Pero los pobres israelitas no reconocieron estas cosas sobre ellos mismos; no se dieron cuenta de lo que había en sus corazones hasta que llegó la hora de la prueba. Creo que lo mismo es cierto para el pueblo de Dios hoy. El profeta Jeremías escribe: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9).
Recuerda que este es el mismo pueblo que más adelante, tembló delante del Señor en el Monte Sinaí, después de oír Sus mandamientos, contestando rápidamente: "Todo lo que Dios ha dicho, haremos. ¡Vamos a obedecer cada orden!" Y los hijos de Israel fueron sinceros en cada palabra que decían. Estaban llenos del temor de Dios y convencidos de que no fallarían en honrarlo. Pero no tenían idea de lo que había en sus corazones; en realidad, estaban en bancarrota espiritual.
Como ves, Israel vivía a través de la experiencia de su pastor y maestro, Moisés. No tenían fe propia y cuando Dios quitó a Moisés de en medio de ellos, ¡ellos apostataron en cuarenta días!
Lo mismo sucede con muchos cristianos hoy en día. Cuando oyen la Palabra de Dios predicada, ansiosamente se comprometen a someterse a ella con todo su corazón. Pero en realidad, están viviendo a través de la experiencia de alguien más. Se alimentan de audios de enseñanza, seminarios, revelaciones de sus pastores y no tienen su propia experiencia profunda con Cristo.
Amado, no puedes obtener la verdadera revelación de Dios a partir de alguien más. Un predicador puede motivarte e inspirarte, y podrás aprender a recitar preceptos bíblicos. Pero hasta que tengas tu propia experiencia con Jesús y desarrolles una historia con Él, no podrás conocerlo. Su Palabra debe abrir camino en tu corazón hasta que se vuelva una experiencia viva.
David Wilkerson