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General: Anhelando comunión
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De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 20/06/2018 09:50

Anhelando comunión

 

Siempre que leo este pasaje, suspiro pensando en aquellas primeras comunidades cristianas del siglo I. ¿Sería que los motivaba a actuar de este modo casi utópico la creencia de que la segunda venida de Jesús era inminente? ¿Sería un motor de estos hechos la inundación del Espíritu Santo ministrada en Pentecostés? ¿El actuar de este modo respondía a un modelo teorizado de la época? (El libro de Hechos de los Apóstoles fue escrito por Lucas, que era griego). ¿Sería la influencia presencial de los apóstoles, testigos de la encarnación del Mesías?

 

Hechos 2:42-47 (NVI) Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos”.

 

Cuando tenía 18 años formé parte en Buenos Aires del grupo juvenil en una iglesia. Etapa bellísima de mi vida, en que aprendí a encontrar un lugar de afecto y contención; también fue el espacio que encontró el Señor para atraerme nuevamente a Él, ya que me había perdido al terminar la escuela primaria.

Claro que vivir ese encuentro nos hizo soñar como posible con un estilo de vida similar al relatado en el pasaje que menciono. Me casé a los 20, con una joven de 18 que también era miembro del grupo, luego de un poco más de un año y medio de noviazgo. Me habían ofrecido trabajo en un lugar de la Patagonia argentina ubicado a 3000 km de distancia, lo que visto en contexto del año 1979 era realmente un viaje al remoto desconocido.

Cuando subíamos al avión para viajar al sur, aquellos 40 amigos vinieron a despedirnos al aeroparque, y nos decían con lágrimas en sus ojos: “preparen el lugar, nosotros iremos detrás de ustedes”.

Verdaderamente creíamos en esta posibilidad. Entre aquellos chicos y chicas había estudiantes de ingeniería, de abogacía, de medicina, técnicos, estudiantes de colegios comerciales… dando lo que tenía cada uno y llenos de fe, creíamos poder reproducir lo que relata el libro de Hechos.

Ahora, 35 años después también aquel sueño despierta algún suspiro. Muchos de aquellos amigos seguimos en contacto entre nosotros, pero viviendo insertos en nuestras comunidades sociales de distintas ciudades y hasta países distintos.

No funcionó.

Y lo que motiva este artículo es preguntarme si aquél proyecto comunitario cristiano del primer siglo continúa o también fracasó.

 

¿Qué tan lejos están nuestras comunidades cristianas de aquel modelo?

 

Los griegos valoraban a los individuos y los derechos individuales, pero con un fuerte sentido del deber para con la sociedad y de integración en ella, puesto que el orden era el principio de toda la realidad. [1]

El lenguaje griego que Lucas utiliza en este pasaje de Hechos, es el que puede encontrarse en textos antiguos entre los seguidores del filósofo y matemático Pitágoras (aproximadamente 500 antes de Cristo).

Por lo que se sabe de este sabio griego, él desarrolló un estilo de convivencia social llamado “Hermandad Pitagórica”, una comunidad filosófica y religiosa en el sur de Italia (Crotona, costa oriental de lo que hoy es Calabria). Se llamaban a sí mismo “matemáticos”, vivían en la hermandad de forma permanente y no se les permitía tener bienes personales.

Sin dudas la imagen que describe Lucas está sustentada por el derramamiento del Espíritu Santo.

En aquella época algunos grupos judíos, como el que vivía en Qumrán, siguieron estrictamente el modelo pitagórico y entregaron todas sus posesiones a los líderes de la comunidad para que pudieran aislarse socialmente. No creo que este sea el caso, aunque el compartir lo económico está claramente escrito por el autor de Hechos.

Los cristianos primitivos reconocían que Jesús era el dueño de ellos y de sus propiedades, según puede verse un poco más adelante en el capítulo 4:

 

Hechos 4:32-35 (NVI)

Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían. Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos, pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera a cada uno según su necesidad.

 

Sin embargo, a diferencia del modelo de la Hermandad Pitagórica, no se trataba de grupos secretos ni tampoco ascéticos, como la comunidad de Qumrán.

Se trataba de valorar a las personas por encima de sus posesiones.

Este estilo comunitario según los historiadores de la época continuó entre los cristianos el siglo II.

No se trataba de templos específicamente cristianos, sino los mismos que utilizaban las comunidades judías. Estos lugares eran los más aptos sitios públicos donde podían reunirse. Había horarios de reunión de oración por la mañana y por la tarde.2

Todo este modelo, como digo, continuó hasta finales del siglo II. La influencia pagana creciente terminó ridiculizando el estilo de convivencia social hasta acabar con él.

Sin dudas estamos lejos de llegar a ese modelo. Dentro de nuestras iglesias locales y mucho más lejos si nos comparamos entre distintas denominaciones.

Hace poco veía un documental de National Geographic   sobre la gestación de un embrión de tiburón toro en el vientre de su madre. En realidad hay varios embriones, pero 9 meses antes de la fecha de nacimiento, el más fuerte de ellos comienza a comerse a los otros y de eso se alimenta para crecer y desarrollarse. El título de la película era “canibalismo animal”.

Compartía con un clérigo que al terminar de ver el film algo dentro de mí me llevó a asociar con la forma en que nos comportamos.

Él me dijo con tristeza que coincidía con la imagen y que en la ciudad donde vive, años atrás en coincidencia con el mes de setiembre (mes de la Biblia) un concejal municipal cristiano propuso en el Concejo Deliberante local el instaurar en el espacio urbano municipal un monumento a la Biblia.  El proyecto parecía digno de ser discutido y votado, por lo que se convocó a varios pastores evangélicos de la localidad. Estuvieron de acuerdo, de modo que se fijó fecha para la votación en este organismo legislativo. Ese día los medios de comunicación estaban registrando el encuentro para los canales de TV locales. En pleno acto de asamblea se presenta un pastor que se identifica como el presidente del Consejo Pastoral local, diciendo que él no había sido consultado y que el proyecto no podía ser votado sin su consentimiento. Los otros pastores presentes (algunos de ellos miembros del mencionado Consejo) comenzaron a discutir con él públicamente y el desorden fue tan grande que el presidente del Concejo Deliberante pidió un cuarto intermedio para que los clérigos se pusieran de acuerdo. Todo esto meticulosamente grabado en video y audio por los medios presentes. Finalmente y dado que no se ponían de acuerdo los religiosos, se aplazó la votación y hasta la fecha el monumento no fue instalado.

Claro que es solamente un ejemplo entre muchos, probablemente si nos juntáramos a tomar un café tú me contarías los tuyos.

Canibalismo, nos matamos entre nosotros, nos comemos entre nosotros. Y los demás nos miran, por supuesto que sin entender mucho. Pero ven división, ego, y lo único que quieren es tomar distancia.

En el final del verso 47 del capítulo 2 de Hechos leemos: “Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos”.

Vuelvo a preguntarte y a preguntarme qué tan lejos estamos del modelo de aquellas comunidades del siglo I. Y si nuestro estilo de construcción espiritual no se está convirtiendo en un obstáculo para el crecimiento y difusión del Evangelio en occidente.

Dice el pastor Pablo Deiros:

 

La realidad de que juntos y unidos somos el cuerpo de Cristo en la tierra, debe recordarnos permanentemente que cualquier iniciativa individual debe estar integrada a la acción del conjunto. Un cuerpo no se mueve a partir de las iniciativas propias de los miembros individuales, sino que lo hace de manera armoniosa bajo la dirección que le impone “la cabeza”. La efectividad del conjunto depende de la armonía de cada miembro entre sí y de la unión de todos ellos con la cabeza. Esto significa que la voluntad de Cristo, como cabeza de la iglesia, encontrará una expresión más acabada no tanto en las grandes realizaciones individuales, sino en los proyectos colectivos que se llevan a cabo bajo la guía de su Espíritu. La efectividad de una iglesia no depende del brillo estelar de algunos astros, sino de la luminosidad en conjunto de cada creyente irradiando la luz de Jesús.[2]

 

Lamento realmente tener que coincidir con este hombre de Dios. No estamos siendo luminaria, porque nuestro ego tapa la luz de Cristo.

 

HÉCTOR SPACCAROTELLA

tiempodevocional@hotmail.com

Río Gallegos, Argentina



[1] Kittel, G., Friedrich, G., & Bromiley, G. W. (2002). Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

2 Craig S. Keener, Comentario del Contexto Cultural de la Biblia. Editorial Mundo Hispano.

[2] Deiros, P. A. (2008). Liderazgo Cristiano (pp. 224–225). Buenos Aires: Publicaciones Proforme.



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