Tengo la certeza que este es un muy buen día para aprender acerca de abrir puertas que están cerradas. Seguramente, alguno de ustedes leyendo este mensaje puede relacionarse inmediatamente con esto pues está enfrentando una o más puertas cerradas. Está ahí, frente a ti, una puerta que parece estar continuamente cerrada. Puede ser una situación financiera seria y ante la cual tú has orado para que una puerta que te dé solución a tu problema sea abierta. Pero todo lo que tratas de hacer parece fallar; las puertas simplemente no se abren.
Yo no sé cuál es tu puerta cerrada, pero para muchos parece ser que las puertas y las ventanas de los cielos están cerradas. Los cielos parecen ser de bronce y tú no pareces poder penetrarlos. Esta puerta cerrada a la cual me refiero es algún problema, alguna situación, alguna necesidad por la que has estado orando mucho. Puede ser una crisis que requiera nada menos que un milagro. Y tú no has recibido todavía una respuesta a tus fervientes oraciones y peticiones que le has hecho al Señor.
En Apocalipsis, Cristo se refiere a sí mismo como EL QUE ABRE Y CIERRA PUERTAS (3:7). Esto estaba en una carta enviada a los creyentes de la antigua Filadelfia, una iglesia a la que el Señor alabó por guardar su palabra y por nunca negar su nombre. Es decir, en los tiempos más duros, estas personas permanecieron fieles a la Palabra de Dios. Ellos no acusaron al Señor de descuidarlos ni de tener oídos sordos a sus clamores. Evidentemente, Satanás tenía que venir a ellos con mentiras. Sus principados y poderes de las tinieblas, espíritus mentirosos salidos de las entrañas del infierno dicen que Dios ha cerrado todas las puertas, que él no es merecedor de adoración ni de fe.
Pero estos creyentes, de los cuales Jesús dijo que tenían poca fuerza, siguieron confiando, esperando pacientemente a que Dios colocara la llave en la puerta para abrirla. Él tiene la llave para cada puerta cerrada – y sólo él pone delante de nosotros las puertas abiertas. Aquí está lo que el Señor les prometió a ellos y es ésta también nuestra promesa: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia [no te rendiste durante tu prueba], yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra (3:10).
Esta hora de la prueba está ya sobre nosotros. Trae pruebas increíbles de fe tan grandes y tan fuertes que muchos caerán en incredulidad mortal. Verdaderamente, ahora en todo el mundo hay una gran caída de esa fe resistente. Pero tú, – porque usted todavía confías en sus promesas, y estás dispuesto a morir en fe, aún si no ves las promesas cumplidas – tú serás guardado de la tentación que vendrá sobre todo el mundo para caer en incredulidad. Dios ha escuchado su clamor y él sabe el tiempo, la misma hora en que abrirá todas las puertas. Así que nunca te rindas. Nunca dudes. Permanece firme en sus promesas. Él no te fallará.
No quiero preguntarme ni preguntarte por qué estoy, recurrentemente, escribiendo sobre estos temas. Mi única respuesta, sería que lo hago porque siento espiritualmente de hacerlo. Pero quizá la mejor respuesta, sea la tuya.
NESTOR MARTINEZ
ministerio Tiempo de Victoria