Parte 57
Por razones obvias deje de asistir regularmente a la congregación que ya sentía como mía, pero esto no evitó que yo siguiera interesado en estudiar y meditar profundamente la Palabra de Jesús en el Nuevo Testamento, esta vez con mayor empeño, porque ahora, aunque yo no lo quisiera, tenía el tiempo suficiente para hacerlo ya que mi hijo se vio en la necesidad de atender nuestro pequeño negocio, por supuesto, bajo mi supervisión.
Un poco menos de que pasara un mes del evento vascular cerebral en el que me vi envuelto, estaba nuevamente afiliado al IMSS en donde fui atendido diligentemente por mi médico familiar quién inmediatamente me canalizó a especialidades, en donde fui atendido maravillosamente por las enfermeras y médicos que me asignaron, y posteriormente, al revisar los estudios que se me habían hecho anteriormente en forma particular, se me programó para que fuera operado de la glándula carótida del lado izquierdo para extirparla, dándome una fecha para que eso se llevara a cabo en la ciudad de Veracruz. En esa ocasión, un médico neurocirujano me dijo lo que anteriormente otro médico me había dicho acerca de no operarme del cerebro para serme retirado el tumor hipofisiario que padecía.
Regularmente éramos visitados, mi esposa y yo, por el hermano Santiago y su esposa para orar y comentar de todo lo que estaba estudiando y meditando de la Palabra, pero sobre todo, para que no disminuyera mi fe.
Estas visitas me animaban a seguir adelante, porque sentía que ese era el camino que el Señor quería que siguiera y que había puesto delante de mi, al hermano Santiago y a su esposa, para que a través de ellos, mi esposa y yo fuéramos fortalecidos en esta hora de prueba, para no dejarnos vencer por la adversidad de esos momentos tan difíciles por los que pasábamos.
Pasando aproximadamente tres meses después de la enfermedad detectada en mi cuerpo, ya podía caminar un poco sosteniéndome de un bastón, y aunque era muy poco el control de movimientos en mi pierna y en mi brazo derechos, era suficiente para permitirme seguir asistiendo los domingos al servicio para recibir la Palabra de Jesús en mi congregación.
Faltando un día para internarme en el Centro Médico del IMSS en Veracruz y someterme a la operación de carótida, llamamos al hermano Santiago y a su esposa para que oraran por nosotros y pedirle al Señor, tomara el control de lo que estaba por venir. En esa oración, se le pidió al Padre en el Nombre de Jesús, que retirara de mi cuerpo lo que estaba provocando que se llevara a cabo dicha intervención, dándole las gracias porque esa petición, creíamos en nuestro corazón, que ya nos había sido concedida.
Al llegar al Centro Médico, mi amada esposa y yo, fuimos atendidos inmediatamente por el personal encargado de internarme en dicho centro hospitalario para ser preparado adecuadamente para que la operación prevista se llevara a cabo. Me asignaron una cama y un médico angiólogo para ser atendido, y por principio de cuentas, el médico me informó que tenían que hacerme un estudio llamado angiografía para ubicar correctamente el lugar en donde estaba estacionado el trombo o arteroma, para poder efectuar una operación exitosa.
Por supuesto que yo ignoraba que era una angiografía, sin embargo mi esposa y yo hicimos una oración para que el Señor tomara el control en todo ello y nos diera el valor y la fuerza suficiente para soportar con valentía todo lo que estaba por venir.
Al otro día muy temprano fui conducido al quirófano para que se me hiciera este estudio, y cuando fui depositado en una mesa dispuesta para ello, fui amarrado de mis muñecas y mis tobillos para evitar movimientos bruscos ya que tenían que perforarme la vena femoral a la altura de la ingle derecha de mi cuerpo, para que, por esa abertura, introducir un catéter especial de fibra óptica que haría las veces de un transmisor de imágenes, conectado a un monitor, quién a su vez estaba conectado a un aparato espectacular que sería movido sobre todo mi cuerpo siguiendo a ese catéter que circularía a través de mis venas.
Empecé a orar para que Jesús me diera la tranquilidad y fortaleza suficiente para soportar eso que desconocía y que por primera vez sería practicado en alguien de la familia de la cual yo descendía, esperando y pidiéndole al Señor que yo fuera la primera y última persona en mi familia primera, y en la familia formada por mi esposa y mis hijos y toda su descendencia, a la que fuera necesario hacerle ese estudio que se me antojaba muy traumático, y el único en ellas que padeciera de estas enfermedades.
Cuando comenzó esta intervención, yo estaba bastante relajado porque confiaba en el Señor porque sentía en mi mente y en mi corazón que sus benditas manos guiarían las manos de los médicos que la estaban llevando a cabo.
Cuando fue perforada la vena femoral, vi como un pequeño chorro de sangre brotaba por la perforación que hicieron, e inmediatamente colocaron el catéter y controlaron la hemorragia, debo decir que el dolor que eso me causó fue mínimo, por lo que me relajé aún más. Posteriormente empezaron a empujar el catéter dentro de mis venas hacia el lugar en que los estudios anteriores habían revelado la ubicación del arteroma; sin embargo, esta misma operación fue llevada a todo mi cuerpo en el que sentía un ligero cosquilleo por los lugares en donde iba pasando ese catéter, así, este estudio se prolongó por poco más o menos seis horas, tiempo que soporté sin mucha inquietud porque mi mente estaba ocupada en la oración al Señor.