¿Cuál fue exactamente la mentira de esta pareja? Era su malversación del dinero designado para el pobre. Quizás le testificaron al comprador: “Todo lo que usted nos pague es para la causa de Cristo. Todo esto va a las viudas y los pobres”. Pero se quedaron con una parte del dinero.
El mensaje detrás de la historia de Ananías y Safira es que no se toca lo que pertenece al pobre y al necesitado. Dios no permitirá que Su Hijo sea mal representado ante el mundo por aquellos que se llaman por Su nombre.
Te pregunto, ¿cómo produjo el Espíritu Santo este cambio repentino de corazón en aquellos creyentes recién bautizados en Jerusalén? Su transformación fue un milagro increíble. La respuesta es que estos cristianos eran los hijos de la profecía de Malaquías. Malaquías es el último profeta del que tenemos noticias en el Antiguo Testamento. Dios habló a través de él, diciendo: “Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano” (Malaquías 3:5).
Ahora avance en el tiempo hasta la iglesia en Jerusalén. Estos creyentes iban de casa en casa en comunión. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). ¿Cuál fue la doctrina de los apóstoles mencionada aquí? Se trataba de las mismas palabras de Cristo. Jesús había instruido a Sus discípulos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
Las palabras de Jesús fueron avivadas en sus corazones y supieron que nunca más podrían vivir de la misma manera. De pronto, vieron cuán serio, verdaderamente, era este asunto de representar a Jesús. Esto los llevó a sus casas a tomar todo lo que no necesitaban, y luego llevar aquellos bienes a las calles para venderlos. Dicho de una manera simple, la Palabra de Cristo en Mateo 25 les dio a estos creyentes una nueva actitud de amor y preocupación por el pobre.
DAVID WILKERSON