No cabe duda que nuestra generación está caracterizada por el dominio de las emociones y el sentimiento. La gente mide todo de acuerdo a lo que su corazón dicta. Esto, por supuesto, ha tergiversado el concepto Bíblico del amor, haciéndonos pensar que se trata de las cosas que expresamos con nuestros labios, pero no de las cosas que hacemos.
Juan advierte que el verdadero amor está caracterizado por las acciones. Un verdadero cristiano debe amar a su prójimo, no dando palmadas en la espalda ante su necesidad, o postergando la ayuda, o diciendo simplemente “estaré orando por ti”.
Hemos estado muy contaminados con una especie de amor romántico tipo hippie donde pensamos que se tratad de abrazar y expresar cariño; pero de eso no se trata el amor bíblico el cual implica un compromiso real, cuantitativo. Es cierto que el amor verdadero puede expresarse de manera emotiva, pero la emotividad no es necesariamente el amor verdadero.
Si Dios nos da la oportunidad de mostrar amor con nuestros hechos, debemos hacerlo. Lo contrario es una evidente falta de amor, e incluso una muestra también de una fe falsa (Stg 2:14).
La base del amor verdadero
La base de este amor no es arbitraria; está basada en la obra de Cristo en la cruz. Él no manifestó su amor cómodamente desde el cielo; él descendió y vivió humildemente enmudecido fue llevado al matadero, para dar allí la más grande muestra de amor: su propia vida.
el Señor no sacó su mano desde el cielo para gritarnos que nos amaba, él materializó su amor dejando su trono de gloria para venir a morir por nuestros pecados y esa es la base sobre la cual nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Que haya en nosotros este mismo sentir que hubo en Cristo, y que podamos mostrar nuestro amor a Dios en la manera en que amamos a nuestros hermanos.
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