En
el límite
Hch 17:28 porque en El vivimos, nos movemos y existimos, así como
algunos de vuestros mismos poetas han dicho: "Porque también nosotros
somos linaje suyo."
Hay muchos ejemplos de esto que comparto hoy, alrededor
mío, en amigos y conocidos y en autores famosos cuyos libros hoy podemos
acceder a leer.
El vivir situaciones límites de salud en los que uno se
siente en el borde de la vida, nos confrontan con quienes somos y qué hemos
construido, nos dan la oportunidad de revisarnos en cuerpo, alma y espíritu y
nos llenan de mensajes divinos que vienen a través de distintas personas y situaciones.
Esos mensajes dicen mucho, porque son un reflejo de la
cantidad de amor dado y recibido a lo largo de la vida en la relación con los
demás y también en relación con uno mismo.
Y la reacción de quienes tenemos a nuestro alrededor,
pareja, familia, amigos, conocidos, nos muestra cómo estuvo ese feedback de ida
y vuelta con ellos.
Uno puede hacer un balance al ver esta película de
nuestra vida. Y el hacerlo nos da la oportunidad de vivir una auténtica
experiencia de conversión, un giro de 180 grados en muchos aspectos de nuestro
vivir que no estaban funcionando como debieran.
Uno puede sentir haber hecho mucho, haber construido una
hermosa familia, una empresa, un pasar económico.
Sentirnos bien porque conseguimos un nivel de estudio,
hemos hecho carrera, hemos sido personas de bien.
Pero allí en el límite, frente al abismo, eso no alcanza.
Las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas capítulo 9 son bastante claras:
Luc 9:25 Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo
entero, si él mismo se destruye o se pierde?
El 85% de las enfermedades que vivimos las personas son
evitables. Te hablo desde un resfriado a un cáncer. Y en general están
originadas en nuestro descuido, en nuestra falta de cuidado.
Claro que muchas veces ese descuido de nuestro cuerpo no
es consciente. Ignoramos que determinados alimentos nos están haciendo daño, o
que determinados medicamentos en lugar de ayudarnos terminan sanando un síntoma
solamente mientras que el proceso de enfermedad continúa y se agrava o que
determinados hábitos son malos.
Vos me escuchaste o me leíste cuando he dicho que el tesoro
más preciado que Dios puso en nuestras manos es la pareja.
Y ahora me pregunto si eso es realmente cierto. Si en
realidad antes que la pareja está nuestra humanidad; si lo más valioso, lo que
más tenemos que cuidar es nuestra propia persona.
¿De qué vale (dice Jesús) haber ganado el mundo entero si
nos destruimos a nosotros mismos?
El descuido de nuestro cuerpo y de nuestra alma puede
inclusive terminar dañando a nuestra pareja.
Y empecé por la pareja, pero también daña nuestra
relación con el mundo del trabajo, con todo nuestro entorno.
Vienen muchos ejemplos a mi mente, algunos en mi propia
experiencia y otros en relación con personas que conozco.
Después de haber vivido una fuerte crisis personal y
familiar en 1995, descuidé mucho mi aspecto físico. Mi higiene, mi vestir, mi
peso. Llegó un momento en que mi esposa me dijo “basta”. Hasta aquí llegamos. “O
reaccionás o terminó el matrimonio”. Esta era otra situación como las que
describo, y por amor mi cónyuge se vió obligada a confrontarme con el espejo,
porque agobiado por la culpa, me estaba matando lentamente.
Afortunadamente tuve la oportunidad y pude reaccionar a
tiempo de aquella crisis, y mi matrimonio sigue andando, puedo decir con
seguridad que realmente renovado.
Otro ejemplo está en los jóvenes. Estoy preparando otra
reflexión tratando temas que tienen que ver con ellos, pero te pongo ahora un
par de ejemplos.
Por moda los chicos están usando piercing (esos aritos
que se colocan en distintas partes del cuerpo). Está absolutamente probado que
eso no les hace bien. Que los daña. Que trae un sin número de
complicaciones. Pero me paro en otro
lado, en el de alguien que está ofreciendo trabajo y recibe a un postulante con
un piercing en un labio o en la nariz. Vos me dirás que esos adornos no tienen
nada que ver con el buen rendimiento laboral. Sin embargo ciertamente no
incorporaría a un empleado con ese aspecto.
Otro ejemplo en los jóvenes es el mal manejo de sus horas
de sueño. Ellos pueden dormir 3 horas y seguir todo el día despiertos. Pero su
rendimiento no es el mismo, el aspecto de la piel de su rostro tampoco lo es.
Llegan tarde, faltan demasiado. Terminan perjudicándose a ellos mismos y hasta
perdiendo el empleo.
El no saber cuidarse los termina perjudicando mucho.
Y eso mismo pasó con mi salud. Vos sabés que pongo en
esto que comparto con vos mis propias experiencias.
Y la mía no se aparta de esta ley. Caí por descuido.
Porque no me supe cuidar. O porque sabiendo cómo hacerlo no lo hice.
Txumari Alfaro,
un médico español escribió en uno de sus libros que “sólo tú mismo puedes ser el protagonista de tu curación, por tanto
debes implicarte completamente en la tarea de recuperarte. Esto requiere
cambiar algunos hábitos de vida en lo que se refiere a la forma de comer, de
manejar tu tiempo de trabajo, ocio, deporte, tabaquismo, alcohol, consumo de
dulces, etc. (…) La recuperación de la salud y su mantenimiento dependen en
gran medida de que seas capaz de adquirir unos hábitos de vida saludables.(…) No hay enfermedades sino enfermos”.
(Medicina -Biológica, ediciones B)
Mientras estaba en Buenos Aires derivado por un problema
de salud que casi me cuesta la vida, escuché a través de internet un programa
mío de Tiempo Devocional grabado, en el que hablaba de nuestra actitud pasiva
esperando que los médicos hagan algo,
que los medicamentos hagan algo, que Dios haga algo para recuperar nuestra salud.
¿Y qué pasa con nuestro aporte?
Creo que ya es tiempo de ser protagonistas de un cambio.
Esa es la oportunidad que se abre después de la crisis.
Algunos la saben aprovechar y generan reacciones en sus vidas que son muy
favorables, un volantazo que permite un giro suficientemente radical como para
que las cosas cambien.
En otros el llamado de atención no es suficiente. Uno se
asusta cuando se encuentra canalizado por sueros, con inyecciones, sobre la
camilla de un médico, en una cama de terapia intensiva, cuando ve los
resultados de los análisis clínicos pintados de rojo…
…Pero cuando vuelve la salud esto se olvida y la persona
sigue castigándose como lo hacía antes (y en algunos casos peor).
Tuvieron la oportunidad y la desaprovecharon.
Hace unos días hablaba con un amigo que hace dos años no veía.
Lo vi cambiado y le pregunté si estaba bien, a lo que él me respondió que ahora
sí, pero que estuvo todo el año pasado recuperándose de un cáncer de colon , que
lo obligó a tomar quimioterapia, radiaciones, una cirugía en la que le quitaron
una porción de intestino y muchos otros etc.
Entonces le pregunté si se estaba cuidando, y me miró con
un signo de interrogación en el rostro.
Claro-le dije-. Es que el tumor es muy probable que haya
sido generado por una alimentación inadecuada. Es vital que ahora te alimentes
restringiendo las carnes rojas, y aumentando sensiblemente el consumo de
vegetales preferentemente crudos.
Me dijo: “es que yo soy un carnívoro”… las decisiones
estaban en sus manos, claro. Pero tampoco se limitaban a su cuerpo. Le dije si
había recibido un shock emocional importante en el último tiempo, a lo que me
respondió: “si, perdí a mi esposa, que falleció hace 3 años”. Comprendí que ese
era también un disparador de la enfermedad, por lo que le recomendé que
recurriera a ayuda profesional psicológica, clave también para mejorar y
restaurar su vida.
¿Y cómo está tu relación con Dios?... volvió a mirarme
perplejo, para decirme que nunca había creído.
Cuerpo, alma, espíritu. La integridad del ser. Nuestra
salud y nuestra calidad de vida dependen del cuidado de todos los aspectos de
nuestra humanidad.
Y gruesamente está en nuestras manos, de nadie más.
Una autora decía que las crisis de salud son como luces
rojas de alarma que se encienden. Podemos hacer dos cosas, una es parar y ver
porqué se encendió la luz, reparando lo que no está funcionando bien. La otra, aflojar la lamparita para que la luz ya
no se encienda.
Y en este segundo caso, el problema seguirá estando
aunque no veamos la alarma. El daño podrá hacer colapsar completamente nuestro
cuerpo.
El doctor Cloud, un psicólogo cristiano, escribió uno de
los libros que más impactaron mi vida en el último tiempo. Te lo recomiendo. Su
título es CAMBIOS QUE SANAN. (Editorial vida).
En el libro que te menciono, el autor escribió: “Todo
el que ha vivido se ha encontrado con un problema en particular: haber nacido
siendo un ser pequeño en un mundo de personas grandes, y haber recibido la
tarea de convertirse en una persona adulta con el correr del tiempo. Todos
nacemos niños bajo la autoridad de adultos, y con el tiempo debemos
convertirnos nosotros mismos en autoridades y estar a cargo de nuestra vida”.
Un profesional de la salud cristiano, que dice más o
menos lo mismo que decía el otro médico que mencioné antes.
Un niño depende de adultos que lo guíen, que lo vistan,
que lo alimenten, que lo cuiden.
Un adulto en cambio debe hacer esto solo.
Y vuelvo a repetirlo, ser adulto es ser protagonista de
nuestra propia vida.
Protagonista de nuestra propia salud y enfermedad.
Cuando nos enfermamos miramos al Cielo y hasta nos
enojamos con Dios. “¿Por qué permitiste que esto pasara?”
Me pregunto hasta qué punto nosotros estamos estorbando
el obrar de Dios en nuestra vida.
Hch 11:17 Por tanto, Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el
Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios?
Si estás escuchando o leyendo este mensaje es porque
tiene que ver con tu vida, así como tiene que ver con la mía.
¿No estamos estorbando el obrar
de Dios?
¿No estamos colaborando en
enfermar y destruir nuestro cuerpo?
1Corintios 6:19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo
es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y
que no sois vuestros?
El Señor eligió
habitar en nuestro cuerpo.
Imaginate que
recibís un huesped en tu casa. ¿Cómo lo atendés? ¿Le das una habitación para
dormir toda revuelta y mugrienta? ¿Una cama con el peor colchón y sábanas
sucias? ¿Le das de comer comida podrida?
Eso creo que
estamos haciendo con nuestro cuerpo. Es necesario que tomemos conciencia de que
“no somos nuestros” como dice Pablo
en la cita de 1 de Corintios que te leí.
Decidámonos a
actuar como adultos, y no sigamos esperando que todos (incluso Dios) a nuestro
alrededor hagan algo para cambiar una realidad que depende en gran medida de
nosotros.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
Río Gallegos, Argentina