Me fascina hablar con las personas sobre sus sueños. Pero me doy cuenta, cada vez más rápidamente, quienes van por buen camino y quienes habrán de quedarse en meras palabras. 
John Maxwell, en su libro “Vive tu Sueño”, desafía al lector con preguntas al iniciar cada capítulo. Al llegar al séptimo, la interrogación confrontativa es la siguiente: “¿Estoy dispuesto a pagar el precio de mi sueño?”. Y allí es dónde creo que radica, en gran parte, esa diferencia a la que hice referencia al iniciar la reflexión. Van por buen camino, los que han decidido pagar el costo.

¿Cuánto estás dispuesto a pagar por alcanzar tus sueños?

Y coincido en que es un precio que se paga de continuo. Maxwell afirma: “El precio habrá que pagarlo más de una vez. Esta verdad podría tomarte por sorpresa, pero no logra pagar una sola vez y luego logra su sueño. Hay que pagar el sueño una y otra vez. Cuando era joven, imaginaba que era como pagar la entrada a un parque de diversiones: pagas el precio una vez y luego te diviertes. Desgraciadamente, no funciona así con los sueños…
Para subir tienes que renunciar. Cada vez que enfrento otro sacrificio, cada vez que reconozco que queda aun otro precio por pagar, recuerdo que para subir hay que renunciar. 
Seguir un sueño es como ascender por una montaña. Nunca llegaremos a la cumbre si llevamos un exceso de peso. Al entrar en cada fase nueva del ascenso, enfrentamos una decisión. ¿Llevamos más cosas, dejamos las cosas que no nos ayudarán a subir…?
Cuanto más alto quieras ir, más tendrás que dejar, y cuanto mayor sea el precio que pagues, tanto mayor será el gozo que sentirás cuando finalmente alcances tu sueño. A mayor inversión, mayor ganancia emocional”.

Mi modo de describir lo que plantea Maxwell es: “Soñar no cuesta nada. Alcanzar los sueños sale más caro”. 
¿Precios a pagar? Soportar críticas e injusticias, dejar de lado lo que te hace perder el tiempo, cumplir con tu plan aun cuando no tengas ganas, ser prudente para no decir todo lo que pase por tu mente y pueda perjudicar al cumplimiento de una misión, trabajar con gente que no  siempre te entiende, enfrentar obstáculos y fracasos, reconocer tus debilidades, manejar tu ansiedad... La lista puede continuar.

La vida es un don recibido por Dios tan inmenso que no merece ser desperdiciada por nuestros miedos, dudas, postergaciones y excusas. No la gastes tratando de agradar a los demás. No pierdas tiempo tratando de cambiar lo que no te corresponde. No pretendas tener todo claro para iniciar; la claridad viene también a medida que vamos andando. Enfócate en honrar la vida pagando el precio de caminar hoy en dirección hacia el cumplimiento de tus sueños.

GUSTAVO BEDROSSIAN