Aprendimos que
la palabra perdón abarca tres
conductas: la de perdonar al otro, la de auto-perdonarse y la de ser
perdonado por el otro.
Las tres
significan actos de vital importancia para todas las personas del mundo, sea
cual fuera su religión.
Me acuerdo que
en un programa de radio de hace unos años hablé sobre este tema, asociando el
perdón con liberar, dejar ir, o soltar a aquella persona con la que a partir
del ejercicio de perdonar, nos ponemos en paz mejorando completamente nuestra
calidad de vida.
Si pudiéramos
tomar conciencia del enorme cambio que opera en nuestro corazón a partir de
que la llave del perdón fue puesta en la puerta del alma creo que no
dudaríamos en hacerlo tanto como podamos.
Perdonar y la
reconciliación que viene después son puntos fundamentales para cualquier
cristiano. Jesús era consciente de ello.
Pero yo quiero
desafiarte esta mañana a que perdones no sólo por obediencia a Jesús; La necesidad
del perdón está relacionada con el logro de la paz espiritual que tanto
necesitas para mejorar tu propia vida.
Es necesario
no tener deudas emocionales pendientes porque cuando más ordenada tengamos el
alma, mayor será la sensación de plenitud y más profunda y plena será nuestra
paz con uno mismo, o con los demás.
El mensaje del
cristianismo gira en torno a esta necesidad del perdón. Jesús presenta la
imagen de un Dios que perdona e invita a los seres humanos a hacer lo mismo.
El Reino que Jesús proclama no tiene nada que ver con la fría justicia de los
hombres, sino con la cálida ternura de quienes se sienten aceptados sin haber
hecho los méritos suficientes para recibir ese perdón.
Si pudiéramos
entender que seguimos a un líder que no vino a buscar a los justos sino a los
pecadores, si pudiéramos entender que el cristianismo no es una religión de
justos, sino de perdonados...
Cuando
guardamos resentimientos contra nosotros mismos o contra otras personas,
damos pie al sufrimiento no solo emocional, sino también espiritual y físico.
Lo que
descubro y te pido que prestes mucha atención a esto, es que muchas de las
personas que sufren una enfermedad crónica dolorosa, no curable aún, o las
que se encuentran en la etapa final de la misma, muchas veces están arrastrando
situaciones no resueltas en torno del perdón, que hasta me atrevería a decir
que pueden haber sido condicionantes de su enfermedad.
Estas personas
necesitan urgentemente los beneficios emocionales y espirituales de perdonar
y de sentirse perdonados o perdonadas.
Perdonar y
perdonarse es un acto de amor hacia los demás y hacia uno mismo.
Para ejercer
este acto de amor se requiere el esfuerzo de la voluntad, la intención decidida
de llevarlo adelante, de un profundo cambio de actitud, y de poder comprender
los beneficios en lo emocional, en lo espiritual y también en lo físico.
Perdonarse y
perdonar a otros es reconocer que estar en conflicto con otros, con otras y
con nosotros mismos nos hace un enorme daño internamente.
Siempre que
hablo o pienso en estos temas, surgen estas situaciones donde los conflictos
han sido tan fuertes que se nos hace dificil olvidar.
Perdonar (o
perdonarse) no se trata de olvidar "mágicamente" el dolor de lo
sucedido, como algunas personas pudieran creer. Perdonar es ante todo
reconocer que no podemos continuar más viviendo con ese dolor que llevamos
dentro. Que nos está haciendo daño, que nos lastima el cuerpo, el alma y el
espíritu, generándonos enfermedades, trayéndonos transtornos de sueño, mal
carácter, depresión, problemas de pareja, problemas con nuestros hijos y
enormes dificultades para entrar en diálogo con Dios.
Perdonar "significa, ante todo
reconocer que en los conflictos nos hacemos daño mutuamente".
Cuando perdonamos o pedimos perdón, estamos
reconociendo que somos seres valiosos y con dignidad a pesar del conflicto o
la situación que nos lleva a sentir dolor y vergüenza ante nosotros mismos.
La señal
visible del perdón, esa señal tan clara de la que todos aquellos que lo
ejercitan pueden hablar es la paz que nos produce.
El acto del
perdón no es parcial.. Se perdona a una persona, en su totalidad. El perdón,
señala un autor, es un acto totalizador. El acto de perdón sólo es pensable
como un acto personal totalitario.
Dios no
perdona unos pecados si y otros no, sino que perdona los pecados de los seres
humanos. Estoy tratando de tomar conciencia yo y que vos también lo hagas, de
que el perdón se destruye a si mismo cuando se realiza parcialmente. Quien
perdona algo sí y algo no, éste realmente no perdona y está negando el nuevo
comienzo que significa el acto de perdonar. ¿Te das cuenta? ¡La oportunidad
de comenzar de nuevo!
Mateo
6:12-14 Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en
tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el reino,el poder y la
gloria, por todos los siglos. Amén".
"Por tanto, si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis sus ofensas a los
hombres, tampoco vuestro Padre os
perdonará vuestras ofensas.
El perdonar y
ser perdonados son necesidades vitales para los seres humanos. No se trata de
humillación y rebajamiento, sino de necesidad de la paz interior con uno
mismo y con los y las demás. Más que ser humillación y rebajamiento, el
perdón es necesidad y grandeza. Necesitamos permanentemente perdonar y pedir
perdón. La actitud de perdonar y estar necesitado de perdón pertenece a la naturaleza
misma de la persona humana. Querer perdonar y estar dispuestos a recibir el
perdón es contar con la posibilidad de reparar la vida, de reconstruir la
propia historia, de cambiar para mejor la forma en que me relaciono con el
mundo.
En el capítulo
15 del evangelio de San Lucas, a través de la parábola del hijo pródigo, Jesús
nos mostró la imagen de un Dios perdonador, restaurador de nuevas relaciones.
Te diría que todavía más, un Padre que está DESESPERADO por reconciliarse con
su hijo.
Un autor que
leía ayer nos ofrece un aporte significativo sobre la relación de Jesús con
el perdón; hay un dato más que significativo, que me gustaría compartir con
vos en este día: Quien lee los evangelios descubrirá que Jesús habla muy poco
del pecado. Pero nos sorprenderemos todavía más al darnos cuenta de que
siempre habla del perdón, por ejemplo en la curación del paralítico (Mc. 2.
5-10), y en la escena de la pecadora que unge los pies de Jesús (Lc. 7.
36-50).
Ayer la
pastora Sonia predicó en nuestra iglesia tomando como base también el
evangelio de San Lucas pero en el capítulo 13. Lee conmigo:
Lucas
13:10-13 Enseñaba Jesús en una
sinagoga en sábado, y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años
tenía espíritu de enfermedad, y andaba
encorvada y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
--Mujer,
eres libre de tu enfermedad. Puso las manos sobre ella, y ella se enderezó al momento y glorificaba
a Dios.
Cuando era leído este texto pensé dos
cosas. La primera, es que el autor del Evangelio nos muestra que la
enfermedad de esta mujer no tenía un origen físico sino espiritual. La
segunda, imaginé que perfectamente podría ser alguien que desde hacía 18 años
estaba siendo atormentada por el peso de una situación de falta de perdón que
nunca se animó a resolver. Con el tiempo, esta situación trajo un peso tan
grande a su espalda que terminó encorvándose.
Obviamente que estos agregados de mi
imaginación son pura especulación. Sin embargo debo reconocer por experiencia
en mí mismo y en los demás, que esto es perfectamente posible.
En los
evangelios el perdón de los pecados se recibe como un acto de gracia de parte
de Dios. Sin embargo, requiere del arrepentimiento como condición previa, y
de la reparación en lo posible de la ofensa, como acción posterior. El
arrepentimiento implica conversión, esto es modificar las actitudes negativas
y potencializar las positivas. El perdonar "supone un movimiento, es la
imagen de un ser humano que desanda el camino. Supone un cambio de
orientación en toda la manera de vivir", según nos comparte un autor en
un escrito del 2001.
Perdonar permite la reconstrucción de relaciones. Posibilita el reencuentro y
la creación de nuevos lazos allí donde dejaron de existir. Cuando el perdón
es genuino, se recupera la alegría en la relación.
Las palabras
más usadas en los evangelios para indicar el perdón de los pecados son "afiemi" (hacer ir, dejar ir, permitir,
soltar, perdonar) y "aferis"
(remisión, liberación, perdón)
Cuando nos
perdonamos y cuando perdonamos, "dejamos ir" aquello que nos
obstaculiza una relación de espiritualidad con nosotros mismos y con las
demás personas. !Y ello produce paz!
Seguir a Jesús
implica también estar dispuesto al cambio, al arrepentimiento y al perdón.
Jesús nos mostró el rostro de un Dios perdonador, capaz de recibir al ser humano
en positivo y ofrecerle la transformación de sus días en espacios de mejor calidad
de vida.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
Basado en un estudio escrito por M.Th. Edwin J. Mora Guevara (Costa Rica)
y en la siguiente BIBLIOGRAFIA
Araya, Victorio. 1983. El Dios de los pobres: el misterio de Dios en
la Teología de la Liberación. San José: DEI-SEBILA.
Barobio, Dionisio. 1993. "Perdón". En: Floristán y Tamayo 1993.
Floristán, Casiano y Juan José Tamayo, editores. 1983. Conceptos
fundamentales de Pastoral. Madrid: Cristiandad.
Fourez, Gerard. 1987. Una buena noticia liberadora: Evangelio para un
mundo en crisis. Santander: Sal Terrae.
Ramos F., Felipe (Director). 2001. Diccionario de Jesús de Nazareth. Burgos:
Monte Carmelo.
Sölle, Dorothee. 1972. Teología Política. Salamanca:
Sígueme.
Villapadierno, Carlos. 2001. "Perdón de los pecados"
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