Abuso sexual: ¿se debe denunciar?
«Cuenta con más de 60 años de edad, tiene una esposa muy consagrada, hijos y nietos. Lidera una congregación. Hace una semana una jovencita lo denunció por abuso sexual. Él negó rotundamente. A los días se sumaron dos adolescentes más. Quebrado ante la evidencia, confesó la verdad. Fue separado de su función en la iglesia; la causa penal sigue su curso. Muchos se enojaron con él; pero otros, se enojaron con las adolescentes por hacer la denuncia.»
«Casado, con cuatro hijos y una esposa maravillosa. Dos chicas adolescentes fueron de vacaciones acompañando a esta familia de líderes. Lejos del hogar, él abuso de la menor de 13 años. Meses después esta jovencita relata lo sucedido a una amiguita, y ella a su familia. Todo sale a la luz. Dado el reconocimiento de este líder, los padres quedaron aislados. Todos juzgaban el mal comportamiento de este hombre, pero se ofuscaron cuando los padres iniciaron el proceso judicial. Vez tras vez, le decían: “son cristianos, tienen que perdonar”. El desamparo y la falta de apoyo de quienes estaban cerca, fue tan doloroso como descubrir que el líder más cercano a ellos había traicionado la confianza y usado la proximidad con la familia para abusar de su hija.»
Recomendamos que lea este párrafo con mucha atención, porque, después de años de aconsejamiento, hemos sentido la profunda carga de enseñar la diferencia entre perdón y confianza; entre perdón y acción. Para los que somos cristianos, el perdón no es opción. Perdonar es un ejercicio espiritual que nos hace libres y abre la puerta para que la bendición de Dios nos alcance.
Frente a cualquier agravio, es nuestro sumo privilegio perdonar. Es liberador, es sanador. Perdonar es soltar el dolor por la ofensa. Pero luego de que hemos sufrido una injusticia y hemos perdonado, el perdón no significa que la confianza se restablece. La confianza se ha roto. Veamos un ejemplo: un domingo en la iglesia le roban su cartera. Al siguiente día se descubre quién fue. Esa persona se arrepiente y usted lo perdona. El próximo domingo, usted ve a quien le robó. La pregunta sería: ¿dejaría sus pertenencias como si no hubiera pasado nada? Sería tonto proceder sin recaudos. Usted otorgó el perdón, pero esa persona rompió la confianza que usted le tenía. Para restaurar la confianza, el ofensor debe dar frutos que ameriten que hay un cambio. Lleva tiempo.
Volviendo al tema del abuso sexual, cuando se comprueba que fulano de tal abusó, el perdón no restituye la confianza. Por otra parte, la mayoría de los autores, por no decir todos los estudios, indican que existe una gran probabilidad de que vuelva a abusar. Bajo este conocimiento, no puede relacionarse más con niños o adolescentes, de por vida. Algunos abusadores vuelven a abusar veinte años después del primer episodio. Si el abuso fue perpetrado por un padre o un abuelo, el hecho de que se perdone no significa que volvemos a tener la misma relación. La víctima no es responsable de ese problema familiar, el abusador es el responsable.
«Hizo más de mil kilómetros. Se notaba en su tono de voz la profunda ansiedad. Tomó un avión para decirle a su madre que su padrastro abusó de ella hasta que cumplió los quince años. Jamás habló. Su silencio hizo que la relación familiar siguiera como si nada hubiese ocurrido. Ahora tiene 37 y cuatro hijos. La mayor le acaba de contar que el abuelo abusó de ella, en estas últimas vacaciones. Por no tomar precauciones, se repitió el abuso en la siguiente generación.»
Usted puede llegar a una conclusión, según su formación acerca de por qué lo hace; podemos hablar de falta de perdón, de abuso anterior, etc. Pero antes que intentar desentrañar una causa que lo explique, protejamos a los más débiles. Si no se denuncia un abuso, se es cómplice del abusador y, con ese comportamiento, se le otorga un permiso tácito para que siga abusando. Nos abstraemos tanto que distanciamos este tema de aquellos que más amamos. Pero, ¿si la próxima víctima fuera su hijo o su nieto? Inclinemos la balanza hacia los niños que están en desventaja frente al abusador.
“Salva a los que están en peligro de muerte”, dice Proverbios 24:11.
pastores Silvia y José Luis Cinalli