Henry Durbanville, un pastor escocés de otra época, relata la historia de una anciana de su congregación, que vivía en una parte remota de Escocia. Ella anhelaba conocer Edimburgo, pero tenía miedo de viajar hasta allí porque el tren que iba a esa ciudad pasaba por un túnel largo y oscuro.
No obstante, un día, ciertas circunstancias la obligaron a ir a la capital escocesa. A medida que el tren se acercaba rápidamente a la ciudad, más nerviosa se ponía. Pero, antes de llegar al túnel y agotada por la preocupación, la mujer se quedó dormida. Cuando despertó, ¡ya había llegado a Edimburgo!
Es posible que algunos no experimenten la muerte. Si estamos vivos cuando Jesús vuelva, los que creemos en Él nos reuniremos con el «Señor en el aire» (1 Tesalonicenses 4:13-18). No obstante, muchos llegarán al cielo cuando mueran, y a algunos, esto les genera gran ansiedad. Nos preocupa que el proceso previo a la muerte sea demasiado difícil de soportar.
Si tenemos la seguridad de que Jesús es nuestro Salvador, podemos descansar confiados en que, cuando cerremos nuestros ojos en este mundo y experimentemos la muerte, los abriremos en la presencia de Dios. «Tras un breve sueño, despertamos a la eternidad», dijo John Donne.