Ni siquiera el santo y devoto apóstol Pablo fue inmune a los tiempos de desánimo. El escribió a los corintios: “Tribulación…nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:8).
La palabra griega que Pablo usa para “perdimos la esperanza” en este versículo se traduce como, “No podíamos entenderlo, perdimos la esperanza, hasta la muerte”. Él estaba diciendo, en resumen: “Ansiábamos morir, porque no podíamos comprender lo que estábamos pasando. Estábamos presionados más allá de nuestra resistencia”.
Es difícil imaginar estas palabras viniendo de Pablo. ¿Quién confiaba en Dios más que este apóstol temerario? ¿Quién ayunaba y oraba más que Pablo? ¿Quién tuvo tantas oraciones respondidas? Aun así, vino sobre Pablo una hora de abatimiento como nunca había experimentado. ¿Cuál era esta condición?
Algunos comentaristas bíblicos creen que era una combinación de pruebas. Entre esta una profunda angustia mental, causada por personas a quienes Pablo amó y que luego se volvieron en contra suya. Estos amigos cercanos no sólo abandonaron a Pablo, sino que regaron mentiras acerca de él. Ellos difamaron su nombre. Además, Pablo era golpeado por enfermedades violentas. Él experimentó naufragios en más de una ocasión y complots malignos planeados contra él, con la meta de quitarle la vida. Encima de estas cosas, Pablo tenía preocupación por el cuidado de muchas iglesias.
Esto parecería demasiado pesado para ser llevado por un hombre. Sin embargo, todas estas cosas aún no pueden explicar la profunda desesperación que Pablo sentía. Él escribió: “Caí en tal agonía, que no pensé que sobreviviría. Pensé que esto me mataría”.
Por supuesto que Pablo fue liberado. Él salió victoriosamente. Pero nunca olvidó esa horrenda hora de desesperación.
“El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará” (2 Corintios 1:10). Pablo está diciendo: “Dios nos rescató una vez y lo hará otra vez. Hemos puesto nuestra confianza en Él y Él nos librará”.
DAVID WILKERSON