Efraín
Dios nos da la oportunidad de comenzar el día buscando Su presencia. Este es un momento para detenernos, dejar de hacer lo que estamos haciendo y buscarlo. Porque Él quiere hacerse presente en nuestras vidas, quiere que podamos conmovernos con Su presencia, no solo en los instantes de gozo y bienestar, sino también cuando las cosas no van bien y nos sentimos inquietos, inseguros, perturbados, cuando los problemas que tenemos nos angustian de algún modo, porque en la vida también hay oscuridad y vacío, no todos lo momentos ni todas las experiencias son luminosas y felices.
Cuando vemos en el mundo tantas pequeñeces humanas, egoísmo, falsedad, incomprensión y envidia, se hace difícil reconocer allí una presencia de Dios que sea alimento y luz. Y muchas veces tenemos esa sensación de que todo es falso, superficial, pura apariencia, engaño y vanidad, no es una cuestión que solo vemos nosotros, también lo han visto personajes importantes de la historia, como por ejemplo el rey Salomón.
Pero tenemos que recordar que Dios creo este universo, está en sus manos, el Espíritu Santo está en todas partes, actúa en medio de la debilidad de los seres humanos, recordar que nos llamó a vivir como hermanos y no a despreciarnos, que tenemos una misión que cumplir para el bien de los demás en lugar de escapar del mundo, podemos convencernos de eso para no aislarnos.
Al mismo tiempo, todo eso que nos deja sensación de vacío nos invita a buscar algo más profundo, para no caer en la superficialidad tenemos que estar en el mundo sin ser del mundo, eso nos proponía Jesús; no aislarnos dentro de una burbuja.
La entrega, la fidelidad y la honestidad que no encontramos en el mundo, la podemos buscar en Dios.
Esto no significa que dejamos llevar nuestra vida por la negatividad, porque si vivimos mirando lo malo nos convertiremos en seres impacientes, incapaces de comprender y, entonces, no le aportaremos nada bueno a la sociedad.
Para eso necesitamos invocar la presencia del Espíritu Santo, de manera que no nos dejemos llevar por la inactividad, para que todos podamos aprender a sonreír y comenzar a ver el lado positivo de cada cosa que nos pase, de cada desafío que nos proponga la vida.
Hoy el Señor nos proponer hablar de desafíos, buscar su presencia, ponernos de pie y empezar a caminar.No solo tu vida y la mía dependen de eso, sino también las vidas de quienes nos rodean.
Yo le doy gloria a Dios porque nos da la oportunidad de reflexionar sobre estas cosas.
Salmo 71.18 a 21: Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a todos los que han de venir. Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso. Tú has hecho grandes cosas; Oh Dios, ¿quién como tú? Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, Volverás a darme vida, Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza, Y volverás a consolarme.
Pensando en este salmo, recordaba a un conocido con el que me encontré hace unos días, padre de un ex alumno mío. Cuando le pregunté por su hijo me dí cuenta de cuanto tiempo había pasado, ya que el que fue mi alumno en el secundario, cuando solo tenía quince años y esta por cumplir, en estos días, cuarenta y cuatro. Su padre, con quien charlaba, es ya un hombre mayor, tiene setenta y seis años. La conversación trajo hermosos recuerdos, ya que él me había construido tiempo atrás, unos hermosos muebles, porque su oficio era carpintero. Le pregunté, entonces, si seguía en actividad, ya que nos encontramos en un comercio que vende maderas, y él me dijo:
“no, ya estoy viejo para eso, ahora solo espero que en el Cielo necesiten un carpintero y me llamen”.
Ese comentario de este señor me llenó de ternura y yo me despedí dándole una respuesta, le dije que si esperaba que en cielo necesitaran un carpintero estaba frito, porque arriba habían por lo menos dos que yo conocía que eran excelentes. Nos reímos los dos y nos despedimos.
Más allá del comentario divertido y del hermoso momento que pasé con él, me quede pensando en que estoy teniendo trato, en los últimos años, con hombres y mujeres mayores que están en plena actividad, llenos de vida y de ganas de hacer cosas y, por otro lado con ancianos de la misma edad cronológica o mayores, que como este carpintero esperan su turno para que lo llamen de arriba.
Visito periódicamente a un joven de ochenta y ocho años que está estudiando informática, muy enganchado con la tecnología, que camina todos los días, le gusta conseguir videos de operas clásicas, lee los periódicos, libros y está muy afilado con la situación política y social del país y del mundo. Cada vez que nos encontramos a charlar tenemos unas hermosas conversaciones de muchas horas.
¿Qué es lo que establece la diferencia?
¿qué hace que este hombre de ochenta y ocho años se vea a mis ojos como una persona llena de juventud y de ganas de vivir?.
Sin duda, no es el cuerpo el que condiciona el inicio de la vejez, ni tampoco son los años transcurridos a partir de la fecha de nacimiento.
El transitar por este mundo nos impone permanentes desafíos. Creo que la frontera de la vejez se da a cualquier edad cronológica, cuando ante ese desafío que nos propone el día decimos no, cuando dejamos pasar la oportunidad y nos sentamos, cómodamente, a mirar la vida pasar, como quien ve un programa de televisión, sintiéndose fuera del presente, más allá del transitar diario.
Hay momentos en la vida en los que podes sentir que:
- ya no son para vos los desafíos
- tu oportunidad ya pasó
- tus mejores años ya se fueron
- … a esta altura de tu vida… ¿qué podés hacer vos?
- Esto no es para vos
- …que esa actividad que te proponen la tome alguien más joven que este en mejores condiciones…
- vos ya no estás para eso.
Esa frontera mental o espiritual es marcada, mucha veces, por la jubilación. Cuando la persona tiene un proyecto de vida el trámite de dejar de trabajar es solamente eso, y representa la posibilidad y la libertad de poder hacer lo que siempre quiso.
Pero cuando el trabajo se había convertido, durante treinta o más años en el centro y lo más importante de la actividad diaria, el golpe es duro, porque al presentar el telegrama de renuncia para acogerse a la jubilación, termina sintiendo que se despide de la vida, que al convertirse en un jubilado ya no lo necesitan, que ya no es útil.
Puede ser que una etapa laboral haya terminado o por lo menos intuyamos nosotros que esta terminando, y nos angustian tanto el vacío, la sensación de estar frente a un abismo, nos da incertidumbre y la imagen que vemos es de oscuridad y frío.
Estas imágenes:
- la de estar frente a lo desconocido.
- la de sentir que el camino llegó a su fin.
- … esa rutina que daba seguridad…
- levantarse todas las mañanas a la misma hora y todas las tardes regresar del trabajo a la misma hora también…
… todo parece estar terminado, y eso hace que la persona reaccione, mucha veces, abandonándose.
Uno se da cuenta, siente y puede percibir ese abandono porque, por ejemplo, las mujeres dejan de arreglarse, dejan de vestirse coquetas, dejan de teñirse el pelo o porque el hombre ya no se afeita todos los días, ya no importa el corte de pelo o el peinado, ni que la ropa combine, o porque la presión que siente en el alma es tan grande que busca evadirse, escaparse de cualquier modo de ese enorme agujero, a veces con cualquier placebo, muchas veces la adicción y así, hombres y mujeres terminan volcándose a al alcohol, al juego, a la comida y a tantos otros excesos.
Es que estamos muy aferrados a lo que siempre hicimos y no podemos despegarnos de esa imagen laboral, estamos demasiado atrapados y ese trabajo cotidiano se ha convertido en el centro de nuestras vidas, en lo más importante que hacemos cada día.
Recuerdo que un tiempo atrás, una persona de mi edad me decía que posiblemente cerraran el lugar en el que trabajaba y se quedara sin trabajo, después de muchos años. Más allá de lo que significaba eso económicamente, esta persona se llenaba de angustia porque se encontraba con un futuro incierto, con un tiempo en el que no sabría que hacer de su vida.
En casa terminás sintiendo que estás de más, que molestás… a mí me pasa eso cuando llego a casa fuera del horario habitual de trabajo; me dicen: “correte que estamos limpiando, movete que estoy haciendo tal cosa”.
No te lo dicen mal, lo hacen con cariño, pero es que realmente los demás están trabajando y uno está fuera de lugar.
Cuando el hombre o la mujer se jubilan, muchas veces terminan sintiendo que molestan, quieren ir a visitar a los hijos y un día está bien, dos bueno, pero los hijos ya están grandes, están construyendo sus familias. Está bien que puedan sentarse a tomar unos mates y charlar, pero de pronto si el viejo o la viejita quieren opinar sobre sus vidas les molesta.
Los amigos están, posiblemente, en un proceso parecido al nuestro, lo que no ayuda mucho…
Cuando reflexionaba sobre la charla con este carpintero, sobre las cuestiones de la vejez, recordaba otro testimonio que tuvo espacio en las noticias de todos los medios de comunicación del mundo:
Un joven argentino de noventa y un años, tiene un testimonio de vida que puede ser de gran inspiración ante estos planteos. El martes 28 de Julio del 2009, hablando sobre este amigo en el diario Clarín de Buenos Aires, la noticia decía:
“Decidido a conmover y a vulnerar cualquier límite, el argentino Efraín Wachs, de 91 años, ganó hoy la medalla de oro en la carrera de cross country del Campeonato Mundial de Atletas Veteranos, que se disputa en Lathi, Finlandia, e inscribió así otro logro a su extraordinaria actitud frente al deporte y la vida.
Rosarino de origen, residente en San Miguel de Tucumán, padre de tres hijos y abuelo de ocho nietos, Wachs recorrió los ocho kilómetros de la prueba a buen ritmo y expresó no sentirse cansado para tomar parte en las otras competiciones en las que está anotado en este Mundial de atletismo.”
Y este hombre maravilloso que corrió los ocho kilómetros dice: “Yo sentía que estaba bien preparado”.
Multicampeón mundial, sudamericano y argentino, alguien que tiene la particularidad de haber ingresado al atletismo a los setenta años, recién a esa edad comenzó a prepararse atleticamente, a la misma edad que el carpintero que mencionaba antes, dijo “solo espero que en el cielo necesiten un carpintero para que me lleven”.
Luego de haber ejercito durante 70 años su pasión deportiva en el ajedrez, dice la nota que “Efraín Wachs, quien nació el 12 de marzo de 1918 y celebró este año su cumpleaños 91 corriendo 91 veces los 100 metros en el centro de San Miguel de Tucumán, se preparó esta vez en las plazas tucumanas con dos entrenadores, ya que los lugares tradicionales de práctica estaban cerrados por la Gripe A.” (En el año 2009 colapsaron los sistemas de salud y todo tipo de actividades sociales de nuestro país por esta cepa de gripe)
Entrenó para la competencia que ganó en Finlandia en las plazas de Tucumán, allí se preparaba corriendo los ocho kilómetros que lo llevaron al éxito.
¿Decime si no es un joven de 91 años?
¿Cómo puede ser que a los setenta años haya tenido el valor de pasar del ajedrez al atletismo?, ¿cómo es posible que a los noventa y un años se anime a correr ocho kilómetros?
Rescato de su testimonio esta frase “Yo sentía que estaba preparado”.
La verdad es que me cuesta imaginar a un hombre de noventa y un años con pantalones cortos y zapatillas, corriendo una carrera fuera de pista, a campo atraviesa (porque no era un recorrido sobre pista de atletismo) la carrera de cross country es correr sobre piedras, pasto, lomas. Me cuesta cerrar los ojos y ver como el pecho de un hombre de noventa y un años termina cortando la cinta de llegada, o imaginarlo en el podio recibiendo su trofeo, su medalla de oro en las olimpíadas.
Sin duda Efraín es un hombre joven, no importa su edad; ya lo era a los 70, cuando otros tiran la toalla de la vida y se entregan a esperar ser citados desde el cielo, él recién estaba comenzando a practicar una vida atlética.
Cuando otros pensaban en como cubrirse, protegerse de las pestes y del clima, él corría por las calles de su ciudad a pecho descubierto, preparándose para esa competencia. Un hombre especial, sin dudas, pero lo que lo hace especial no es su constitución física, no es su cuerpo sino su constitución mental y espiritual, es el poder plantearse objetivos hacia adelante sin importarle la época de su vida.
También el otro amigo de ochenta y nueve años que mencionaba arriba, que está siempre viendo que hacer, cada vez que lo veo me pregunta sobre computación, porque él esta haciendo ya su segundo año de carrera en informática.
Dice el psicólogo cristiano Gustavo Bedrossian, que “para toda edad y para todo momento hay desafíos posibles: envejecés cuando dejas de soñar, cuando decretas que tu vida ya no tendrá nuevas oportunidades”.
Dios te dio vida hoy, eso significa que todavía tiene algo que hacer a través tuyo, sino no estarías vivo.
Buscá y desarrollá nuevos proyectos, animate a hacer aquello que hasta ahora nunca hiciste.
Preguntate : ¿por qué yo no?.
Dice Gustavo que envejecemos cuando dejamos de soñar, cuando dejamos de abrir la mano para aceptar los desafíos, cuando ante las misiones que nos da el Señor decimos “no, eso no es para mi, gracias Señor, que lo tome otro, yo ya estoy viejo, ya se agotó mi tiempo”
Una misionera que conocí en el año 2007, argentina, de Comodoro Rivadavia, que venía de pasar dos meses en Senegal, contaba que a ese viaje misionero fueron quince personas, entre ellas un hombre de setenta y pico de años.
En el viaje misionero que hicimos con mi esposa al Mato Grosso (Brasil) en el año 2008, también vino un joven de setenta años, que disfrutó mucho del viaje en tierra y de todo el tiempo que pasamos con los indios. Él no dijo “eso ya no es para mi, ya pasó mi tiempo”.
Sin embargo hay algo más, algo que tiene que ver con vos y conmigo y con esta reflexión. Sabemos que hay una sola razón por la que seguimos vivos, por la que hoy amanecimos, por la que no morimos durante la noche, por la que todavía no nos fuimos a vivir con Dios; esa razón es que hoy hay algo por hacer, un motivo para que salgamos a la calle, porque hay personas que necesitan de un mensaje que solo nosotros podemos dar.
Por eso el salmo 71 que mencioné al principio, el texto dice “y aún en la vejez y en las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a todos los que han de venir”.
El salmista no dice “pobre de mi que estoy viejo, basta ya Señor, mi cuerpo no da para más, me duelen las articulaciones, no me desampares Señor, cuidame”.
No. Él dice “y aun en la vejez y en las canas no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación”
Está diciendo: tengo una misión que cumplir aun en mi vejez, tengo una tarea por delante, tengo que anunciar Tu poder y Tu gloria a una generación que se esta olvidando de Vos, tengo que llegar a los más jóvenes para darles una esperanza por la que seguir vivos, para anunciar Tu poderío a todos los que vienen en camino.
Muchos escritores componen, cuando ya peinan canas, cartas a los jóvenes.
Recuerdo por ejemplo a Jaime Barylko -filosofo argentino- que ya en el final de sus días escribió cartas a un joven maestro. Del mismo modo existen escritos de médicos ya ancianos, o de abogados.
Pero no me acuerdo haber visto en ninguna librería cristiana cartas a un joven cristiano.
¿Por qué no las escribís vos?, ¿por qué no contás vos tu experiencia en Cristo a través de cartas?. No dando un mensaje profesional de alta teología, sino contándoles a los demás toda esa revolución que el Señor produjo en tu vida.
¿Será que todo lo que hizo el Señor en los años que llevás en la Tierra tenga que morirse sin ser difundido?
¿Será que esta aventura de vivir tus aciertos y tus aparentes fracasos, no te enseñaron nada que los demás tengan que escuchar y aprender?
¿Te vas a llevar todo eso sin compartirlo con nadie?.
No importa la edad que tengas ni a donde estés, tampoco la salud del cuerpo:
Yo sí quiero escucharte.
Y seguramente habrán muchas otras manos que, como las mías, se levantarán para decir que también quieren oírte.
No te vayas, por favor, sin darnos la oportunidad de conocer tu historia.
Hay generaciones, debajo de la tuya, que tienen que tener la oportunidad de escuchar el mensaje que tenés para darles, que están esperándote para verte subir a la plataforma y tomar el micrófono para contar tu historia.
Hay una carrera de la vida que todavía no terminó, no tires la toalla, no te sientes a esperar que llegue el momento de subir al cielo.
Existen dos actitudes posibles, la del carpintero que esperaba que lo necesiten arriba, o la de Efraín, quién a los noventa y un años ganó una olimpiada en Finlandia, tras correr ocho kilómetros.
Porque el trayecto todavía no terminó, no importa cual sea tu situación. Incluso hay una carrera que todavía no comenzó, que está esperando que te entrenes.
Efraín Wachs, este joven de noventa y un años, comenzó a preparase a los setenta para cortar la cinta del triunfo veintiún años después, él tenía una meta, un objetivo, y eso fue lo que lo mantuvo vivo.
¿Cuál es el tu objetivo?, ¿qué es lo que Dios puso en tu corazón?.
Solo cerrá tus ojos y fijate de que modo podes decirle al Señor:
“sí, acepto el desafío, dame lo que tengas para mi, Dios. Aquí estoy, yo lo voy a llevar adelante, dame esa antorcha a mí que iluminaré, dame a mi esa oportunidad.
Y aún en la vejez y en las canas no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir”.
Espero sientas, como yo, que hay una oportunidad para vos en este día, que Dios te pone un desafío, que hay algo que Él necesita que hagas, no importa a donde estés.
¿lo vas a hacer?...¿O dejarás que otro lo haga?
Hay personas cuyas vidas dependen de que vos te pongas de pie. Ellos necesitan que vos seas quien abra la muerta a una nueva vida.
Tenes que buscar cual es la razón por la que seguís vivo, en este mundo, el motivo por que Dios todavía no te llevó.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
Desgrabación, adaptación y edición del texto dado la iglesia:
MARIA CLARA SPACCAROTELLA
cspacca@hotmail.com