REFLEXIÓN VIERNES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2016
“Llegue mi oración delante de ti; líbrame conforme a tu dicho.”
Salmo 119: 170.
El
éxito en nuestra vida espiritual depende, en gran parte, de la vida de
oración que tengamos. Una persona que se está ahogando
en un Río ó se encuentra de repente frente a un peligro ó en cualquier
circunstancia angustiosa, de inmediato sale de sus labios una frase como
esta:
¡Dios mío ayúdame!,
¡Dios sálvame!.
Es curioso, pero en esos momentos de angustia,
se
nos acaban las disculpas de que no sabemos orar, que estamos cansados,
que tenemos sueño, ó que estamos muy ocupados para orar. En instantes
así, tampoco llamamos a alguien para que
nos enseñe a orar. No, simplemente clamamos al Altísimo con súplicas
sencillas y sinceras que brotan de lo más profundo de nuestro corazón.
Definitivamente,
una de las partes espirituales más débiles de la gran mayoría de
nosotros es la vida de oración. A muchos nos da sueño cuando
queremos orar, otros van aplazando ese momento segundo tras segundo
durante el día y, cuando menos piensan, ya el día terminó. Viene la
noche y los domina el cansancio y ese encuentro en oración con Dios,
queda postergado para el día siguiente, donde empieza
nuevamente esa batalla diaria.
Los discípulos, a pesar de estar frecuentemente con el Señor Jesús, sintieron esa necesidad de orar siempre:
“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor enséñanos a orar.”
Lucas 11:1.
¿Por qué esperar a encontrarnos en momentos difíciles para dirigirnos angustiados a nuestro Padre Celestial?
¿Por qué no buscarlo a cada instante y sin afanes?
Él conoce lo que pensamos, lo que sentimos; Él conoce nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.
¿Por qué, entonces, no confiamos a Él nuestros proyectos y nuestros anhelos?
Pídele hoy, al Altísimo, que te permita tener esos encuentros personales diarios con Él.
No hay privilegio más grande, ni
banquete más exquisito que ese. Dios conoce todo lo tuyo, pero siempre
anhela escucharte, para enseñarte y dirigir tu vida.
ORACIÓN
“Soberano
Dios y Padre Celestial: Con labios de júbilo te alaba mi boca, cuando
me acuerdo de ti en mi lecho, cuando medito
en ti, en las vigilias de la noche. Llena siempre mi boca de tu
alabanza, de tu gloria todo el día. A ti clamo y me oyes, me libras de
todas mis angustias. Mis labios te alaban por siempre, porque Tú me
instruyes, me muestras el camino que debo seguir, me
das consejos y velas por mí. Grande es tu misericordia para conmigo.
Exaltado seas por siempre y para siempre, en el glorioso nombre de
nuestro Señor Jesucristo.” Amén y Amén.
-FELIZ FIN DE SEMANA-
ARBEY SERNA ORTIZ