¿Cuál es la misión de la Iglesia del Señor? ¿Cómo llevar adelante esta misión? ¿Vale realmente el uso de medios de comunicación modernos para llevar adelante esa misión?
Se ha hablado mucho de estos temas, pero no hay una única visión al respecto, sino que por el contrario hasta daría la impresión que la respuesta está sujeta a la propia visión del pastor a cargo de cada congregación, de la denominación a la que pertenece la misma, de la época en la que se hace la pregunta, de la situación social del país donde se hace. No creo que desde un púlpito en una iglesia de Estados Unidos, un pastor pudiera dar la misma respuesta a estas preguntas que otro en nuestro país o uno ubicado en algúna región del centro de África.
¿Pero es realmente así?
Probablemente vos me digas inicialmente que no, que la Iglesia de Cristo es una sola y me des alguna respuesta teórica basada en las Escrituras.
¿Pero en la práctica? ¿Y lo que puede verse en los hechos más allá de las palabras?
¿Será la misma, la misión de la Iglesia desde el punto de vista de una iglesia tradicional como los Luteranos, los Metodistas, los Anglicanos, que la que de una iglesia pentecostal?
Aún dentro del pentecostalismo hay diferencias dadas por las distintas denominaciones.
Si, ya sé igual que vos que en realidad no debería pasar esto. La misión de la iglesia surge de la naturaleza de Dios. No depende de hombres, ni de decisiones de hombres sino que es una iniciativa soberana de Dios.
Entre creyentes decimos que nosotros somos Iglesia, es decir que yo mismo lo soy. Identificarme como tal me hace preguntarme cuál es mi misión en la tierra, en esta vida. Porqué razón mi Padre me eligió para ser Iglesia.
Me he preguntado mucho sobre esta realidad y traté de apartarme de respuestas teóricas basadas en respuestas externas, porque necesitaba, era indispensable que la respuesta surgiera desde adentro hacia fuera.
Romanos 8:28 Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
El libro de Romanos es claro al decir que hemos sido llamados para cumplir con un propósito que no es de hombres sino de Dios. Hay una razón de ser, un objetivo a alcanzar, una visión que no es nuestra. Hemos sido llamados como parte de un plan, de un propósito de nuestro Padre.
Efesios 1:3 al 6 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él.
Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
Hemos sido predestinados para ser hijos suyos, nos ha preparado, ha soñado con nosotros y nos ha amado desde mucho antes de nacer, desde el comienzo mismo de la historia.
Vuelvo a poner las cosas en primera persona y entonces me doy cuenta que yo he sido escogido, he sido bendecido, he sido preparado, he sido predestinado según el puro afecto de la voluntad de Dios. Parece hasta increible, esta elección a ojos míos me queda grande, enorme
pero eso dice la Palabra, y creo que este texto escrito por Pablo fue inspirado por el Espíritu Santo de Dios.
Y lo mismo pasa con vos, con ustedes, con cada uno de los que participan de esta reflexión.
Ahora bien, este plan universal misionero de un Dios misionero no termina con mi salvación personal. Él quiere más que eso, quiere mi participación activa por medio del ministerio de la Iglesia.
Y aquí es donde recibo mi primera sorpresa de hoy. No estamos siendo Iglesia si nos quedamos en casa conformes con ya haber sido salvos por la Gracia obtenida con la sangre de Cristo. Mi llamado, tu llamado es el toque de un Dios que es el primer misionero, con un plan que incluye mi activa participación misionera.
Ahora bien, hablo de "misionera" como quien piensa en cumplir una misión
y vuelve a surgir la pregunta del principio: ¿CUAL ES ESA MISIÓN?
¿Entonces?
Entonces que para obtener una respuesta a las preguntas iniciales, tenemos que entender que la misión no es nuestra, es la misión de Dios. Y al ser misión de Dios debe estar conformada, construida, inundada con aquellos que son los atributos espirituales del Dios al que servimos, AMOR, MISERICORDIA, GRACIA, JUSTICIA Y SANTIDAD.
Estoy leyendo un libro de un autor centroamericano (Rigoberto Manuel Gálvez Alvarado, Teología de la comunicación) dedicado a la comunicación, y encontré comentarios que me gustaría trancribirte.
"La iglesia de la misión y la misión de la iglesia la encontramos en la segunda epístola a los Corintios, capítulo 5:
2Corintios 5:17 al 21 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación:
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él.
Este texto, que ya había leído antes varias veces, tomó en esta ocación un significado especial.
En él encontramos fundamento tanto para la misión de Dios como para la misión de la Iglesia. Dios, nuestro Dios, cumple a través de Jesús su misión de reconciliar a todos los hombres, a nosotros, a vos y a mí, consigo mismo por medio de Cristo.
Pero además, define con una claridad indudable cual es nuestra misión, como sus embajadores. Tenemos la tarea de decir al mundo "Reconciliaos con Dios".
Como Iglesia somos los representantes de Cristo, Dios eligió hablar por medio de nosotros.
Hemos descubierto al conocerlo, un Padre bueno lleno de Amor incondicional. Hemos conocido que Aquel a quien amamos, honramos, adoramos, no es ese viejo con cara de enojado y una barba larga sentado en un trono lejano sino que se identifica más con la imagen del padre del hijo pródigo que está atento mirando el horizonte esperando el regreso.
En mi caminar, en mi hablar con la gente, descubro que casi todos aquellos con los que hablo son personas de fe, que reconocen la existencia de Dios, que más de una vez estuvieron de rodillas ante Él, que lo reconocen además como un Dios trino Padre Hijo y Espíritu Santo
pero han tomado distancia de su Reino porque no lo entendieron, porque no comprenden la vida que les ha tocado, porque han hecho preguntas muchas veces y a sus ojos y oído no hubo respuesta, porque lo creen un Dios injusto, insensible y lejano.
Pero nosotros, vos y yo hemos sido bendecidos con su Presencia, se ha manifestado a nosotros de un modo personal y único, y sabemos que no es aquel de quien el mundo ha tomado distancia.
Lo hemos conocido y sabemos que es escencialmente amor.
Nuestra misión como Iglesia se origina en el amor de Dios:
1Juan 4:8 El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Este hermoso texto de la primera carta de Juan nos enseña que la naturaleza de Dios es amor. Dios no tiene amor, ES Amor.
En toda la Biblia encontramos que a Dios le interesa el hombre y la razón es que Dios es Amor. Si no lo amara no le interesaría salvarlo.
Tenemos una misión que cumplir, la misión de la Iglesia existe porque hay dos elementos: PECADO Y AMOR. Si uno de los dos no existiera no tendría sentido la muerte de Cristo y no habría salvación.
Si quedara solamente el pecado, solamente habría muerte. Si hubiera solamente amor y no hubiera pecado, nunca hubiera sido necesaria la muerte y la resurrección de Jesús.
Creo que el mayor descubrimiento que personalmente he hecho desde mi conversión es asombrarme (nunca termino de asombrarme) ante el inmenso amor de un Padre amoroso. Creo que es la mayor revelación que Dios puso ante mis ojos.
La mayor parte de las personas imaginan a un Dios severo con el dedo levantado y dispuesto a castigar cruelmente nuestras faltas. Las personas dicen "si Dios fuera bueno no habría maldad, ni injusticias, ni dolor". Si fuera justo no habría personas que mueren de hambre mientras que otros nadan en la riqueza y tienen mucho más de lo que necesitan para vivir.
Vos y yo tenemos respuestas a estos comentarios, y mucho más que eso. Porque ese Dios al que amamos decidió habitar en nosotros, de modo que en nuestro hablar, en nuestra mirada, en nuestro abrazo es su Espíritu Santo el que llega al otro.
No sé qué pensás vos, pero yo descubrí para qué estoy en el mundo en este texto de la segunda carta de Corintios. Para convertirme en una herramienta de reconciliación entre los hombres y Dios. Descubrí una humanidad que necesita ese encuentro para sentir el abrazo amoroso del Padre. Una sociedad que está muriendo porque sin saberlo, no ha tenido la oportunidad de sentir el calor del abrazo de Dios.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos
Argentina
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