hogar, pues nuestros varones no intervienen lo suficiente en las tareas domésticas, seguimos siendo las mujeres las que organizamos y nos responsabilizamos de los quehaceres del hogar, viendo multiplicada por dos nuestra jornada diaria.
Los latinos son los hombres que menos colaboran en el hogar, aunque hemos de decir a su favor que muchas veces somos las propias mujeres las culpables de que esta situación se perpetúe. Y es que la enorme losa de la transmisión cultural y la educación recibida aún nos pesa mucho, tanto a unos como a otros.
Ellos no ven como propios los trabajos del hogar o el cuidado de los niños, como mucho creen que nos "ayudan" (¡menuda solidaridad!); mientras que nosotras nos sentimos imprescindibles y responsables de todo cuanto acontece en él, incluso tenemos remordimientos cuando nuestros hijos enferman y no podemos estar con ellos porque tenemos que ir a trabajar, o cuando vamos al cine y hemos dejado los platos por fregar... ¿Qué pasa pues con nosotras? ¿Por qué nos empeñamos en ser "superwoman"? Deseamos ser brillantes en nuestro trabajo, mantener nuestra casa en perfecto orden y cuidar y educar a nuestros hijos correctamente. Y cuando no llegamos a todas las misiones que nosotras mismas nos imponemos nos desesperamos, no en balde somos las mujeres más estresadas de Europa.
Quizás deberíamos revisar todos, hombres y mujeres, los estereotipos fijados o adquiridos en nuestra infancia, para que realmente podamos hablar en un futuro inmediato de autentica igualdad, tanto dentro como fuera del hogar. Y como es más fácil cambiar lo poco que lo mucho, empecemos por lo más cercano, nuestro hogar, nuestra familia.
Piensa que el reparto injusto de las tareas domésticas, puede llegar a generar cierto resentimiento hacia el cónyuge. De hecho, este tema ha llegado a originar verdaderos conflictos en muchas parejas. Conflictos que podrían evitarse fácilmente si desde el primer momento se llegase a un acuerdo en el reparto de tareas, siempre que éste sea equitativo y justo para ambos miembros. Sería conveniente que las dos partes realizasen todas las tareas al menos una vez (sólo así se podrán valorar bien) y después se dispongan en función del gusto y la disponibilidad de cada uno. Aquellas tareas que disgusten a ambos miembros de la pareja se pueden llevar a cabo de forma alternativa, por ejemplo. El reparto deberá ser revisado periódicamente y/o en función de los nuevos acontecimientos: nacimiento de algún hijo, cambio de trabajo o de horario de alguno de los dos, etc.
Otro punto importante en el que se debería poner especial atención, es que si tenemos hijos e hijas, tenemos la obligación de proporcionarles exactamente la misma educación, así evitaremos que la historia vuelva a repetirse.