Haile Gebrselassie era el plusmarquista mundial de maratón (2012) con un tiempo de 2h 03m 58s realizado el 28 de septiembre de 2008 en la prueba celebrada en Berlín (Alemania). Haile fue también medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 y Sídney (2000) en los 10.000 metros, así como en cuatro campeonatos mundiales. Comenzó a correr desde que era un niño, porque su escuela estaba a diez kilómetros de distancia de donde vivía.
La Biblia compara a nuestra vida con la carrera de maratón. Cuando menciona que debemos correr y seguir adelante, no está hablando de una carrera corta, ni siquiera de una competición de varios kilómetros, sino de la más larga que existe. «Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1). La clave en nuestra vida no es correr mucho, sino correr con paciencia.
En una carrera de maratón lo más importante es seguir adelante siempre. No tener dudas de que podemos llegar a la meta. En el momento en el que nos paramos, pensamos en lo que ya hemos recorrido y medimos el cansancio que tenemos, comienzan las dudas. Y cuando dudamos, solemos abandonar. Puede que tengamos razón en lo del cansancio, y que quizás, racionalmente, no sea el mejor momento para seguir corriendo, pero debemos seguir. Tenemos que seguir adelante aunque solo podamos caminar y no tengamos fuerzas para más. Si nos desanimamos o pensamos en desistir, la carrera nos ha vencido.
Una carrera tan larga también debe recorrerse de una manera continuada. No sirve de nada correr a tope durante un kilómetro y más tarde tener que descansar, o hacer diez andando. En nuestra vida debemos correr con paciencia todos los días. No sirve de mucho intentar correr un día siendo más espiritual que nadie, porque hemos leído algo que nos gustó, o porque nos sentimos muy bien, y más tarde desaparecer en varios meses.
Desgraciadamente eso es lo que muchos hacen. Dependen de los empujones espirituales que reciben de otras personas. Son cristianos solo de domingo, cuando están en la iglesia. En ese momento son capaces de conquistar el mundo, pero cuando llegan a su casa y a su trabajo no se sabe dónde están.
Lo que Dios diseñó para nuestra vida espiritual es justamente lo contrario: cuando vamos a la iglesia es solo para entrenarnos: oír la Palabra de Dios todos juntos, adorar con los demás y tener comunión con el resto del equipo... ¡El partido es de lunes a sábado! Nadie puede vencer si solo se entrena y jamás compite. Vivir con Dios implica hacerlo en todos los momentos, brillar con él, luchar para transformar el mundo. Depender del Espíritu de Dios en todas las cosas y en todos los momentos de nuestra vida. ¡Necesitamos correr con paciencia! ¡No debemos desistir, ni abandonar! ¡Es imprescindible escuchar a nuestro entrenador todos los días de nuestra vida! Él nos dará siempre la fuerza necesaria para seguir adelante.