Nancy entra en el bar que está ubicado en la esquina de la Facultad
de Medicina. Pide lo mismo de todos los días: café con leche, tostadas de
pan integral y mermelada. Mientras espera a que le traigan el desayuno,
aprovecha el tiempo, saca unos apuntes y un resaltador, y se pone a
resumir. A los pocos segundos, suena su celular, ella tarda en atender,
escucha el sonido, pero no sabe de dónde viene. Algo apurada, mete la mano
en la cartera y la mueve con intensidad; cuando por fin logra encontrar el
aparato, lo saca y se lo lleva al oído sin chequear el número del que
llama. —Hola —dice algo agitada. Y enseguida, al escuchar la voz del otro
lado, su cara se transforma, una sonrisa de oreja a oreja resalta en su
rostro. —¡Mamá! ¿Cómo estás? ¡Qué sorpresa! En ese momento, el mozo se
acerca con el desayuno y lo sirve. No obstante, eso a Nancy parece no
importarle demasiado, la charla con su madre se lleva toda su atención.
—Estoy bien, má, estudiando, hoy a la tarde rindo. Qué bueno que me
llamaste. Te quería decir que no voy a poder ir para Navidad, porque me
pasaron el parcial de Anatomía para el 27 de diciembre, comenta mientras el
rostro se llena de sombras.
Lo que la madre de Nancy haya dicho en ese momento desde el
otro lado del teléfono permanecerá en el anonimato para siempre. Sin
embargo, el cambio en el tono de voz de la joven puede dar una idea de lo
que estaba sucediendo. Tal vez, es la primera vez que la chica tenga que
pasar la Navidad sola, lejos de su familia. Los ojos de Nancy se llenaron
de lágrimas, y su voz se quebró, ella trató de disimularlo porque estaba en
un lugar público y siguió con la conversación como si nada. Luego tomó una
servilleta, se secó las lágrimas y despidió a su madre con varios: “te
quiero mucho, te llamo”.
La anécdota de Nancy es tan solo una de las tantas historias de
gente que, por algún motivo de fuerza mayor, deberá pasar Las Fiestas en
soledad, o lejos de sus seres queridos.
La pregunta es:
¿por qué la soledad afecta
más en época navideña que en el resto del año?
¿Por qué la soledad no es igual en marzo que en diciembre?
Mucha gente, que pasa la mayor parte del año en soledad —por
ejemplo, miles de chicos que dejan sus provincias para ir a estudiar a
Buenos Aires—, toma ese valor como un signo de independencia y progreso.
No obstante, en diciembre, pareciera ser que la soledad cambia de
connotación y se asemeja a algo negativo. ¿Por qué?
Inclusive hay
claramente un aumento de personas que reportan casos de depresión e
intentos de suicidio en este tiempo.
Muchos psicólogos sostienen que el sentimiento de melancolía se debe
a la cercanía que la Navidad tiene con el fin de año. Según los
especialistas, el fin de año hace que la gente se tome un tiempo para
reflexionar sobre sus logros y sus fracasos, sobre sus objetivos cumplidos
y sobres las asignaturas pendientes. Diciembre se convierte en un mes de
reflexión. Ese espacio de meditación, de diálogo con uno mismo, se produce
también gracias a que hay una serie de “tiempos muertos”. Los días feriados
permiten que las personas puedan tener más tiempo para pensar en lo que les
sucede.
Con la Navidad, aparece la cuestión del tiempo. Ahora la
Navidad es tiempo, tiempo para pensar en nosotros mismos, para pensar en lo
que hicimos —y deberemos hacer— con nuestro tiempo. Es, en ésta época del
año, cuando nos ponemos a reflexionar sobre si hemos hecho las cosas bien.
Gente que se fue del país, que se alejó de la familia, que se mudó a otra
provincia por cuestiones de trabajo, que no se volvió a casar, que se peleó
con el primo, etc., etc., etc. Padres alejados de sus hijos, hijos alejados
de sus padres. Hermanos que hace tiempo que han dejado de verse. ¿Habrán
hecho lo correcto?
El tiempo da lugar a la reflexión, y la reflexión da paso al tema de
la soledad.
Ahora, en Navidad, la soledad
es considerada algo negativo. En Navidad, la soledad (estar solo, quedarse
solo) tiene otra connotación diferente de la que puede llegar a tener
durante el resto del año. Si bien, en los once meses que anteceden a
diciembre, la soledad puede ser considerada sinónimo de independencia,
progreso, capacidad intelectual, etc. etc., etc., en Navidad, es igual a
tristeza, amargura y desamparo.
¿De dónde proviene esta idea? De la literatura, seguro.
No sé si te acordás de la magnífica obra Cuento de Navidad (A
Christmas Carol), escrita por el británico Charles Dickens, en 1843.
Esta novela corta, de carácter realista, basa su relato en Ebenezer
Scrooge, una persona avara y tacaña, que no celebra la fiesta de Navidad, a
causa de su solitaria vida y su adicción al trabajo. A Evenezer no le
importan las demás personas (ni siquiera su abnegado empleado Bob
Cratchit), sólo le importa él mismo.
Tal vez, desde Cuento de Navidad hasta hoy, estar solo en
Navidad se asocia a: ser mala persona; avaricia; pobreza espiritual;
adicción al trabajo... ¡algo habrá hecho para quedarse solo! O bien, ¡algo
habrán hecho sus familiares para que él prefiera estar sólo en Navidad!.
Quizás ese temor a la soledad no esté del todo mal. Porque si
Navidad sirve para que uno se de cuenta de que no está tan acompañado como
creía, es tiempo, entonces, de asumir que algo no anda del todo bien; de
cambiar algunas conductas, como lo hizo el viejo Ebenezer; de trabajar
menos; de estar más en familia o con amigos; de ser más buenos, más
tolerantes. A lo mejor, es tiempo de pensar que se puede vivir y ser feliz
al mismo tiempo.
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