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General: ¿ILUSIÓN O ESPERANZA?
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 12/12/2018 12:45


Una mirada hacia adentro

  

 

«A la conciencia que tenemos de la realidad de Dios en Cristo, y nuestra fidelidad a Él,
la llamamos FE.
A la conciencia del triunfo y perfección, y la certidumbre de salvación,
-por mucho que el mundo juzgue imposible tal cosa-,
 la llamamos ESPERANZA».
(Romano Guardini)
 
Como alguna vez les conté, Dios se me dio a conocer cuando yo era un muchacho. Por aquellos días me deslumbró con su belleza el camino tras las huellas de Jesús que el hermano Francisco –el Pobrecito de Asís- me mostraba.  Me inspiró grandes hazañas, y me hizo desear ardientemente la santidad. Así fue que intenté vivir mi vida en clave de Cristo. Sin embargo, poco a poco mis fracasos me fueron desanimando, tironeado entre el anhelo de ser santo, por un lado, y por el otro la vanidad del mundo y los impulsos de la carne.
Así llegué al fin a la conclusión de que mi vida estaba animada por una espiritualidad hecha de retazos y remiendos, y era una sucesión de pequeñas miserias, mechadas con pobres actos de virtud.
A pesar de todo, sin embargo, jamás perdí de vista la cumbre de aquel Monte que soñaba escalar. Mil veces lloré mi fragilidad y mi tibieza, y pedí perdón con el corazón en la mano, desgarrado. Otras tantas me puse en pie y volví a intentarlo.
 
Andados tiempo y distancia, un día descubrí que cuando había iniciado mi viaje hacia la Patria que se me revelaba, tenía muchas ilusiones y quizás poca esperanza.
Ilusión había sido viajar en línea recta sin desfallecer nunca. Ilusión, tener siempre clara la meta, mantener la mente lúcida y puro el corazón. Ilusión pensar que yo era capaz de dominar mis demonios interiores y volar como un ángel, alegre y ligero hacia la Fuente del bien que se me había revelado. Creer que bastaba con quererlo para abandonar todo el lastre; abjurar de la miseria, del egoísmo y la carnalidad, y volar como un puro pensamiento hacia la meta recién descubierta; el tesoro encontrado. Ilusión había sido atravesar la vida con la majestad y la serenidad con que un gran río de llanura cruza el continente.
 
La ilusión tiene algo de mágico y mucho de ensueño. Pero también lleva implícito un componente -quizás inconsciente- de omnipotencia: yo quiero, yo puedo, yo… La ilusión es dulce, azucara el corazón, lo mima y le promete rápidos avances y triunfos. La esperanza en cambio; la seca y descarnada esperanza, es áspera y sobrenatural, no tiene nada de quimeras ni espejos de colores. Sólo deja en pie el árbol de los sueños, porque son un legado de Dios, el primer Soñador; el que tantas maravillas soñó y realiza para nosotros. La esperanza pone el acento en Él, en su misericordia y su omnipotencia. Él quiere, Él puede.  Él… 
 
Con el tiempo, las vicisitudes del trayecto me fueron haciendo más realista. Azotado por tormentas de los cuatro rumbos, la vida me fue desnudando de tantos espejismos, y me obligó a poner los pies sobre la tierra y caer en la cuenta de mi pobreza. Por fortuna, entonces el Espíritu me enseñó a levantar al cielo la mirada, y muy de a poco y con dolor fui mudando ilusiones en esperanza.
 
Los fracasos me llevaron a la conclusión empírica de que no era la fuerza de mi brazo ni la vehemencia de mi entusiasmo, sino el viento del Espíritu el que podía empujar mi barca a puerto, y él «sopla donde quiere, vos oís su voz, pero no sabés de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8). No era a mi modo ni a mi tiempo que habría de recorrer el camino.
 
 
Recordando aquella época, escribí alguna vez: «Cuando se desmoronó la catedral de sueños que mi fantasía había erigido para albergar mi santidad futura, quedaron, sin embargo, suficientes escombros para edificar una humilde Porciúncula, austera y de paredes desnudas, donde refugiarme de las tormentas, y esperar la primavera prometida. Por aquellos días aprendí con dolor, que “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles” (Sal 127, 1)».
 
Ya desbaratadas las ilusiones vanas, sólo quedó en pie mi debilidad, y comprendí, muy a mi pesar, aquellas palabras del apóstol que hasta entonces tanto desconcierto me provocaban: «Me glorío de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo… porque su poder triunfa en la debilidad. Así, cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12, 9/10). Confío en que, por mi experiencia, esto se haya tornado al fin en un capital estable en mi vida.
 
Dice Eloi Leclerc que «El hombre no sabe verdaderamente, más que lo que experimenta». Esto es: en cuanto a la vida, las teorías sólo pueden orientar. Sólo se hace carne lo que se vive.
Ahora, en el atardecer de mi vida, compruebo que ya no hay tiempo para ser lo que soñé cuando era un muchacho; que ya no lo lograré nunca, porque aún estoy en plena ladera y me faltan las fuerzas; ahora sólo puedo darle a Dios mis flaquezas, y pedirle que Él las transforme con su poder, como al pan y al vino. Las alas que necesito para llegar a la cima sólo Él puede dármelas.
Confío sin sombra de duda, en que el día de nuestro definitivo encuentro, se hará por fin realidad mi sueño –y el de Él, estoy seguro- sin más tropiezos ni caídas.
 
Por eso deseo reunir en un solo ramillete junto con mis sueños, a mis decepciones y mis esperanzas, que son lo más auténticamente mío que poseo, y ofrecérselo con un sentimiento de impotencia y de vergüenza, pero también de humilde confianza en su misericordia.
   Que Él recoja mis pobrecitas flores silvestres y las cambie en perfumados jazmines, o quizás rosas rojas. Sé que puede hacerlo. El hermanito Francisco, a quien reconozco como mi padre en la fe porque me hizo conocer a Cristo, me dijo que «Dios es poderoso para hacer de las tinieblas luz». Y yo le creo.
Dios es el guardián de mi esperanza, y ella es el tesoro más valioso que jamás me haya regalado.  Pablo me lo confirma: «El que realiza todas las cosas según su voluntad, nos destinó de antemano a ser de aquellos que han puesto su esperanza en Cristo» (Ef 1, 11/12).
 
Por eso mi corazón, aunque sumido en la pobreza, rebosa gratitud.
 
 
 
 
 



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 12/12/2018 13:56
¡Qué buen mensaje, Nestor!
¡Qué bueno es poder leerte nuevamente!

HÉCTOR

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 14/12/2018 22:53

Gracias Nestor, ha sido de gran bendición leer este mensaje, y un gusto verlo nuevamente en la pagina, Dios le bendiga, mis cariños a Luisa!!

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Araceli


 
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