Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
General: Paz en Cristo
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 30/08/2018 10:01
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16.33

La sinceridad de Cristo con sus discípulos presenta un marcado contraste con la proclamación de una gran cantidad de «profetas» de nuestro tiempo. Ellos ofrecen una vida llena de bendiciones, donde todo es victoria y alegría. Inclusive, uno de los famosos grupos religiosos que han surgido en los últimos años tiene como lema: «¡Pare de sufrir!»
Cristo no anduvo con vueltas, ni trató de esconder la realidad a sus discípulos. Su declaración es sencilla y directa: «¡En el mundo tendréis aflicción!»
No hacía falta que diera mayores explicaciones acerca del tema, pues los discípulos mismos eran testigos del sufrido paso de Jesús por la tierra. Se había visto obligado a luchar con el hambre, el cansancio y el frío. A diario debía manejar el acoso de las multitudes, con su interminable procesión de curiosos, interesados y necesitados. Además de esto, debió lidiar con los cuestionamientos, las sospechas y las agresiones por parte de los movimientos religiosos del momento. Y, ¿qué podremos decir de las angustias particulares que el grupo de hombres cercano a él le produjeron en más de una ocasión? Todo esto formaba parte de la experiencia de transitar por este mundo.
En esta ocasión Cristo acompaña esta revelación con algunos principios importantes. Gran parte del sufrimiento en tiempo de aflicción no procede de la circunstancia misma, sino de la manera en que reaccionamos a ella. Nuestra reacción frecuentemente es negativa porque nos sorprende lo que nos ha tocado vivir. La inocencia de nuestro pensar queda admirablemente expuesta cuando exclamamos: «¿por qué a mí?» Jesús les dijo que lo que les había compartido era para que tuvieran paz en él. Es decir, ninguno de ellos podía aducir que nadie les había advertido lo que les esperaba como consecuencia de ser discípulo del Mesías. Se reducía, de esta manera, un importante obstáculo en el manejo de conflictos.
Acompañó esta observación declarando que, como hijos de Dios, tenían acceso a la paz. Esta es, de hecho, la característica más sobresaliente de aquellos que viven conforme al Espíritu, y no a la carne. No es que están libres de las dificultades, los contratiempos, y los sufrimientos, sino que en medio de las más feroces tormentas experimentan una quietud y un sosiego interior que no tiene explicación. Son inamovibles en sus posturas, porque lo que ocurre fuera de ellos no logra derribar la realidad interna.
Cristo les hizo notar, sin embargo, que esta paz la tenían en él. No era producto de la disciplina, ni del cumplimiento de una serie de requisitos religiosos, ni de una decisión que habían tomado en el pasado de seguir a Jesús. La paz estaba en la persona de Cristo y solamente tendrían acceso a ella quienes estaban cerca de él. La paz es, en última instancia, el resultado directo de Su victoria, no de la nuestra.


Para pensar:
Dios en su sabiduría no nos da la paz, sino acceso a la persona que tiene la paz. Esto nos obliga a buscarlo siempre a él, fuente eterna de vida y plenitud.


Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados