“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza … Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Salmos 46:1-3, 10-11).
“¡Estad quietos y conoced que yo soy Dios!” Es un versículo increíble sobre el que se han escrito muchas canciones y se han predicado innumerables sermones. Pero, ¿qué significa exactamente estar quieto? ¿Significa simplemente que no hacemos nada?
Quizás te estés preguntando qué tan exactamente se supone que uno debe estar quieto cuando todo lo que lo rodea es ruido y agitación, incluso lo que pretende representar a Dios. ¿Cómo sueltas todo y dejas de intentar resolver todo cuando eso es todo lo que siempre hiciste?
En realidad, la obra más profunda de Dios es la que tiene lugar en el hombre oculto del corazón. No es algo que haga mucho ruido. El Señor mismo expresó esta verdad cuando llamó a su propio pueblo a través del profeta Isaías: “Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza” (Isaías 30:15).
En otras palabras, “hubieras encontrado la verdadera fuerza al dejar ir todo esfuerzo humano y poner tu confianza en la obra que sólo yo puedo hacer”. Esa es la verdadera esencia del crecimiento cristiano. Recuerda, la vida cristiana es una vida sobrenatural. Ninguno de nosotros puede santificarse a sí mismo, sólo podemos rendir nuestras vidas a Aquel que hace esta obra santificadora dentro de nosotros.
Carter Conlon